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lunes, 25 de julio de 2022

RUSIA: UN VIEJO ASUNTO

 La Unión Soviética ya había salido de la Segunda Guerra Mundial en una contradicción: con un país destrozado, que no era una amenaza para nadie, pero al mismo tiempo con el "síndrome de gran potencia", a partir de la victoria sobre el nazi-fascismo. Este síndrome se hizo más fuerte en los años '70: mientras Estados Unidos se enfrascaba hasta la derrota en la guerra de Vietnam, los soviéticos llegaban al empate nuclear (la paridad estratégica) y encontraban aliados en el Tercer Mundo, de Cuba al mismo Vietnam, pasando por Africa, sin que ello significara que se tratara de un imperio: se destinaba hasta la mitad del PIB (producto interno bruto) a mantener a los "países hermanos", lo que no ocurre con ningún imperialismo.

      Esta "cumbre" del sentimiento de "gran potencia", bajo el "liderazgo" de Leónid Brezhnev, coincidió con el fin, en los años '60, del país predominantemente agrario, la urbanización y, ante las dificultades para reformar la economía (por ejemplo con las ideas de Alexei Kosiguin o Yevsei Lieberman), la aparición del mercado negro y la corrupción en altas esferas burocráticas. Se había desembocado en el llamado "estancamiento" brezhneviano y, dado que la Unión Soviética no era el Congo, en la aparición de una clase media urbana con aspiraciones pro-capitalistas y disidente.

      Desaparecida la Unión Soviética en 1991 y luego del riesgo de que empezara a desmoronarse también la Federación Rusa, Moscú había perdido el respeto del mundo en los años '90 del presidente Boris Yeltsin. Por cierto, autores occidentales reconocen sin problemas que, desde la época soviética y no después, la Central de Inteligencia Americana (CIA), según papeles desclasificados, buscaba separar a Ucrania de la Federación Rusa. Al revertir dicho desmoronamiento, el actual presidente Vladimir Putin consiguió que Rusia se sienta "una gran potencia", pero sin salir de una añeja contradicción. La Unión Soviética era por lo menos hasta 1956 un régimen socioeconómico alternativo al capitalismo, que a duras penas había salido de la Gran Depresión. "Acordonada", la Unión Soviética valía por lo que proponía de ejemplo, no por factores geopolíticos. Incluso luego del Informe Secreto del líder soviético Nikita Jrushchov, para más de uno estaba en mente que, mientras que el capitalismo había caído en la peor crisis de su historia, en los años '30 la Unión Soviética no sólo se había convertido en potencia, sino en alternativa socioeconómica, lo que luego remataría con el primer vuelo espacial del Sputnik, en 1961.

     Para Putin, la victoria de 1945 es un "hecho fundador" de la Rusia moderna, entendida como "gran potencia", y Stalin puede ser respetado por haber hecho de la Unión Soviética "la gran potencia" que se sentó junto a otras como Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos, además de adquirir en 1949 la bomba atómica. Sin embargo, el pasado soviético dejó de valer como régimen socioeconómico alternativo al capitalismo y el gobierno ruso hoy se propone convertirse en "gran potencia" -la quinta del mundo, para más señas- a partir del legado zarista -el imperio zarista ruso era feudal-, de Nicolás I, Alejandro III para algunos más (como el cineasta Nikita Mikhalkov) y reformadores procapitalistas como Piotr Stolipin (ministro de Nicolás II) y el conde Serguei Witte (ministro de Alejandro III y de Nicolás II). Witte decía que "15 años de paz" le bastaban a Rusia para ser "una gran potencia". Putin y su equipo procedente de la KGB aspiran a un capitalismo de Estado: no es el Congo, de nuevo, así que con los oligarcas aparte, y sin alianza con el crimen organizado, como se cree. Los valores propuestos son los "tradicionales" frente a los llamados "neoliberales". Se hace así culturalismo sin tomar en cuenta que el imperio zarista ruso iba dando tumbos desde finales del siglo XIX por su integración subordinada al capitalismo, es decir, sin ser país central. Es difícil saber hasta dónde se puede hacer culturalismo para escamotear la cuestión del tipo de régimen socioeconómico, que por cierto también es, en buena medida, capitalismo de Estado en países como Estados Unidos.

