La jefe de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, acaba de sumar otro error en su haber. Se apersonó a inaugurar en la universidad pública la Conferencia Latinoamericana de Ciencias Sociales (CLACSO), que se distingue por su capacidad para mantenerse cerca del poder político progresista. Sheinbaum es a estas alturas, sin que sea secreto para nadie, ni para ella, candidata a la presidencia de México en el 2024, y con no pocas posibilidades (algunas encuestas la dan por puntera). En esas condiciones, debió de abstenerse de ir a la universidad pública, y ésta de recibirla, sólo que siempre se impone el criterio del Instituto de Estudios para la Transición Democrática: la universidad como "equilibrio de intereses políticos" por encima de la academia, y sin percatarse de que suele ser contra ella, incluso. Loable, que una ingeniera química de la universidad pública vaya a la NASA, sin el menor pronunciamiento político de por medio. Es menos loable que Sheinbaum ignore el significado de lo que hace: que la "política", que en realidad es "politiquería", se mueva en la universidad en busca de contubernios para trepar ahora que hay un posible "hueso" a la vista. No era necesario ir a agitar las aguas ni a asegurarse una clientela. ¿Que algún gran defensor de la universidad pública haya hecho una crítica a lo ocurrido? Ninguna.
Lo peor es lo que fue a expectorar Sheinbaum, mostrando que no tiene idea de los problemas nacionales. Pidió vincular conocimiento a política, lo que no puede ser. ¿Ciencia y política deben "ir de la mano", como lo propuso la jefe de gobierno? En el quehacer científico, no: no en todo caso al servicio de la "politiquería", o de lo "políticamente correcto" y al rato la "cultura de la cancelación" o la cultura woke. Cada universitario es libre de tener la preferencia política o ideológica que quiera, pero no de hacer proselitismo o activismo en el campus. Puede expresarse el universitario con la corriente de pensamiento que desee, pero no agitar en el aula, como lo hacen huestes del mandatario mexicano Andrés Manuel López Obrador como el pésimo profesor John Ackerman o la nefasta encargada de las Universidades del Bienestar Benito Juárez, la señora Raquel Sosa Elízaga, quien trata por lo demás a los profesores de dichas universidades como peones de hacienda. No deja de ser extraña la tolerancia universitaria con Ackerman, quien dispone de un programa (curiosamente: de los criticados por López Obrador) que no se ocupa mayormente de la academia, salvo para traficar favores para la señora esposa. No es que la academia deba ser neutra, pero no se puede convertir una parte de la universidad en vocera de la autodenominada 4T o "Cuarta Transformación.
Como no puede ignorarse que la autonomía está plasmada, se da paso al cinismo: "lo saben, y sin embargo lo hacen". Ni siquiera con demasiada calidad: pobreza, cambio climático, machismo (!!!!!), racismo y clasismo son los "problemas nacionales" de Sheinbaum, que está en una aberración al insistir en "los derechos" porque "crean libertades". ¿A partir de qué nivel de ingreso aparece un mínimo de obligaciones sociales o cierto límite al "deseo hacer lo que me dé la gana"?
Hace poco, se armó el escándalo porque López Obrador quiso traer médicos cubanos. El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) abrió miles de concursos: siete mil 360 plazas se quedaron vacías porque, como es archisabido en distintas partes de América Latina, salvo que sean los cubanos, con todo y que no tengan una paga sensacional, nadie quiere ir a atender a lugares remotos, pobres o con indígenas. Ni la salud, ni el empleo, ni la informalidad, ni el deterioro grave del campo, ni la educación, ni los salarios, ni un largo etcétera están en los problemas nacionales de los que tenga conciencia Sheinbaum, sino la Agenda 2030 y algo similar, pero libertario, a los "demócratas liberales". Hace poco, al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, así no le falten defectos, le preguntaron qué es la 4T y confesó: "no supe qué contestar". No sirve para nada repetir el mantra "bienestar". Tal vez algo haya querido expresar Cárdenas. Porque puesta a identificar los problemas nacionales, no es seguro que la Miss haya sabido de qué tratan. El canciller tampoco. Son gente friendly.