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martes, 19 de julio de 2022

MÉXICO: CREÍBLE, NO VERDADERO

 En México, como en otros países de América Latina, la justicia está remplazada por el linchamiento, al margen de una verdad que importa menos que la cohesión comunitaria en el ritual.

       El autor del asesinato del agente de la DEA (Agencia de Control de Drogas) estadounidense, Enrique Camarena, el cubano-estadounidense y oficial de la Central de Inteligencia Americana (CIA), Félix Ismael Rodríguez, puede estar tranquilo en la impunidad. "Se" repetirá hasta el cansancio que el autor fue el narcotraficante Rafael Caro Quintero.

      En este asunto del narcotráfico, alguien como el lópezobradorista Epigmenio Ibarra incurre en lo mismo, al igual que quiso hacerlo el abogado Netzaí Sandoval: buscar un juicio contra el hoy ex presidente Felipe Calderón (derecha, Acción Nacional) por la "guerra contra el narco", que no fue tal. En colusión con Estados Unidos, y entre otras la DEA, Calderón hizo otra cosa: quitarle al cártel de Sinaloa los rivales de encima. Sucede que Estados Unidos no está interesado en acabar con el tráfico de estupefacientes, sino en controlarlo para llevarse su parte de ganancia. Al mismo tiempo, y aunque suene extraño, seguramente Estados Unidos no quiere el caos total en México, sino apenas el "caos controlado", por lo que es preferible el monopolio del cártel de Sinaloa a una miríada de cárteles generalizando la violencia por pelearse las plazas. Es una cuestión de Estado, pero es más sencillo meterse con Calderón que con Estados Unidos y la DEA, parte del pacto. Al parecer, no se nota que la economía mexicana se mantiene a flote en parte gracias a las inyecciones de dinero del narco. Calderón no actuó como un tonto o imprudente, contra lo que pueda pensarse, aunque gente como Genaro García Luna haya querido aprovecharse de los propios estadounidenses.

     Los estadounidenses en México son prácticamente intocables. La DEA contribuyó a la captura de Caro Quintero, pero se "tapó" el problema que este procedimiento representa. Hace algún tiempo, el muy poco inocente actor estadounidense Sean Penn contribuyó de una u otra manera a la localización de Joaquín El Chapo Guzmán, al menos según declaraciones de la actriz Kate del Castillo, a quien Penn engañó. Ni quien se haya metido con Penn: fue a Del Castillo a quien le hicieron problemas en México.

      Acaba de morir el ex presidente Luis Echeverría, lo que motivó una nueva andanada de linchamiento, acusándolo de nuevo del imposible cargo de "genocida" por algo -los sucesos del 2 de octubre de 1968- que inculpaba en realidad al encargado del Departamento del Distrito Federal (DDF), Alfonso Corona del Rosal, otro que se fue impune. Los vínculos en las provocaciones del 68 llegan hasta la CIA, al igual que la formación de "Los Halcones" que actuaron el 10 de junio de 1971, pero la pista no se sigue y resulta que, muy lejos de Estados Unidos, la extrema izquierda, que en el tema le hace el juego a los empresarios, se toma por "la Historia" (¿tiene dueño?) para "condenar" a Echeverría, como lo hace otro nombramiento erróneo del presidente Andrés Manuel López Obrador: Rosario Piedra Ibarra, sin mérito suficiente, al frente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH).

      Topar con Estados Unidos es hacerlo con pared. Recientemente, la Fiscalía General de la República (FGR) decidió reabrir el caso Colosio. Es muy sencillo: el "asesino solitario", Mario Aburto, nunca paró de contradecirse y, de manera muy sorprendente, el video no editado del asesinato no fue dado a conocer sino hasta hace poco, mientras que se dejó de lado una línea de investigación señalada por investigadores y periodistas (como Laura Sánchez Ley) como importante: la de las contradicciones en las que incurrió el agente del CISEN (Centro de Investigación y Seguridad Nacional), Jorge Antonio Sánchez Ortega (amigo de Aburto, por cierto), sin ser molestado por nadie. El cuarto sub-procurador del caso Colosio, Luis Raúl González Pérez, prefirió la credibilidad a la verdad y cayó en el absurdo en la línea de investigación mencionada.

     Caro Quintero, El Chapo, Calderón, Echeverría o Aburto distan de ser o haber sido blancas palomas, pero queda claro que en México las formas de injerencismo de Estados Unidos son un tema tabú, ante el cual se prefiere practicar el ritual local del chivo expiatorio, entre otras cosas para satisfacción de los propios estadounidenses. Es casi como si Caro Quintero, Echeverría, Guzmán Loera o Calderón fueran "asesinos solitarios". Qué interesantes pueden ser los rituales de una comunidad para mantenerse cohesionada de un modo primitivo, arcaico en el que, a fin de cuentas, se acaba, como decía Justo Sierra, en el país "alérgico a la verdad", así esté a la vista para quien desee salirse de la comunión. El camino equivocado es "créersela" (da click en el botón de reproducción).






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