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martes, 23 de agosto de 2022

RUSIA "ESTÁ AHÍ". ¿Y QUÉ?

 Apenas caída la Unión Soviética, se reanimaron discusiones culturales sobre Rusia que parecían arrumbadas, al punto que no faltó incluso quien creyera ver en el sovietismo alguna "Tercera Roma", y se publicaron textos tanto de eslavófilos como de "occidentalistas", además de las obras de Lev Gumilev, para quien Rusia sería ante todo "euroasiática".

     Algunas explicaciones interesantes sobre el pasado soviético estuvieran cerca del "culturalismo", como las de los españoles Rafael Poch de Feliú y de Antonio Fernández Ortiz, un poco en la línea de Serguei Kara-Murzá en Rusia. El sovietismo habría sido posible por la subsistencia excepcional de una antigua cultura campesina comunitaria, prácticamente hasta los años 60 del siglo pasado. Estos aportes valen mucho, pero redujeron en cambio el peso de la especificidad del sovietismo, es decir, la capacidad del socialismo para crear algo nuevo, más allá de recoger las tradiciones descritas. Así pues, hubo también aquí tendencia a suplantar la explicación ideológica por la cultural, con lo que se llegó a un "excepcionalismo ruso". De una manera general, ninguna cultura debiera hacerlo, ni es especialmente agradable cuando pretende ser "excepcional". En Rusia se llegó al "enigma" local y a los misterios del "alma rusa", supuestamente imposible de comprender con la razón, al decir de Fiódor Tiutchev, quien se hizo replicar por Teodor Shanin que para comprender a Rusia no quedaba tal vez entonces sino el trasero.

     Ayunos por completo de ideología, aunque habiendo adoptado el capitalismo, los rusos se enfrascaron en las viejas discusiones culturalistas y, ya con el presidente Vladimir Putin, se construyeron su propio excepcionalismo, entre otras cosas sobre la base de "los valores tradicionales" y un intento de regreso a la religión. Si una parte es comprensible dada la amenaza grave que empezó a planear sobre la Federación Rusa, otra parte terminó siendo inexcusable: ahí está justamente el caso de Alexandr Duguin, cuya hija, Daria, de 29 años, perdió en estos días la vida en un atentado dirigido contra su padre, a las afueras de Moscú, capital rusa. El atentado fue atribuido por Rusia a los servicios secretos ucranianos.

     Lo cierto es que, en el extravío total, Duguin se volvió "teórico" del movimiento "eurasianista" sobre bases dudosísimas, desde el rescate de una nefasta geopolítica hasta el coqueteo abierto con las ideas nazi-fascistas de Martin Heidegger y Julius Evola. El cóctel podía sorprender por su megalomanía, pero no dejaba de ser éso, un cóctel, apto para las ambiciones del "equipo ex KGB" que se hizo del poder en Rusia con Putin, pero que, al igual que el último líder soviético, Mijaíl Gorbachov, no tiene nada que ver ni con marxismo ni con leninismo. Como lo ha señalado el portal sovross.ru, del Partido Comunista de la Federación Rusa, hace rato que se dejó de lado la respuesta a las preguntas más simples: en qué país vivimos, hacia dónde nos dirigimos. Todo está "congelado" en el "enigma" y los "misterios del alma" en medio de restos de sovietismo que llegan a aparecer flotando en la superficie. Desde luego que, cuando se está en la confusión y no se quiere tampoco aclarar mayor cosa, se termina en lo "insondable" o hasta -era lo preferido de Gorbachov- "lo muy complejo". Digamos que Rusia "está ahí". Qué gusto...(da click en el botón de reproducción).


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