El periodista Raymundo Riva Palacio (sí, de los Riva Palacio, los Riva Palacio...) acaba de buscar simplificar lo ocurrido con quien fuera el candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) mexicano a la presidencia en 1994, Luis Donaldo Colosio (fotos, primera y segunda).
Resulta que Colosio era el candidato largamente preparado por el mandatario Carlos Salinas de Gortari para lo que era un proyecto transexenal. Puede ser. Lo curioso es que Riva Palacio vuelva sobre el tema de tal forma que se multipliquen las contradicciones, en vez de resolverse. Llama la atención que no se repare en las contradicciones del expediente. Riva Palacio le atribuye al entonces jefe de la Oficina de la Presidencia, José María Córdoba Montoya, presiones sobre Colosio que Córdoba no reconoció en sus declaraciones para la investigación del caso. Por lo demás, se deduce del mismo texto de Riva Palacio que Colosio y Córdoba estaban distanciados desde 1993. A Riva Palacio no parece haberle preocupado que Córdoba haya declarado más o menos cualquier cosa, sin apego a la verdad de su relación con Colosio. Por lo visto, el libro no está para detenerse en este tipo de cosas: pasándose nuevamente por alto el expediente, vuelve sobre la creencia de que el ex presidente Luis Echeverría habría querido aprovechar la muerte del político sonorense para imponer como candidato a Emilio Gamboa Patrón. Que haya en el expediente versiones encontradas no incumbe demasiado a quien, como Riva Palacio, termina por sostener poco más o menos que una bala solitaria terminó con el proyecto transexenal. En rigor, puede ser.
El periodista Gregorio Ortega Molina hizo notar hace pocos años la extraña desaparición de un tiraje, según él, de cuatro mil ejemplares del libro de Marco Rascón, Memorias de un político moderno. Es correcto. El libro, de 1997, está "indispuesto" por doquier, pese a que es sugerente sobre las causas del asesinato de Colosio, incluyendo una disputa entre fracciones nacional y transnacional que se habría saldado con ciertas alianzas en el gobierno de Enrique Peña Nieto entre 2012 y 2018 (liberación de Raúl Salinas y por cierto que de Rafael Caro Quintero, puestos en el gabinete para Claudia Ruiz Massieu y Enrique de la Madrid...). Rascón lo volvió a repetir por lo demás en un par de periódicos mexicanos, aunque sin el nombre del asesino, que sí aparece en el libro. Lo dijo Rascón en La Jornada y lo repitió en Milenio: Colosio tenía a dos grupos en contra, el de viejos priístas (no los "dinosaurios", sino los "Tolucos", algo más bien distinto: hankismo, Del Mazo, etcétera...), que lo veían como la continuidad inaceptable del salinismo, y el de los tecnócratas salinistas que lo veían como un riesgo de ruptura con el "proyecto transexenal", que tal vez no fuera exactamente el de Salinas. En estas condiciones, consideró Rascón, nada más faltaba que "la pistola del poder se disparara sola". El papel de Córdoba está muy bien retratado y los nombres de los organizadores y perpetradores del crimen en Lomas Taurinas, Tijuana, están ahí. Coinciden en buena medida con los nombres que la periodista Laura Sánchez Ley mencionó recientemente como cabos sueltos extraños de la supuesta investigación (en particular el del ya fallecido Fernando de la Sota, cuyo careo con Mario Aburto dice mucho). En lo del "asesino solitario" se llega casi al lapsus psicoanalítico: es que Colosio tenía tan mala estrella que fue a cruzarse justo por donde iba pasando la bala de Aburto. Porque lo de la "mala estrella" ya estaba en el aire desde el destape que molestó a tantos, incluida gente del PRI. ¿Quién no sabía cuántos querían a Manuel Camacho o a Pedro Aspe en la silla presidencial?
Marco Rascón ha hecho notar otra cosa. No pasó mucho tiempo entre la muerte de Colosio y el asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, secretario general del PRI. Este asesinato se le atribuyó a Raúl Salinas, pero a la larga fue exonerado y por cierto que en el expediente quedaron también extraños cabos sueltos. Para Rascón, al matar a Ruiz Massieu "había que decapitar a un Poder Legislativo que no tenía cuerpo", para la 56 legislatura (1994-1997). La lista legislativa había podido ser cambiada pocos días después (menos de un mes) de la muerte de Colosio, para remplazar a colosistas por zedillistas (adeptos a Ernesto Zedillo, presidente sustituto de México luego de la muerte del sonorense, y muy cercano a Córdoba). Coordinador legislativo, Ruiz Massieu seguía siendo gente designada por Colosio ("Manuel Camacho es mi hermano, pero Colosio es mi candidato"...). Alguien que recuerda por su "mano generosa" a Ruiz Massieu es el recientemente electo gobernador de Sonora, Alfonso Durazo, muy cercano a Colosio. El asunto del asesinato del político guerrerense en la Ciudad de México cayó en el olvido, y el móvil nunca estuvo del todo claro, dada la desaparición del diputado Manuel Muñoz Rocha. Hasta hoy no se conoce su paradero, y, agreguemos, quienes lo han visto en Estados Unidos han sido llamados a callarse. Como no se conoce el móvil, igual podría presumirse que Ruiz Massieu, otro distraído, pasaba en su coche por donde alguien estaba disparando su ametralladora. ¿No había escrito este político "pobres de todos nosotros" luego de la muerte de Colosio? Todo el mundo lo sabe, menos Rascón: en las calles de México hay que fijarse al caminar, por si anda pasando una bala por donde uno va...