El ex presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva ha anunciado que piensa competir en las próximas elecciones brasileñas. El hecho de que aparezca como favorito no quiere decir que lo sea para la mayoría de la sociedad en Brasil: tiene un 40% de intenciones de voto. Para granjearse más apoyos, Lula está más que moderado y buscando gente hacia el centro-derecha. Es el tipo de alianza que casi garantiza que no pueda hacer nada significativo mucho más allá de programas asistenciales. El resto es sabido: Lula es muy hábil para la demagogia y jugar sobre la creencia de que, si él pudo, después de no tener para comer, cualquiera puede. "Tengo conciencia de que hay gente más letrada que yo, que leyó más libros, que aprendió a hablar inglés o francés con facilidad, aduce Lula, pero no hay uno de mis adversarios que entienda del alma del pueblo brasileño como yo, que mal hablo portugués". Es de esperar que, a falta de educación, el alma del pueblo brasileño no se reduzca a un plato de feijoada.
Lula, bastante querido de los autodenominados "demócratas liberales", repite lo mismo que ellos: que el actual mandatario de Brasil, Jair Bolsonaro, es un "fascista", un "genocida" por la manera en que manejó la crisis sanitaria de la Covid-19 y contrario a lo bueno que puede representar el presidente estadounidense Joseph Biden frente al vencido Donald Trump. Por lo demás, es no salir de la misma tara: dado el papelón del Partido de los Trabajadores (PT) en las últimas elecciones, en las cuales fue derrotado Fernando Haddad, se trata de votar por el "hombre providencial", lo que tampoco les estorba a los "demócratas liberales".
Otros asuntos pueden quedar opacados. Lo ocurrido cuando Lula estuvo encarcelado, con la manera en que cayó la presidenta Dilma Rousseff e incluso con el destino que siguió el fugaz presidente Michel Temer da cuenta de un país más, por cierto que bastante violento, sin estado de Derecho. El mismo PT había caído en más de una trama de corrupción en tiempos de Lula. Al parecer, a los "demócratas liberales" no les interesa dicho estado de Derecho más que en contados casos: que no lo haya en Guatemala, Haití, Perú (donde el Derecho se utiliza para destronar a cuanto presidente se deje), en muchos aspectos en México (sin que sea de hoy) o que se haya caído por completo en el Ecuador, por mencionar algunos casos, no es algo digno de la menor mención. Se está hablando por lo demás de Derechos políticos, ni siquiera de los sociales dejados al abandono. Al parecer, sólo importan en la cantinela contra Cuba, Nicaragua y Venezuela y cuando lo dicten los grandes medios de comunicación masiva. Ni siquiera se repara mayormente que la ausencia de un estado de Derecho sólido impida cumplir con los tan llevados y traídos Derechos Humanos. Estos tienen a estrecharse cada vez más: derechos de las mujeres, de los grupos LGBTTTIQ+, de los pueblos originarios y los afrodescendientes, hasta hacerla francamente cansada.
Con su creencia de que se enfrenta al "fascismo", Lula tiene en mente un "Frente" lo más amplio posible que le está planteando algunos problemas con las bases del PT. De una manera general, salvo en Nicaragua (es decir, sin incluir a Cuba ni Venezuela), por circunstancias excepcionales, y Bolivia, la izquierda latinoamericana se está orillando cada vez más al centrismo para poder llegar a un poder que no define ella, sino que definen los medios de comunicación masiva y parte de las clases medias. Hace rato que Lula está a tono ahora que todo trata de estar a tono y cantar a coro. Es posible así que, en vez de perder solo, Lula gane mal acompañado, y bastante distante de intereses que no consisten nada más en no pasar hambre, sino en tener valores propios. Nada más falta que Lula esté de vuelta para pedir lo imposible: cumplir la agenda 2030 de Naciones Unidas. Mejor quedarse a oír otra cosa (da click en el botón de reproducción).