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domingo, 7 de agosto de 2022

TODOS SOMOS BROTHERS

 El Papa Francisco ha sabido estar a tono con los tiempos, lo que no forzosamente es positivo. Ya ha sido posible descubrirlo haciendo declaraciones propias de alguien completamente desinformado. No importa: a decir verdad, con todo y la simpatía que pueda provocar, Francisco -Jorge Mario Bergoglio- es un campeón de la demagogia. Tal vez sea el motivo del reconocimiento en Time o Rolling Stone. El hombre, nacido en 1936, logró situarse entre un dejo de seriedad y el acomodo que permite todo buen jesuitismo. Es, por definición, una forma de pensar astuta, ambigua y cautelosa: el señor quiere que seamos fratelli tutti, es decir, que usted y quienes lo explotan sean hermanos. Tutti Frutti.

       Ahora lo que está en boga es "no ideologizar", porque se confunde propaganda e ideología, y saber en cambio hacer operaciones de mercadotecnia, que no aparecen como "ideología". La cultura, o lo que sea que se entienda por ella, sobre todo si uno se coloca en plan identitario, vende bien. Es así que, en una entrevista reciente y en referencia a América Latina, el Papa no pudo pasarse de la eterna retórica sobre "la unidad con la que soñaron San Martín y Bolívar". No es lo que cuenta, sino el hecho de que Bergoglio se haya sacado de la chistera "los valores latinoamericanos". ¿Los de quién en América Latina? Más de uno cree desde luego en la existencia de estos valores, como ahora se cree en "la Rusia eterna" o en el confucianismo para China, si cabe preguntarle a la actual dirigencia china. De seguro deba ponerse por delante la familia y su unidad como metáfora de la sociedad.

      Algo muy interesante de hacer notar es que el Papa Francisco no es ningún tonto ni un inocente. Se formó al calor de ciertas corrientes religiosas que efectivamente reivindicaron en su momento "los valores latinoamericanos". Dos autores son clave: Pedro Morandé y Juan Carlos Scannone. Para éstos, dichos valores no salen de la nada, sino que son, ni más ni menos, que los de la hacienda, textualmente. Lo que el Papa Francisco reivindica es así la nostalgia de una forma de organización social que se ha ido extinguiendo y que dió sus últimos coletazos a finales de los años 60. Contra lo que han retratado Morandé y Scannone, se está lejos de un mundo idílico, pese incluso a una apariencia festiva: el mundo de la hacienda fue históricamente brutal con los peones, de la misma manera en que "la Rusia eterna" lo fue con los siervos. Se trata de idealizaciones descontextualizadas para el consumo. Y el Papa Francisco es en buena medida un Papa para el consumo, de donde cierta frivolidad o mundanidad. Tal vez se le pueda declarar "patrimonio de la Humanidad" o "Papa mágico", si la moda es el rescate de todo lo colonial -donde se origina la hacienda en el siglo XVII- para consumo turístico. 

     Este tipo de reacciones, al igual que los asuntos de la "Rusia eterna", son muestras de un impasse, que pasa entre otras cosas por la incapacidad para construir un capitalismo liberal y para aceptar la modernidad, lo que ha sido denunciado en América Latina por distintos autores, poco escuchados, desde Juan José Sebreli hasta H.C.F.. Mansilla. Los cambios más recientes, si son un cambio de época, muestran la penetración capitalista en América Latina, no en todo negativa, y el destanteo de quienes crecieron todavía en los modos de la hacienda. Contra lo que se cree, el tiempo de la "excepción" pudiera estarse acabando, pese a la demagogia de Bergoglio.

     Este tipo de construcciones se basa en la creencia, errónea, de que algo tan vago como "Europa" le quiso imponer sus "valores al mundo". En realidad, en su momento algunos países europeos llevaron al mundo no su cultura específica, sino el capitalismo del que eran portadores, en particular Gran Bretaña y Francia, hasta que Estados Unidos tomó el relevo con un truco: haciendo pasar los valores capitalistas por algo específicamente estadounidense, lo que no es del todo falso, y al mismo tiempo digno de exportarse por Destino Manifiesto al mundo entero. Luego, hay quienes se tragan el capitalismo como si fuera no algo universal, sino una especificidad cultural de tal o cual. Y oponen entonces otra especificidad cultural (con formas particulares de capitalismo, por lo demás). El Papa Francisco es, en este sentido, digno del folclor, de ponerse un poncho y salir al balcón en El Vaticano acompañado de lo más parecido a Los Calchakis o algo así. Como sea, cuando toque ciertos temas debiera dejar de lado...el paternalismo del patrón. Gracias de antemano, don Francisco.


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FANÁTICAMENTE MODERADOS

 En varios países de América Latina, la izquierda, que tiende más bien a ubicarse en el centro-izquierda (del que no queda excluida Venezuel...