No fue Marx, sino el escocés Adam Smith, a finales del siglo XVIII, quien dijo que, para sostenerse, una sociedad debe basar en la cooperación y la simpatía, que entendía como la "empatía" hoy, la capacidad para ponerse en el lugar del otro, "en sus zapatos". Decía Smith que la cooperación es a tal punto importante que, en una banda de ladrones, para que subsista éstos deben abstenerse de robarse entre sí, es decir, cooperar en vez de conducirse como rivales. Lo de Smith no era puramente moral: también tenía que ver con la creciente división del trabajo, que vuelve a los trabajadores más dependientes entre sí. Ya no es el artesano que hace todo (o casi) solo, por cuenta propia, por ejemplo fabricar un alfiler: ahora el que hace el hueco de la aguja depende del que endereza del pequeño metal, que a su vez depende del que prepara el metal, y así.
Cuando alguien como el ex presidente "mexicano" Vicente Fox dice "a trabajar, huevones", para criticar los programas sociales, nada más hay dos posibilidades: o Fox se construyó él solito su rancho y se fabricó también solito desde sus botas hasta su sombrero indiana, australiano o de hipster marihuano; o no se da cuenta, aparte de todas las industrias que hay en Guanajuato, de que hay gente que produjo lo que viste, calza, come y habita. Si cree que se lo debe a sí mismo, entonces cree también que el dinero tiene virtudes mágicas, como la de "ponerse a trabajar" ("tengo mi dinero puesto a trabajar") o "poner a trabajar" a quienes sostienen al ex mandatario. Es la clase de gente que cree que la leche sale sola del refrigerador. No hubo que ordeñar, ni embotellar, ni transportar, etcétera. Un buen día, amaneció en el refrigerador de Fox. Si acaso porque la señora Marta Sahagún mandó a alguien por las compras.
Robinson Crusoe no existe. Lo que cada uno tiene es cada vez más dependiente de una larga cadena de productores, que puede empezar con varios en "made in China". Un teléfono móvil no brota silvestre en Telcel. Los automóviles no "crecen" ni "se dan" en las agencias automotrices. Prácticamente todo depende de varios productores, incluyendo lo recibido a domicilio. Así, existe de hecho una cooperación social cada vez mayor: desde el que fabrica un producto y el que lo coloca a la venta en Amazon, pasando por quien hace el portal de Internet, hasta quien lo transporta, a veces por tierra, o por mar, o por avión, y quien lo entrega a la puerta de la casa; tampoco brotan pizzas en la puerta del domicilio. Mayor cooperación implica mayor responsabilidad entre productores (¿qué pasa si alguno falla?) y mayor necesidad entre ellos, por lo que la libertad es el reconocimiento de la necesidad: alguien no puede largarse así como así de la cadena de montaje o del circuito de entrega de paquetería porque otro necesita que se cumpla, o bien se perjudica todo el proceso.
