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domingo, 19 de septiembre de 2021

EL QUE MANDA VIVE ARRIBA

 Gran parte de la izquierda "progresista" actual creció a la sombra de la descalificación sutil del marxismo, que no es reivindicado y ha sido remplazado casi siempre, aunque haya excepciones, por la simple idea de "redistribuir" sin tocar ni por asomo las condiciones de producción. Es la izquierda que comenzó a nombre del "antidogmatismo", a partir de la segunda posguerra, y que incluso llegó a alegrarse por la caída de la Unión Soviética, en 1991, creyendo que el enemigo ya no podría recurrir al anticomunismo, aunque lo sigue haciendo. Acusar de "dogmático" o de "ortodoxo" llegó a ser una forma de descalificar a quienes se mantuvieran leales a ciertos principios y convicciones, por ser considerados universales y no por ser una "excepción a la regla". Así se empezó a tirar el universalismo por la borda, y ahora no hay modo de convocar en torno a una de las actividades más universales, el trabajo. Cabe hacer notar que no lo hace China.

     Casi al mismo tiempo, y omitiendo los orígenes siniestros del caso, empezó una embestida, reforzada por los sesentaiocheros, contra un mal definido "cartesianismo", pero repleto de estereotipos, bien recogidos en el Sur, sobre la gente "fría", "racional", "mental" y cosas por el estilo. Fue también una forma de descalificar argumentaciones y cerrarle la puerta al diálogo, pero además de negar otra dimensión también universal del Hombre: el pensar con conceptos y hacer juicios, a diferencia de los animales que según la especie tienden a responder igual al mismo estímulo. Bueno: no se puede hablar con gente "dogmática", ni "ortodoxa", ni "cartesiana", ni "mental", ni "fría", ni "racional" que encima niega "otros saberes", seguramente que los animales incluidos.

     En este orden de cosas, no está de más recordar que se hizo de lado todo análisis de la experiencia socialista, para bien y para mal, con lo que se quiso en buena medida empezar desde cero y sin tener nada que transmitir. Como ésto se acompañó de un fuerte anti-intelectualismo, se dejó de lado todo esfuerzo teórico. Es notoria la ignorancia de muchos líderes "progresistas" latinoamericanos, salvo en los casos del ex mandatario ecuatoriano Rafael Correa y el ex vicepresidente boliviano Alvaro García Linera. Detrás de la retórica, el venezolano Nicolás Maduro, el cubano Miguel Díaz-Canel, el mismísimo brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, el argentino Alberto Fernández o el mexicano Andrés Manuel López Obrador no parecen preocupados por el hecho de que exhiben una ignorancia pavorosa, del tamaño de la de una oposición de derecha carente de conocimientos. Fernández ya empezó a pagar el precio y Lula tuvo el suyo. Díaz-Canel no puede ni comprarse una cajetilla de cigarrillos sin citar al Comandante en Jefe, ya extinto, entre gente que seguramente esté al mismo tiempo dispuesta a negar el "culto a la personalidad". Maduro distribuye "libros y libras" mientras el gobierno bolivariano venezolano premia cosas muy dudosas con su Premio Libertador al Pensamiento Crítico, y López Obrador muestra a quien quiera verlo que hay temas de los que no sabe gran cosa: como soñar no cuesta nada, menos con el canciller y presidenciable Marcelo Ebrard, se puede "pedir lo imposible", es decir, el equivalente de la Unión Europea pero entre los países de América Latina y el Caribe y Estados Unidos y Canadá, en lo que parece desaforada vocación de Estado Libre Asociado. ¿Es para que se le imponga a algún país latinoamericano o caribeño -qué tal Haití- lo que se le impuso a Grecia, por ejemplo, o para que se nos dicte |como a Hungría y Polonia, o para no tener ya ningún margen de autonomía, como le ocurre entre otros a Francia a un precio carísimo?¿Es para que algún estadounidense haga las veces de Angela Merkel? Seguramente no. Hace mucho tiempo existió el patrón oro-dólar: había que "dar el cambio" de lo que se decía o, de otro modo, lo que se decía valía lo que pesaba en oro. Ahora no se sopesa nada, más allá de cierta conveniencia y de la costumbre, y, como en la derecha, cualquiera es libre de decir lo que le plazca, sin ninguna consecuencia, mientras no imponga sus preferencias y no dañe a nadie. El mal llamado "neoliberalismo" ha logrado calar mucho más de lo que se cree. Lo que comenzó como deshacerse de los comunistas y los cartesianos puede dirigirse hacia deshacerse, sin darse cuenta, de la capacidad para pensar y la tendencia a dar respuestas estereotipadas a ciertos estímulos

     A la larga, es también una bochornosa incapacidad para salir de la retórica, da igual si democrática con "los derechos y las libertades", si con Martí y Fidel o con Bolívar por delante: es retórica y burla para quien, siendo de pueblo e incluso "cantinfleando" ("CELAC hoy día debe concretar un hecho concreto", en referencia a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), asevera (se trata del presidente peruano Pedro Castillo): "hemos hecho grandes discursos y es tiempo de pasar a la acción". ¿Alguna repercusión, pese a que Castillo clamó casi a gritos por concretar? Cero, con todo y sus errores, la gente de pueblo no es muy bienvenida que digamos.

     Es probable que la pifia propuesta por López Obrador en la CELAC haya tenido su origen en la cancillería mexicana, como podría demostrarlo una entrevista con Ebrard, quien en el pasado engalanó la Secretaría de Relaciones Exteriores con la presencia del "maestro de la palabra", el poeta nicaraguense Ernesto Cardenal, y con el payador uruguayo José Mujica. Ebrard adora lo que cree que es cultura y que no tiene por su origen en los negocios : la Línea 12 del Metro capitalino mexicano se había lucido en su momento con vagones de nombre "Elena Poniatowska" o "Carlos Fuentes", que seguramente dicen mucho a los habitantes de Tláhuac, etcétera. Contra lo que decía Bertolt Brecht (en realidad es de Martin Niemoller, por lo demás), no es necesario que algún día vengan por nosotros, después de haber ido por los otros sin que dijéramos nada. La izquierda fue por sí misma a deshacerse de sí misma sin decir mayor cosa de sí misma: ahora puede prometer desde que "otro mundo es posible" hasta la unidad con Estados Unidos sin reparar siquiera en que hay un problema en estas formas de hablar. Tal vez sea mejor el mudo Castillo: contra lo que cree The Washington Post, no fue electo para rendir cuentas a los medios de comunicación, sino al pueblo. Ya bastante lo marearon para tratar de inculcarle que gobierna el Perú para cumplir con la Agenda 2030 de Naciones Unidas. En resumidas cuentas, luego de una renuncia tras otra, cabría saber qué le queda de criterio propio a la izquierda, incluyendo a más de un partido comunista, y qué de diferencia con el "centro" Demócrata que no es, desde luego, ni dogmático ni eurocentrista, sino lo más flexible que pueda existir para el gran capital y su necesidad de aparecer como el que dirige el cambio e incluso hace las "revoluciones". (foto: Pedro Castillo mirando de frente).



FANÁTICAMENTE MODERADOS

 En varios países de América Latina, la izquierda, que tiende más bien a ubicarse en el centro-izquierda (del que no queda excluida Venezuel...