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martes, 21 de junio de 2022

MÉXICO: BUENAS INTENCIONES

 El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador cometió desde el principio de su sexenio algunos errores que lo instalaron en contradicción. Lo primero fue modificar ad hoc la ley, dejando de lado todo juarismo, para que Francisco Ignacio Taibo Mahojo, alias Paco Ignacio Taibo II, fuera nombrado al frente del Fondo de Cultura Económica. Era un premio político: para dirigir una institución, se nombró a alguien de quien se puede decir que, siendo libertario, detesta el sentido institucional. Hasta ahora, no está probado que haya sido la designación de una persona óptima para el cargo.

     En esta perspectiva, se han dado más movimientos de este tipo. En un inicio, el historiador Pedro Salmerón fue propuesto por López Obrador para embajador en Panamá. El asunto de saber si es o no un acosador sexual es secundario (no hay nada grave contra él): ocurre que no tenía la menor experiencia diplomática. En medio del escándalo, al mandatario mexicano no se le ocurrió nada mejor que otro premio político: proponer para el cargo a la activista y cabaretera Jesusa Rodríguez, que lo desconoce todo de la diplomacia. El presidente de México no se detuvo aquí: para la embajada en Venezuela se le ocurrió a otro luchador social, Leopoldo De Gyves hijo (De la Cruz), sin la menor idea tampoco de la diplomacia. En este mismo terreno, López Obrador nombró cónsul en Barcelona, España, a la ex gobernadora de Sonora, Claudia Pavlovich (del Partido Revolucionario Institucional), y a Quirino Ordaz, del mismo partido y ex gobernador de Sinaloa, embajador de México en España. No están mal las alianzas o los reconocimientos, pero ni Pavlovich ni Ordaz saben nada de diplomacia. Se trató, otra vez, de premios políticos, en este caso a gente con larga trayectoria en la política, como otros la tienen en la lucha social o el activismo. Nada de lo enumerado hace una carrera diplomática, y no deja de recordar cómo el antiguo partido oficial repartía algunas embajadas. Hay más casos: por pura recompensa política se le encargaron a Raquel Sosa Elízaga, una universitaria incompetente, las Universidades del Bienestar Benito Juárez García. Fue lo que se conoce en México como "chapulineo": Sosa ya había fungido como titular de Desarrollo Social  y luego de Cultura, dos cargos sin relación entre sí, cuando López Obrador fue jefe de gobierno de la Ciudad de México.

     No está dicho en ningún lugar que tener determinadas creencias (en algunos casos difícilmente se puede hablar de convicciones) sea garantía de profesionalismo. En algún momento afirmó el presidente de México que prefería la honradez a la capacidad, pero aún queda por ver si es honrado servirse del gobierno para promover una iniciativa particular (la Brigada "Para leer en libertad", de Taibo II) o dar el peor de los tratos a maestros (Sosa Elízaga). Lo enumerado marcó el incumplimiento parcial de separar la política, sobre todo en el mal sentido, de "politiquería", de la conducción del gobierno.

     Este ánimo de manejar cargos profesionales con criterios políticos tuvo otras manifestaciones: Olga Sánchez Cordero, por ejemplo, no estaba capacitada en lo más mínimo para conducir la delicada Secretaría de Gobernación. De la misma manera, nombrar a Tatiana Clouthier al frente de la Secretaría de Economía parece haber sido otra decisión eminentemente política. Rosa Icela Rodríguez (Seguridad Pública y Protección Ciudadana) es periodista, no policía, a diferencia del eficaz nieto del secretario de la Defensa Nacional, Marcelino García Barragán, e hijo del director de la Dirección Federal de Seguridad, Javier García Paniagua, el secretario de Seguridad de la Ciudad de México, Omar García Harfuch, cuyos resultados se han hecho sentir.

     Hay de todo en los movimientos descritos, desde gente honorable hasta lacras. Lo cierto es que, en más de una ocasión, López Obrador prefirió lo que él entiende como lealtad a tener gente capaz. Lo extraño es que el mandatario mexicano crea que "izquierda" es algo así como sello de garantía, cuando también puede ser una forma de santurronería que sirve para hacerse rendir culto y desentenderse del oficio bien hecho al servicio de la gente, no del ego propio. De nueva cuenta, el asunto apareció cuando un político con vida dedicada a la pura política, y bastante incapaz, Pablo Gómez, fue nombrado en lugar de a quien tal vez no haya sido adecuado aceptarle la renuncia, Santiago Nieto, quien no cometió deslealtad alguna y fue eficaz en la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF). También dió resultados. !Qué curioso! Dan resultados quienes están formalmente capacitados para ello.

     López Obrador, como al armar su primer gabinete, prefirió las consideraciones políticas y más de una de tipo personal (Irma Eréndira Sandoval, Román Meyer), y se inclinó por otros criterios que los del profesionalismo en los casos enumerados, que no son los únicos. No se trata de corrupción, pero sí de la creencia de que el activismo y cierta política pueden ocupar el lugar del trabajo arduo. Sucede incluso con la educadora Delfina Gómez, secretaria de Educación Pública (SEP). De hecho, el presidente de México le llama "trabajar" a reunirse con otros del gabinete, sermonear temprano por la mañana y salirse a cada rato a pueblear, pero se trata de un sinfín de protocolos y no exactamente del trabajo de un estadista. Digamos que el agravante es que el señor presidente es honesto, es decir, está lleno de buenas intenciones.

     No cabe decir que López Obrador sea del tipo de gente que considera que el único pecado que no se perdona en México es el de no entrar en complicidades. Al mismo tiempo, ha tenido por sus decisiones que vérselas con dos tipos de presión: la de quienes confunden izquierda y activismo, habiendo desaparecido la militancia; y la de quienes, gracias a la santurronería, confunden la adhesión a una creencia con el derecho a la clientela propia y al tributo, lo que se llama en algunos aspectos "amiguismo". No son los mejores acompañantes de un proyecto de transformación...instalado en el presente y con poca visión integral de un futuro nacional. Aquí abajo, nuestro hombre en Panamá.



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FANÁTICAMENTE MODERADOS

 En varios países de América Latina, la izquierda, que tiende más bien a ubicarse en el centro-izquierda (del que no queda excluida Venezuel...