Al mismo tiempo que la cooperación es cada vez mayor, hay sectores de la sociedad en los que las rivalidades son cada vez más fuertes, así sea por un poquito de poder, de riqueza o de estatus, con cada uno creyendo que todo se lo debe a su "emprenderurismo". Esto significa que se compite por lo que hay, como si fuera cierta esa idea de Lionel Robbins, un antiguo economista del siglo XX, de que la economía es la ciencia de la "asignación de recursos escasos". Esta competencia puede penetrar también en gente de abajo. Cuenta la capacidad de querer los beneficios para sí por encima o en detrimento de la cooperación, lo que es propio de sectores sociales más sensibles al estatus, las marcas, etcétera. En vez de la cooperación, está la creencia de tener algo "diferente" o "especial" que "amerita" el "anteponer", para pasar primero, de ser necesario atropellando: la marca y/o el tamaño del coche, la marca de los lentes o de los tenis, las relaciones o el tamaño de la familia, el hecho "preferencial" de ser mujer o señora, de pertenecer a tal o cual dependencia (la universidad o El Colegio de..., como si fuera de Ivy League), de ser "intelectual, académico o artista" (en pleno asunto de vedettes), indígena (así se ha ido extraviando el ex presidente Evo Morales), "político", acreedor de atención especial por ser "vulnerable" (más valía en realidad Eufrosina Cruz que Yalitza Aparicio...) o "portador de la voz de los desposeídos", y simplemente porque es hora del "Poder prieto" en el estilo de Tenoch Huerta y de cobrarse más de 500 años de maltrato. O porque mi perro es más bonito. Motivos para diferenciarse, darse importancia y ponerse a rivalizar no faltan, y es el mismo sistema socioeconómico que vuelve a la gente más dependiente que tiene a sectores enteros con las personas compitiendo entre sí al grado de negar la necesidad de cooperar y de destruir "sociedad", si se hace caso de lo que decía Smith, en vez de la simpatía (o empatía), la menor cosa suficiente para tratar al otro como competidor, si cada día todo es competencia: contendiente, contrincante, rival, adversario, antagonista, contrario, oponente. Baste en más de un lugar ver el comportamiento en el tráfico o en el transporte común. ¿Cómo reaparece la cooperación necesaria? Se descompone el semáforo, y cada uno no piensa más que en pasar primero, puesto que se trata de competencia y cada uno no cree más que "en su derecho y en su libertad". El resultado: no pasa nadie o, dicho de otra manera, que no se haya pensado más que en el interés particular y en el beneficio para sí, "exclusivo", lleva a que no pase ninguno, habiéndose destruido la cooperación, y a perder horas si no aparece un policía, o se avienta al ruedo un espontáneo, o se restablece la luz. La negación de la cooperación como necesidad es destrucción de sociedad, así haya quien crea que lo riesgoso es reconocer la necesidad (el antisocial es quien la explota...). Esta apenas se reproduce por el trabajo de muchos, pero negando la cooperación y privilegiando todas las diferencias, en nombre de "la diversidad", no hay verdadero mérito ni posibilidad de ir para adelante. Es un estado "estacionario" y, en ciertos sectores, de fuerte atomización, que si no cae en el desastre es por el trabajo de los "huevones" (!), dicho inaudito habida cuenta de que México tiene de los niveles de estrés laboral más altos del mundo, sino el más alto, por encima de China (más del 40 % de los empleados de oficina, por ejemplo, o hasta el 60 % de la fuerza laboral) y de tas tasas de explotación más brutales. El tipo de relación personal prevaleciente agota a quienes cooperan, como si por hacerlo se fuera tonto o despreciable. La contraparte es la proliferación de quienes apenas tienen alguna ocasión, o creen gozar de ventaja, no tienen problema en darle al que coopera un trato hecho para mostrar en la competencia "quién se las puede" y quién queda en el "sal si puedes".
Así, es la idea misma de sociedad la que termina por estar en riesgo, para dar paso a distintas formas de anarquía y no de vida, sino de "lucha por la sobrevivencia" (con una lectura errada del mundo animal, por cierto). Se pueden mejorar las infraestructuras, la movilidad, la conectividad y los "segundos pisos" de lo que sea, la 4T o la 5G: como no se afecta -hablando de automóviles, por ejemplo- la competencia por el beneficio propio y "exclusivo" , el estado es "estacionario" (de "embotellamiento") porque, en la contradicción y el predominio de la competencia, el resultado "espontáneo" del "mercado" es darle vueltas a la noria. La fe y esperanza deja de ser el ir hacia adelante para convertirse en ir para arriba, al grado de que se confundan las dos cosas: querer el beneficio propio y "exclusivo" de la relocalización (nearshoring) no es ir hacia adelante, sino querer estar top of the world(con ya algunos sexenios de promesas de "ser potencia"), filosofía Los Carpenters. En fin: ya se sabe quién ha sido el único en decir "coopela, o cuello" (Zhengli Ye Gong, otra joya de Acción Nacional y Javier Lozano). Qué error: es compite, o cuello. Métete al top a full. (da click en el botón de reproducción).