Otro intento, nuevas andanadas en contra: la autodenominada "Cuarta Transformación" en México cambió la idea de educación e introdujo algo nuevo, la Nueva Escuela Mexicana (NEM). Esta contiene numerosas buenas ideas en materia cívica, para formar ciudadanos, y en materia de moral, digamos que para formar lo que pudiera llamarse simplemente "hombres de bien" o "gente de bien". La NEM busca inculcar valores y admite que la escuela es un ámbito crucial de aprendizaje de la socialización, al grado que, agreguemos, debiera ser capaz de subsanar, si las hay, deficiencias familiares, a diferencia de lo que llegó a ponerse en boga: que la familia le diera órdenes al maestro, como si no fuera más que una empleada doméstica. A su manera, la NEM no está alejada de los ideales de la Cartilla moral de Alfonso Reyes ni de la Guía ética para la transformación de México. No es reprochable la atención dada a la "perspectiva de género", si es para educar en la igualdad de hombres y mujeres y erradicar el machismo, ni al medio ambiente, tema que ya abordaba Reyes.
Si acaso puede lamentarse la mención innecesaria de la incumplible agenda 2030 de Naciones Unidas, y que, curiosamente, se postule el bien sin mención del "mal", es decir, de la necesidad de rechazar actitudes que pueden ser consideradas antisociales. Se bordea así el catálogo de buenas intenciones. El segundo problemas es el rechazo manifiesto a un individualismo mal entendido, es decir, confundido con el egoísmo, cuando en realidad un propósito de la educación puede ser el florecimiento de las individualidades, para contar con una mayor riqueza social (que no se reduce a riqueza material, y que México ha demostrado poder tener en distintos ámbitos). Lo mencionado tiene que ver con una interpretación errónea de la meritocracia, atribuida al llamado "neoliberalismo", y con ella, de la equidad, que en vez de dar a cada quien lo que le corresponde buscando nivelar las condiciones educativas de partida, se entiende como "dar a uno sin perjudicar a otro", a riesgo de que el conjunto se "nivele" para abajo o, como se dice, "bajando la escala".
Lo que ha provocado el rechazo de los "demócratas liberales" es la idea de poner a la escuela toda, maestros y alumnado, al servicio de la "comunidad". Si se considera lo postulado en la NEM, no está reñido, contra lo que se piensa, con un carácter universal de identificación con la nación, puesto que se postula abiertamente y de manera explícita el fortalecimiento del amor a la Patria y de la identidad mexicana, como quiera que se entienda. El tema es que sí hay cierto riesgo de fragmentación o de vaguedad cuando se introducen temas de moda como la "interculturalidad", el asunto mismo de los contornos de "la comunidad", antes que la sociedad y la anulación de las individualidades para beneficio de "la comunidad", lo que sugiere que, a la antigua usanza, se está percibiendo como opuesto lo que no debería estarlo. No cabe el llamado "neoliberalismo" con sus simples individuos "sin sociedad", pero tampoco volver al idilio de la fusión comunitaria, que sabe encargarse de torpedear el florecimiento de las personalidades y los talentos individuales (el subdesarrollo sabe hacerlo muy bien para "gastar" vidas). Con el apoyo de uno que otro cambio al artículo 3o de la Constitución, la NEM refleja las contradicciones del régimen actual.
Como quiera que sea, seguramente haya que tomar en cuenta, sin bajar la escala (ya de por sí baja), cómo hacer para evitar que la realidad social (que incluye a lo que se llama "la comunidad") desbarate planes interesantes: el problema de la deserción en la secundaria no es menor y a la preparatoria no llegan todos los que tendrían que llegar, por lo que en la práctica no se cumple la universalización de la enseñanza, incluso a nivel primaria. En estas condiciones, no es seguro que una vaga "comunidad" -si es que no está en realidad deshecha- pueda subsanar un problema de estructura socio-económica frente al cual se han propuesto en gran medida paliativos. Al parecer, no hay mucha conciencia de que el sistema socioeconómico vigente empuja en dirección contraria de lo que las buenas intenciones aspiran a lograr. La solución no debiera ser "chatarra" o "patito", de tal modo que el propósito de la NEM se pierda, como otros positivos del lópezobradorismo.
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