El proceso mexicano autodenominado como 4T (Cuarta Transformación) sigue dando de qué hablar, al privilegiar lo que ya parece cierta forma de cuatismo (amiguismo) sobre las posibilidades del profesionalismo en el manejo de los asuntos públicos. El presidente Andrés Manuel López Obrador nombró al frente de la Secretaría de Educación Pública (SEP) a una maestra, Leti (Leticia Ramírez) con escasos 12 años de clase, pero un buen paso por un tipo de sindicalismo magisterial muy gremialista y por puestos gubernamentales, desde que el actual mandatario fuera jefe de gobierno del Distrito Federal (hoy simplemente Ciudad de México). Tal vez sería de añorar gente menos decente pero más eficaz, porque los asuntos de gobierno son para responder a necesidades de la población y no para darse aires con "la causa". Se puede llegar a extremos cuando se promueve a la familia Salgado en el estado de Guerrero, sin que esta observación implique aplaudir al clan Sandoval Ballesteros. Sin profesionalismo, aunque hay excepciones, el lópezobradorismo puede caer en una variante poco institucionalizada de clientelismo.
Algunos ya se han animado a salir del clóset ideológico. Uno de los dos favoritos para suceder a López Obrador, el canciller Marcelo Ebrard, acaba de celebrar sin tapujos, expresamente, el carácter socialdemócrata del presidente colombiano Gustavo Petro, que no lo es, entre otras cosas porque -tal vez no se note- no queda gran cosa de la socialdemocracia, salvo en la simpática creencia de que cualquier país que se lo proponga puede ser un poquito escandinavo: después de todo, López Obrador propuso un sistema de salud "como el de Dinamarca". No debiera dejar de llamar la atención en dónde tiene su espacio Ebrard: el periódico Milenio.
El problema está cuando no se sabe lo que se dice. Para Ebrard, parte de lo que hermana a México y Colombia es que son "naciones multiculturales, poseedoras de costumbres y tradiciones ancestrales", que tal vez incluyan la "costumbre" de arreglárselas a balazos. Para Ebrard, Colombia es una nación con una riqueza cultural milenaria, algo que descubrió el propio Ebrard, pues ni los muiscas...Todo lo anterior vuelve a Ebrard, quién en realidad no para de comulgar con los Demócratas estadounidenses, un fanático de la "inclusión en la diversidad". En la euforia se puede olvidar que Colombia mostró recientemente en las urnas su hartazgo de la oligarquía, pero también una profunda división sobre la manera de zafársele. Petro es expresión de una parte de la "ciudadanía" colombiana, no de "todos los rincones sociales", es de esperarse al menos, pese al pacto ya hecho con el uribismo. Ebrard quiere lo siguiente: "naciones" que "impulsen nuevos modelos de desarrollo que privilegien a las personas por sobre todos los intereses", algo simplemente fantástico y adorable, además de muy clasemediero. !Qué nadie se mueva! Hay que quedar bien con todos por encima de todos. Ebrard remató a propósito de Colombia: "finalmente, lo que no se obtuvo con el conflicto armado, se alcanzó con el voto".Peor, imposible, pero a estas alturas el progresismo ha vuelto a perder piso con la nueva "ola" y la llegada de lo que el canciller llama sin problemas la "marea rosa". No se puede estar tuiteando todo el tiempo, viajando de acá para allá y en protocolos interminables sin llegar por ignorancia a cierta forma de "desconexión" de la realidad, así sea porque un día tiene 24 horas. Dado que Dios tampoco le dió a Claudia Sheinbaum, otra favorita del lópezobradorismo, dones especiales, es probable que buena parte del progresismo sea una buena manera de hacerle cargar a la izquierda con el peso de la crisis y ciertos paliativos. Eso es para algunos "vivir sabroso". Pues aquí vamos (da click en el botón de reproducción).