Al ritmo que lleva, Rodrigo Londoño, alias Timochenko, tercer comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, puede peregrinar de rodillas a la sede presidencial colombiana, el Palacio de Nariño, para implorar perdón por haber nacido: este señor maneja las cosas de tal manera que la guerrilla puede llegar a ser vista -lo que está en más de un colombiano- no como lo que fué, una organización de autodefensa campesina y opuesta al paramilitarismo, sino como una banda del crimen organizado. El triunfador de las recientes elecciones presidenciales en Colombia, Gustavo Petro, tuvo al celebrar su triunfo un desliz, al llamar al acuerdo nacional al uribismo. A estas alturas, el ex presidente Alvaro Uribe parece intocable, al igual que el narcoparamilitarismo: Londoño no parece percatarse de que lo están juzgando en exclusiva, sin tomar en cuenta que, si los secuestros son "crímenes de guerra y de lesa humanidad", el paramilitarismo no se quedaba atrás: se le puede preguntar a la política liberal Piedad Córdoba, que incomoda a Petro. Londoño no parece darse cuenta de que está en un problema: como sobreviviente, tiene la necesidad de renunciar a todo lo que defendió. Petro, por cierto, se lavó las manos a su manera: aún siendo miembro de la guerrilla del M-19 cuando ésta asaltó el Palacio de Justicia, aduce hoy no haber estado en la decisión, aunque la tomó "su" organización. En fin: uno puede olvidarse de que está en un cementerio y hacerse de la vista gorda del lugar. Lo único que puede decirse es que ojalá y la decisión del nuevo presidente de hacer una "reforma agraria" -sin tocar el escandaloso latifundio en Colombia, pero repartiendo tierras improductivas y fortaleciendo la pequeña propiedad rural- entronque con el verdadero cambio propuesto en los Acuerdos de Paz de La Habana de 2016.
No queda claro por qué algunos defensores de la verdad en el periodismo insinuaron que Petro podía representar el "socialismo del siglo XXI", cuando dijo a los cuatro vientos, y tiene razón, que le conviene el capitalismo a Colombia, así falte saber cuál. En su discurso de celebración por su triunfo, Petro se mostró como lo que es, alguien hábil para la retórica, aunque quepa preguntarse si se da cuenta de que está encerrado en contradicciones: algunas medidas propuestas apuntan hacia un capitalismo con desarrollo, otras no tanto. El escritor y ensayista colombiano, William Ospina, cerca de haber sido ministro de Cultura y Medio Ambiente en caso de que ganara Rodolfo Hernández, dijo ver en Petro "costumbres de político", no para bien.
La celebración del triunfo, de no ser por el mismo Petro, estuvo cerca de virar a lo totalmente grotesco con el asalto al escenario de negros de quilombo encabezados por la vicepresidente Francia Márquez, que en vez de estar a la altura de las dificultades muy serias de Colombia salió con el lema de "vivir sabroso", como si fuera a gobernar Totó la Momposina. Márquez, salida de una agrupación con nombre de canción de José José ("Soy porque Somos"), saltó al ruedo a recitar. Debe advertirse que en todo un sector del progresismo, no desdeñable, se está estableciendo el funcionamiento del "cerebro colectivo" de los medios de comunicacion masiva, como les ocurre a los "demócratas liberales" por igual: interconectados, parecieran que se leen la mente unos a otros, para salir a decir todos lo mismo, sin criterio propio, e invitando a algo peligroso: la detección de la singularidad individual para anularla como tal. Esta singularidad individual no tiene nada que ver con los coros sobre las minorías y las mujeres, ni con la Colombia "de colores" que anticipó juguetonamente Petro, al grado que cabe el color parduzco de Uribe. Estas maneras de proceder representan un desafío a la libertad de pensamiento y al derecho de cada uno de ser único e irrepetible, no un "caso particular" de negro, mujer, LGBTTTIOA+, indígena y ambientalista. Insistamos: esta sincronización de los cerebros interconectados puede convertirse en un "sensor" de singularidades para no hacerles el menor caso, lo que representa un cataclismo para la riqueza de expresiones humanas. En fin: si de vivir sabroso se trata, da click en el botón de reproducción: