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martes, 12 de abril de 2022

OTRO GENIO SALE DE LA BOTELLA

 Vasili Grossman, en especial el de la monumental novela Vida y destino, es la adoración de los autodenominados "demócratas liberales". Terminada en el momento del deshielo, la novela fue censurada por las autoridades soviéticas. Fue posible salvar microfilmes y la novela vió finalmente la luz en Occidente a principios de los años '80, ya muerto Grossman. No es éste un lugar de apreciación literaria y, en todo caso, la misma no puede consistir, si es que pretende ser tal, en ver qué ventaja política se obtiene de lo escrito para la "causa" (!y luego se quejan de los comisarios!).

      Grossman escribió dos cosas -entre otras- en su novela: hizo un símil entre "los dos totalitarismos", el nazi y el soviético, y redactó andanadas sobre "todas las libertades" y el hecho de que los individuos concretos fueran sacrificados al Estado. Para Grossman, cuya obra completa no fue recuperada en Occidente (en particular El pueblo es inmortal), los bolcheviques "fundaron un Estado que prometía igualdad y justicia social, pero aniquilaron la libertad". La frase es curiosa, porque habría que suponer que existía la libertad en el imperio zarista. El asunto no termina aquí.

     Hay cierto espacio para comparar el Estado nazi con el soviético. El primero fue de una herencia feudal reciclada por el gran capital, que la puso a su servicio, y el segundo tuvo que construirse en gran medida a partir de una herencia feudal (eso sí, sin respaldo del gran capital). Los regímenes feudales o que heredan del feudalismo no suelen ser, si no cortan con decisión, de los más apropiados para ejercer en particular la libertad de pensamiento, y no era el fuerte del nazismo, que no tenía el menor interés en ello, ni del sovietismo (del que se pueden dar otras explicaciones). Los pueblos de señores, vasallos y siervos no son especialmente adictos a la libertad, y mucho menos a la de pensamiento, entre otras cosas porque están atravesados por la religión, que pide creer, no saber. El símil termina ahí, aunque es un hecho que la libertad de pensamiento y la independencia de criterio no eran del agrado del sovietismo. No lo son de los chinos y nadie les dice mayor cosa, mientras haya cabida para los negocios. No es que sea un "asunto de Estado": es que la población, también, tiene tendencia a la fe ciega en un líder y, claro está, a culparlo de todo cuando las cosas no van. "Yo obedecía órdenes" puede ser una buena manera de zafarse tanto en la Alemania juzgada por sus crímenes como a partir del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). Nikita Jrushchov también “obedecía órdenes “ y no podía decir que no.

     Mal colocados están algunos países periféricos para la crítica feroz. "El innombrable", contra lo que cree José Woldenberg en México, no es una manera de polarizar ni de insultar, sino de hacer ilusión a la mezcla de miedo y reverencia que inspiró el seductor de la patria a partir de 1988-1994. La gente solía callar ante la menor crítica: por temor al poder, pero también por conveniencia ante la promesa de llegar al Primer Mundo. Pero también están mal colocados algunos países centrales, aunque puede decirse que hay una tradición de individualismo que hace que, en países como Francia y Estados Unidos, sea posible encontrar gente que piensa y habla sin miedo a salir de "la manada" o del circulito de amigos. Pensar más allá de la comodidad de "la taza de café y el círculo de amigos", como proponía José Martí, no muy amigable con Marx al acusarlo de "odiar", no es algo común en América Latina y su "capitalismo de amigotes", aunque hay excepciones, por lo general desoídas, también por temor. ¿Cuántas cosas no se dicen de frente en tantas estructuras intermedias latinoamericanas en las cuales la iniciativa individual es sospechosa de buscar "algo personal"? Raúl Castro lo lamentaba en su último informe al secretariado general del Partido Comunista de Cuba (PCC).

     El censor ideológico soviético Mijaíl Suslov, para quien el texto de Grossman era incorrecto y falso con los comunistas, no estaba tan descaminado cuando vió a qué podía servir la novela de Grossman, y es para lo que sirvió, lo que no le resta valor en cierta crítica a las herencias feudales: al final de cuentas, el poco respeto por la vida, además de por la libertad ya mencionada y la independencia de criterio. Es una lástima que algunos se confundan: al repetir todos lo mismo y no situar las cosas en su contexto, cantan a coro de tal modo que vale preguntarse en dónde está su independencia y su libertad para pensar fuera de las ganancias que sus palabras puedan reportar. Es que, en su fase actual, el capitalismo está más preocupado por sincronizar las mentes que por apreciar las que son de hombres libres.

     Tal vez alguien tenga la capacidad de descifrar cómo Isabel Turrent, luego de una oda a Grossman, concluye que el presidente ruso Vladimir Putin "nos" (?) puede llevar a un nuevo Stalingrado, todo con "experimentos históricos monstruosos" y el "retorno a los tiempos de las masacres". No se trata desde luego de pensar, sino de amalgamar lo que sea con tal de hacer sensacionalismo y ganar rating. No es el mejor homenaje a lo que de razón puede haber en la obra de Grossman.


 


LO QUE HAY QUE TENER (THE RIGHT STUFF)

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