Se supone, según algunos, que para entender lo que pasa hoy en Ucrania hay que entender lo que era la Unión Soviética, sin ninguna tradición democrática y aficionada en cambio a matar. El hecho es que incluso gente seria, como la estudiosa estadounidense Anne Applebaum, cae en simplezas mientras los medios de comunicación masiva se dedican al cinismo: inventan cifras de refugiados, hablan de "genocidios" inexistentes, se olvidan de lo que anunciaron con escándalo ayer, etcétera, con tal de llevar a la dizque "opinión pública" a "consensuar" o "legitimar" las decisiones de los grandes poderes.
Applebaum es autora de una obra sobre el Gulag donde se ve obligada a reconocer que, a diferencia de los campos de exterminio nazi, aquél no estaba hecho para matar (está dicho en el apéndice de su obra sobre el tema). Queriendo sugerir terror y más terror, este tipo de estudiosos termina enredándose. Tienen que reconocer que, a diferencia también de los campos de exterminio nazi, del Gulag se sale: el estudioso francés Nicolas Werth, otro preferido del anticomunismo, ha reconocido que, al primero de enero de 1940, el 60.7 % de los detenidos purga penas de menos de cinco años. El Gulag nunca mató a "millones", y lo reconoce Applebaum: murieron un millón 600 mil personas, de las cuales 900 mil durante la Segunda Guerra Mundial. La cifra cubre el periodo 1930-1956, de acuerdo con Applebaum. En los campos soviéticos de trabajo forzado, la mayoría de las muertes tuvo lugar a causa de una hambruna y una epidemia de tifus entre 1932-1933, fenómenos que no afectaron nada más a Ucrania, sino también a varias regiones de Rusia. No hubo muertos por motivos de trabajos como los impuestos por los campos de exterminio nazi.
Nadie niega que hayan habido ejecuciones de prisioneros políticos (Anne Applebaum sugiere poco menos de 800 mil de 1934 a 1953 la mayoría entre 1937 y 1938, en la gravísima ejovchtchina). Todo está lejos de los 110 millones de Solyenitsin, los 40 millones de Roy Medvedev y "lo que no se sabe realmente qué pasó" A los investigadores occidentales se les abrieron sin problemas los archivos soviéticos. Werth pudo hablar con el estudioso ruso del tema Viktor Zemskov y acceder a los archivos.
Sería fantástico pensar que al Gulag no iban más que prisioneros políticos y que no había delincuentes comunes. Estos constituían en realidad la mayoría de los detenidos. Si se restan los muertos de hambruna y tifus y los delincuentes comunes, los ejecutados por motivos políticos no llegan al millón, asunto sobre el que se volverá.
Como punto de comparación, cabe recodar que los nazis y sus colaboradores mataron a unos seis millones de judíos. Pero el punto de comparación es otro: los soviéticos perdieron 27 millones de vidas por la invasión y la ocupación nazi. Hay muchos elementos -salvo lo poco aportado por Vasili Grossman- que impiden equiparar -como lo hizo el Parlamento Europeo en 2019- nazismo y sovietismo. Lo que sucede hoy en Ucrania debería mostrar a qué conduce esta pretensión de historiografía, además de meterle a los occidentales el miedo a todo cambio radical, que tienen bastante bien interiorizado: prohibición de los comunistas, apología del nazismo. De lo que se trata es de utilizar la "técnica del salami" para arrebatarles a los soviéticos su victoria.
A reserva de volver sobre él, el historiador Laurence Rees ofrece una cifra muy sencilla: En los primeros meses de la guerra (a partir de junio de 1941) fueron capturados 3 millones 350 mil soldados soviéticos. En diciembre de 1941 ya no quedaban en vida sino un millón 100 mil. Muchos fueron ejecutados por motivos políticos, dada la llamada "Orden de los Comisarios" que obligaba a los nazis a matar a los responsables políticos soviéticos. En menos de seis meses, los nazis mataron -sin ninguna de las condiciones de detención de un Gulag, sino en situaciones dantescas, incluyendo el hambre total- a dos millones 250 mil soviéticos, es decir, no muy lejos del doble de los muertos en el Gulag y casi tres veces los muertos de la ejovchtchina. A diferencia del Gulag, a estos prisioneros no se les dió 45 minutos de desayuno ni dos horas de cena, ni tres horas de actividades culturales y educativas diarias.
El monumento en Moscú, capital rusa, a las víctimas del Gulag, entre las cuales hubo inocentes, sobre todo entre 1937 y 1938, tiene su razón de ser, pero no es fundamental, y por cierto que otro historiador occidental, Simon Sebag Montefiore, dió testimonio de que Stalin lamentó, y no poco, las muertes de inocentes y de muy buenos cuadros políticos durante el periodo 1937-1938.
A ver cuántos miles de millones de ucranianos resultan desplazados y muertos por las tropas chechenas. Nos platican, sin falta. Queda la canción favorita de Stalin (da click en el botón de reproducción).