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viernes, 27 de agosto de 2021

LINCHAMIENTOS

 Una institución pública difícilmente puede conservarse como tal cuando cede a todos los chantajes privados y de grupos de presión al estilo estadounidense.

     La universidad pública ya tuvo alguna vez un problema cuando un funcionario se vió orillado a renunciar por decir que el cantautor Juan Gabriel le parecía vulgar, palabras más, palabras menos. Es posible que el funcionario ya estuviera teniendo problemas de trabajo, pero en este caso debían resolverse como tales y no por peticiones en redes sociales que exigían la cabeza de quien se había atrevido a tocar a Juan Gabriel. No está de más decir que el hoy ex funcionario es algo estrafalario, pero virtió su opinión sobre el cantautor a título personal, no como encargado de un puesto, en un periódico.

     Al rato, un ex líder estudiantil del movimiento de 1968, alguien tampoco especialmente simpático (y por cierto que también estrafalario), osó decir en la radio de la universidad pública: "sin penetración, no hay violación". Más en concreto, el ex líder afirmó: "sin verga, no hay violación". A petición de una horda indignada, la universidad pública canceló fulminantemente el programa del ex líder. Como en el primer caso, nunca se discutió nada y no se tuvo en consideración las características del programa o del conductor (ciertamente arrogante), es decir, el aspecto laboral.

      Acaba de volver a suceder con otro funcionario, que declaró que "el feminicidio es un acto de amor", atención, en un contexto preciso, el mismo en el que explicó por qué mujeres "morenas" de Ciudad Juárez, trabajadoras de empresas maquiladoras, se "ganan" la muerte (y es una forma de decir). El funcionario debió haber sido relevado de su cargo antes, ya que sufrió de un grave accidente de salud que pertuba sus reacciones físicas, pero también emocionales, desde 2020. Como sea, lo que dijo fue sacado de contexto y convertido en motivo para su destitución. Si se oye el podcast del funcionario, está claro que no parece en pleno uso de sus facultades y por lo demás él mismo lo dice explícitamente. Esta persona se contradice pero, en medio de evidentes incongruencias, y junto con manifestar su admiración por varias mujeres y recordar su trabajo al lado de por lo menos una connotada feminista, se dice harto de que no se tome en cuenta la perspectiva masculina. La destitución se debió a sus declaraciones y la presión de las redes sociales, cuando en todo caso estaba en su derecho de dar una opinión (se trataba por lo demás de la presentación de un libro suyo), que fuera entendida, y si debió ser quitado del cargo es por sus problemas de salud, al estar afectando su desempeño laboral.

     Al parecer, la llamada cultura woke estadounidense, al alza en Estados Unidos desde 2014 más o menos,  ya llegó a lo que algunos llaman la "burocracia de género", que ni siquiera duda en ser discriminatoria con los hombres, como lo es en documentos oficiales, decantándose por una "opción preferencial por las mujeres".

     Coexisten dos cosas. Una, el viejo juego entre autoridades y activistas, con las primeras acostumbradas ya a complacer a los segundos desde una óptica de mercado, justamente la que niega en los hechos el carácter formalmente público de la universidad: como se "ofertan" estudios ("oferta académica"), desde hace un buen tiempo "el cliente es rey" y "al cliente lo que pida", en este caso los estudiantes, al mismo tiempo que no se tocan los privilegios de una gran pirámide de funcionarios, dejando de lado a quienes, no pocos, mantienen la vocación de servicio público, distinta de la demagogia ante grupos de presión. Y otra, al mismo tiempo, se mantiene la creencia, por lo demás anti-estatutaria, de que es válido el activismo al grado de cercenar la autonomía, por ejemplo con programas de televisión de alguien que los maneja sin criterio académico ni universitario, pero tolerado para mantener "los equilibrios políticos" dentro de la universidad pública. Y mientras tanto, la mayor parte del cuerpo de investigadores se dedica a brindar servicios al sector privado. En suma, cada quien jalando para sus intereses particulares y privados, y con pocos dedicados a un quehacer universitario despreciado. Nunca se mira hacia adentro: todo es "hacia afuera" y con argumentos extraños, como el que dice que los académicos "se deben a la sociedad", como si no formaran parte de ella y fueran extraterrestres (a muchos poco les falta, ciertamente).

      En estas circunstancias, ya tiene tiempo que de los problemas no se habla ni mucho menos se debate, entre por cobardía, conveniencia y miedo, pero sobre todo por un cuadro de marcada pérdida del sentido de institucionalidad para canalizar las expresiones de quienes no quieren dar en el más puro y simple cinismo de la época. Después de todo, en la actitud anti-institucional convergen desde los activistas jóvenes hasta las autoridades privatizadoras, lo que supo capitalizar el Obispo de Copilco para dejar a la universidad pública presa de todas las ambiciones particulares. No es raro que coincidan en apresurarse a cortar cabezas sin entender siquiera lo que dicen quienes tienen voz propia.


 


    

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