La oposición mexicana y los medios de comunicación masiva imperantes, efectivamente conservadores, dedican casi todo su tiempo a criticar al presidente Andrés Manuel López Obrador, pero no pueden formular ninguna idea de país, seguramente porque tienen la cabeza -y con frecuencia también los bolsillos- en Estados Unidos. De estos conservadores no sale nada constructivo. La otra cara de la moneda está en la manera en que se expone el mandatario mexicano olvidando los daños del presidencialismo. Como lo ha señalado recientemente la excelente periodista Viridiana Ríos, el "obradorcentrismo" sirve para no asumir ninguna responsabilidad: lo bueno o lo malo dependen de una sola persona, que no ha sido capaz de frenar la corrupción en las esferas intermedias, sean municipales o de gobernadores. Y entretanto, el país no se mueve de verdad e incluso en algunas cosas empeora, por popular que sea el presidente. No cabe imaginarse qué podría moverse cuando todo el mundo tiene "derechos y libertades" y nadie es llamado a responsabilidades u obligaciones, nótese que ni siquiera López Obrador por sus opositores, a veces más interesados en el volumen físico del último de los hijos del mandatario, como si la adolescencia de una persona fuera parte de "los grandes problemas nacionales". No es posible saber hasta donde hay quienes se percatan del grado de "norteamericanización" de un "debate" en realidad inexistente.
Del lado lópezobradorista, no se puede esperar ni siquiera al último año para que empiece la carrera presidencial del 2024, con dos ya en campaña. Está a punto de cometerse un error de gravedad. Alguna vez, como candidato a la presidencia, el integrante del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Manlio Fabio Beltrones, sugirió: "primero el programa, después el nombre", sin ningún resultado, de tal forma que la mercadotecnia hizo pasar al presidente Enrique Peña Nieto. En el actual Movimiento de Regeneración Nacional (MoReNa) no hay ni asomo de programa, pero ya se están cruzando apuestas entre dos con exposición mediática, el canciller Marcelo Ebrard y la jefe de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, para decidir "por encuesta". ¿La encuesta será independiente de la influencia de los medios de comunicación masiva, que han entrado sin ningún problema en la carrera?¿Y se harán al margen del programa de los candidatos?¿E incluso, contra lo que se cree, de la voluntad del presidente, quien ha sugerido otras posibilidades?¿Quién está dirigiendo y hacia dónde, a reserva de quien esté en el gobierno?¿Por qué los reflectores se orientan en dos direcciones de las que no es difícil suponer que seguirán con el espíritu de Estado Libre Asociado que impera en México? Lo único que sucede es que las "caballadas", como se les llama, empiecen a moverse desde ya descuidando responsabilidades, hasta donde las asumieron. Curiosamente, López Obrador, siempre con su creencia en la política como arte de "escoger entre inconvenientes", ha dejado que suceda lo que ya está sucediendo rumbo al 2024. Es de esperar que no se sume el bochorno de la secretaria de Educación Pública (SEP) postulándose -ya dijo que por qué no- para la gubernatura del estado de México sin haber hecho mayor cosa en la misma SEP, en una pavorosa inutilidad.
El sentido común de López Obrador fue desaprovechado. No lo tienen los favoritos a sucederlo. La una atrae a quienes creen que el activismo da para dirigir un país, cuando está quedando demostrado que un "luchador social" no basta. El otro seduce porque nadie desconoce su origen, a la izquierda priísta, y por lo mismo parece ofrecer el recobramiento de una investidura perdida. De lo que se trata es de mantener al pueblo, lo que sea que quiera decir, fuera de las decisiones que dicen buscar su "bienestar": es un asunto de nuevas clases medias y prácticamente nadie de origen popular ni con vocación de superación ha sido promovido a altas esferas, donde más de uno, como el fiscal general de la República, Alejandro Gertz Manero, puede quedar como monumento a la ineficacia. Resulta riesgoso, desde todos puntos de vista, que el sexenio pueda terminar con un aparato de Justicia inoperante: es en medio de características como ésta (y ésta muy en especial) que progresismos van y progresismos vienen sin terminar de convencer. López Obrador llegó con un pésimo programa, a tal punto que Cuauhtémoc Cárdenas llegó a declarar que no había proyecto de nación. Es de esperar que el sucesor llegue con algo más integral y privilegiando el profesionalismo por encima del "amor", la "fraternidad universal" y otras ocurrencias no propias de un estadista. Se necesitaban ideas, no marear al líder con ocurrencias libertarias y laxistas.
Muy bien por la oposición: cuando se trata de echar el hombro y ser constructivos, el tema de debate es si un Chocoflán sí o un Chocoflán no.