     Un capitalismo de Estado puede ser exitoso si es central, lo que le permite succionar recursos de otros, o si se desconecta del capitalismo central, un poco como lo hizo en su momento Japón. Curiosamente, las sanciones le acaban de dar a Rusia la posibilidad de desconectarse, pero no parece claro que la oportunidad se esté viendo: se sigue en busca de la "gran potencia" -corriendo por ejemplo a Irán y Turquía-, pero hay muy poco en un interior que va dando tumbos.,Dicho sea de paso, parte de la cúpula del Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR), en especial su líder, Guennadi Ziugánov, no cree en otra cosa que en lo más parecido a un capitalismo de Estado o lo que otrora se llamaba economía mixta, y en la imitación de China. El "gran plan" KGB falló: quiso agarrar a toda Eurasia, "de Lisboa a Vladivostock", por la dependencia de los energéticos rusos, pero Estados Unidos logró frenar el plan mismo.

     Se esté o no de acuerdo con lo decidido por "la gente de Putin", llama la atención que a nadie se le ocurra ver ni denunciar lo que están intentando Estados Unidos y "socios y aliados" contra la Federación Rusa, siempre con la idea de hacerla implosionar. El presidente estadounidense no ocultó que se intenta un "cambio de régimen" en Moscú. Las sanciones, se supone, deberían debilitar lo suficiente a la economía rusa para crear descontento entre la gente. Ministro de Integración y Macroeconomía de la Unión Económica Euroasiática (UEE), Serguei Glaziev ha explicado el detalle de lo que persiguen los "socios y aliados", que es más que restarle a Rusia su estatuto de "gran potencia" y mantenerla dependiente. 1) como lo reconoció la Corporación Rand, se trata de desgastar a las fuerzas armadas rusas en su periferia, 2) utilizar a la "quinta columna" de oligarcas para que busquen un cambio de régimen en Rusia con tal de no ver confiscados sus haberes en el exterior, 3) alentar la fuga de capitales, la especulación y la "deserción de la producción" para que la Federación Rusa no tenga recursos qué movilizar, para bajar el nivel de vida, 4) tratar de hacer una "pinza" entre población y oligarcas descontentos para presionar por un cambio de régimen, con una eventual "revolución de colores"5) fortalecer el "acordonamiento" desde el flanco occidental y prolongar el conflicto en Ucrania. Todo lo enumerado está en marcha en medio del mismo silencio -debido a la indudable supremacía cognitivo-informativa occidental- que imperó ante el avance de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) hacia las fronteras rusas y el intento de "decapitación nuclear" con los llamados "escudos antimisiles" en Polonia y Rumanía.

     No hay claridad sobre la contradicción entre las condiciones internas de Rusia y un liderazgo que le apuesta a "la gran potencia del mundo multipolar". Por lo pronto, la desconexión no está asumida. Por si acaso hubiera disturbios en Rusia, lo     que no parece probable, la OTAN piensa hacer pasar su fuerza de despliegue rápido en las fronteras occidentales rusas de 40 mil a 300 mil efectivos. ¿Para "prevención y gestión de crisis"? No es un secreto que el Pentágono tiene los mapas del desmembramiento de Rusia. 

     El intento de "decapitación nuclear" falló. No parece obvio que la población rusa vaya a dividirse. Todo el asunto puede durar: no hay multipolaridad "realmente existente" y, la verdad sea dicha, no queda claro si el tema es saber quién es "la gran potencia", o si hay algún modo de proponer una alternativa a la descomposición del capitalismo de Estado, o más bien dicho: capitalismo monopolista de Estado. Hay problemas con "la potencia" hasta en los países de la UEE, salvo por la buena manera de librarlos de Belarús. La pregunta queda: si, para salir adelante, como lo requiere Rusia, basta con  "la grandeza de la cultura", sin ideología alguna (Estados Unidos sí la tiene) y sin régimen socioeconómico alternativo (Estados Unidos, como lo reconoce Gláziev, tiene a su favor una enorme ventaja cognitivo-informativa que responde al mismo tipo de régimen -capitalista- al que aspira Rusia). No es un "choque de civilizaciones", cantaleta creada en algún momento por el estadounidense Samuel Huntington sobre todo para utilizar al mundo islámico contra Europa y Rusia al mismo tiempo. Es una competencia por mercados en la cual algunos consideran inadmisible la competencia -la rusa, por ejemplo, que decidió desde la época soviética la burocracia KGB- y la Federación Rusa debe quedar bajo una u otra forma reducida a un apéndice de materias primas. Que es por cierto -gas y petróleo- lo     que "la potencia" ofrece a medio mundo. Desde la época de la Unión Soviética: petróleo era lo que mantenía a los cubanos y otros aliados (europeos) del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME). El descubrimiento de grandes yacimientos en los años '60 en territorio soviético terminó "zanjando" los verdaderos problemas, del socialismo. Bueno, he aquí los "valores tradicionales rusos" (da click en el botón de reproducción).


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