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viernes, 19 de agosto de 2022

RESCATAR AL SOLDADO PATOLZIN

 Nunca ha quedado claro si tomar en bola autobuses ajenos es una actividad lícita. Puede llevar a problemas, como tomarse autobuses con cargamentos de droga. O al enojo de los chóferes, de origen popular, al grado que alguno de ellos decida encerrar bajo llave a quienes vandalizan el transporte. Es como la actividad guerrillera: difícilmente puede esperarse una respuesta "con todas las de la ley" cuando algún grupo decide colocarse al margen de ésta. Sobre todo cuando se está en territorios como los de América Latina, donde el uso de la ley es de lo más dudoso.

       El gobierno de México decidió proceder contra el exfiscal del caso Ayotzinapa, Jesús Murillo Karam, en medio de un asunto fantástico. Ya habían sido identificados en Innsbruck, Austria, algunos restos óseos de los 43 normalistas desaparecidos en Guerrero en septiembre de 2014. El encargado del caso, Alejandro Encinas, de la secretaría de Gobernación, salió a decir, entre otras cosas, que no hay "indicios" o "evidencias" de que los estudiantes estén vivos. Seguramente que no, puesto que esos restos fueron debidamente identificados. Al menos se sabía que unos cuantos de los 43 ya no estaban vivos. Pero se hizo correr, cómo no, el rumor de que el ejército mexicano los tenía encerrados Dios sabe dónde.

       Veamos a quien podía interesarle el caso. Se reveló que un miembro del ejército estaba infiltrado entre los normalistas: Julio César López Patolzin. Su responsable no lo buscó cuando resultó que desapareció con los demás. Los motivos pudieron haber sido varios, pero el alegato es que si se hubiera buscado al soldado López Patolzin, se hubieran "activado las alertas" para su búsqueda y, con ella, de todos los que desaparecieron. La periodista Anabel Hernández hizo una investigación seria sobre lo que intituló La verdadera noche de Iguala, y quedó claro que el ejército en el lugar estaba al tanto de mucho de lo que ocurría. Sin embargo, ahora se sabe que no se movió ni para salvar al soldado López Patolzin. Si es así, el ejército simplemente no metió las manos en lo ocurrido en la "noche de Iguala", y es Encinas mismo quien aporta las pruebas (hay más, por cierto). Dicho de otro modo: el ejército sabía, bastante al menos, pero no participó, que es lo que ahora se le reprocha. Como otros saben muy bien de qué se trata, el periódico estadounidense The New York Times redactó:  "la participación de los militares en la desaparición de los estudiantes, algo que los grupos de derechos humanos habían denunciado durante mucho tiempo, llega en un momento delicado para López Obrador, quien ha otorgado más autoridad a los militares".. Es lo fantástico: Encinas acaba de decir que justamente porque ni sé qué teniente no movió ni un dedo, es decir, no participó, fue desaparecido entre otros un soldado. De lo que el periódico en cuestión deduce "la participación del ejército", asunto que se le preguntó hace siglos a Murillo Karam. Al menos que lo que diga Encinas es que "al no participar, el ejército participó": fantástico porque, sin que se haya aclarado qué sucedió, resulta que el ejército de México hace las cosas "sin querer queriendo".

     Encinas llegó a las premisas "que todos quieren" partiendo de las conclusiones; "fue un crimen de Estado". Es sabido que en la desaparición de los 43 participaron policías minicipales y estatales, coludidos con el grupo criminal Guerreros Unidos, que tuvo un papel importante. Como no se consigue distinguir gobierno de Estado, resulta que Guerreros Unidos es una institución del Estado. 26 personas clave para obtener información han fallecido: prácticamente todas, del crimen organizado.

     Murillo Karam fue detenido bajo cargos de desaparición forzada, tortura y delitos contra la administración de justicia. El primer cargo es de antología, pero se colige de lo anterior: puesto que Guerreros Unidos es una institución del Estado, se antoja acusar al exfiscal de desaparición forzada -la lógica es impecable-, máxime si en el asunto, sin que se sepa cuál, participó "gente del más alto nivel".En lo que participó Murillo Karam es en "una acción concertada del aparato organizado de poder , desde el más alto nivel de gobierno, que ocultó la verdad de los hechos, alteró escenas del crimen, ocultó los vínculos de las autoridades con el grupo delictivo y la participación de agentes del Estado, fuerzas de autoridad y autoridades responsables de la procuración de justicia en la desaparición de los estudiantes". No hay error: no es mala administración de justicia, sino complicidad, textualmente, en la desaparición de los estudiantes, por lo que tal vez Murillo Karam diga de una buena vez dónde carajos están. Si Encinas sabe "la verdad de los hechos", falta que la aclare, porque no ha dado ninguna versión distinta a la de Murillo Karam.

     Afortunadamente el periódico Milenio sabe lo que hace al mantenerle una columna al provocador favorito del lópezobradorismo, Epigmenio Ibarra: quien volvió a ponerse enfático: "si Peña Nieto, Murillo Karam, Cienfuegos, Osorio Chong hubieran reaccionado de inmediato y ordenado una operación de búsqueda y rescate en lugar de preocuparse por encubrir a los responsables y cerrar el caso muy distinto habría sido el destino de los 43". A este ritmo, lo anterior supone que Ibarra sepa del tiempo transcurrido entre la desaparición y la ejecución reconocida por Encinas. Al menos que sea el Zerón de la 4T En fin, para los que no contaban con la astucia de Epigmenio Ibarra: sus antenitas de vinil siempre detectan la presencia del enemigo. Que a nadie se le chispotee: en este pueblo todos saben de lo ocurrido, aunque nadie logre ponerse de acuerdo sobre los hechos. Para redondearla, en la normal de Ayotzinapa los seguirán esperando vivos.



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