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viernes, 28 de junio de 2024

CONTROLAR EL CAOS

 Los primeros soldados de Kenia han comenzado a llegar a Haití para ayudar a "poner orden", y ciertamente es posible pensar que Estados Unidos no quiere involucrarse demasiado en vísperas de elecciones propias. Tal vez no importe demasiado que Demócratas -reacios a intervenir- y Republicanos, más partidarios de hacerlo, discutan algo del tema. Haití lleva varios años ya como Estado fallido, por lo menos desde el asesinato del presidente Jovenel Moise. Al decir que Estados Unidos "no sabe si intervenir o no", supuestamente por la cercanía haitiana con Cuba y Venezuela, no es más que éso, un "decir", puesto que de algún lado salen las armas de las pandillas que controlan buena parte del mundo urbano haitiano, y en particular, de la capital, Puerto Príncipe. No se sabe de nada que Estados Unidos haya hecho para frenar en particular el tráfico de droga vía Haití. Ni tampoco de nada hecho para terminar de esclarecer la ejecución de Moise. Tampoco es que Haití haya colapsado, así que no hay ninguna propuesta de ayuda humanitaria, pese a que la violencia pandillera ha provocado desplazamientos de miles de personas. No es nada más cuestión de coyuntura: los estadounidenses se fueron rápido de Somalia a la menor dificultad en tierra. Un país pudriéndose no es algo que les preocupe, sino que los kenianos y un poco de ayuda financiera deberían ayudar a retomar un poco de control sobre la putrefacción, es decir, a volver al "caos controlado" y no estar en el simple "caos" que no colapsa porque hay gente que trabaja como puede.

      Haití está como está no porque no se haya hecho nada, sino porque las misiones humanitarias y las de la Fundación Clinton y el actor Sean Penn no sirvieron para gran cosa, salvo para hacer vivir a ONGs (organizaciones no gubernamentales) y unos cuantos haitianos. La misión internacional dejó de pasó 10 mil muertos por llevar una epidemia de cólera. Una verdadera ayuda pondría límite al tráfico de droga y de armas, pero es parte del "juego", es decir, del negocio, y de una manera de descomponer de tal modo que la gente de abajo y de trabajo no pueda hacer nada. Se ha pasado del Estado fallido a la desarticulación de la nación. No se puede cancelar alternativas, como sucedió en su momento con Jean-Bertrand Aristide, por limitada que fuera, y encomendarse al extranjero creyendo que lo resolverá todo y es sinónimo de bienestar. La experiencia ya ha demostrado que no funciona.

      El otro aspecto es el de las fuerzas nacionales. Como el narcotráfico en otros países, las pandillas no son nada más un "cuerpo extraño", salido de la nada, sino el reflejo de hábitos psicosociales, por lo que no es por nada que sirven a la oligarquía local, como lo hacían en El Salvador las maras, conectadas con partidos políticos y sectores conservadores de la sociedad. Es la reminiscencia del "rey" celebrado por la matriarca de la familia: no sólo se va el colonizador pero se lo imita, sino que ésto se mezcla con hábitos más arcaicos o atávicos que no se quieren tocar: después de todo, el dictador Francois Duvalier era también el campeón de los trucos identitarios -como la "negritud" y el vudú- para hacerlos pasar por "cultura", y ahora no falta quien se crea que el "pueblo" con sus "solidaridades" puede aguantar "lo que sea" gracias a esa supuesta cultura. Duvalier padre, Papa Doc, surgió de una familia de escasos recursos y llevó las riendas de Haití gracias a paramilitares, los tontons macoutes, de campesinos desarraigados y gente lumpen citadina: ahora es, como lo ha dicho hace poco un periodista del rotativo mexicano  La Jornada, la macoutización en grande como forma de "vivir juntos" (así se denominan las pandillas), de familia y pequeña comunidad cuando ya no queda nada más. No queda entre otras cosas porque desde hace años la presencia extranjera no hizo nada por cambiar la estructura socioeconómica haitiana. Habría que precaverse de "la familia como mejor seguro social" (según palabras del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador) sin la menor protección ni garantía pública: es Viv Ansanm, ese "vivir juntos" que une en federación a las pandillas. Ahora es el lumpen el que se ha puesto en un plan muy "familiar" a condicionar la paz (da click en el botón de reproducción).



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