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lunes, 3 de junio de 2024

TAN LEJOS DE Y TAN CERCA DE...(Y NO ES PÉNJAMO)

El resultado de las elecciones mexicanas dió ventaja al oficialismo, y da para un balance del gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Como cuando éste fue jefe de gobierno del Distrito Federal, el balance es contrastado o de claroscuros.

      Como lo señaló en su momento la analista Viridiana Ríos, la popularidad de López Obrador, bastante alta (60 % de la población), se ha debido a lo que en otros tiempos se llamó "honestidad valiente", en el sentido de enfrentarse a más de un poderoso y de llamar las cosas por su nombre, defendiendo al mismo tiempo al "pueblo" (lo que sea que esta palabra quiera decir, y sí en el olvido de que "sólo el pueblo puede salvar al pueblo", porque no ha estado gobernando nadie "de pueblo", salvo el desastre de Delfina Gómez en el estado de México). Por ahora, es una parte de la “clase media” que afirma tenerle “amor al pueblo”.

      La gran propuesta de López Obrador fue acabar con la corrupción, y fue congruente en su búsqueda de lograrlo, salvo en excepciones como la de Julio Scherer Ibarra, impune y sin que la oposición lo haya tocado (como tampoco a las concesiones a Beatriz Gutiérrez Muller). No hubo robo arriba, a reserva de saber qué ocurre en instancias intermedias: Viridiana Ríos sugirió hace algún tiempo que en gubernaturas y municipios el avance no es tanto, y, salvo en la Ciudad de México, lo mismo indican las cuentas de la ASF (Auditoría Superior de la Federación). No puede decirse que López Obrador haya tenido un gran éxito. La "austeridad republicana" para canalizar dinero a programas sociales arroja dudas: no es seguro que algunos de esos programas deban ser universales, comenzando por la ayuda que recibe el propio López Obrador. Tampoco es mucha la población que ha salido de la pobreza ("no puede haber gobierno rico con pueblo pobre"), y mucho menos de la pobreza extrema. La inflación ha persistido y limitado los adelantos en materia salarial, decididos en parte a raíz del TMEC (Tratado México-Estados Unidos-Canadá), porque fue Estados Unidos que se cansó de tanto salario barato en México, y no algún sindicalismo mexicano. México sigue siendo, en más de un aspecto, un país en la inercia. No queda claro si una parte de la “ clase media”, que fue la que llevó a López Obrador al gobierno, esperaba que hubiera más reparto, luego de que desde el seductor de la patria se hiciera más política para “ un grupo” que para sectores más amplios. Sin embargo, el reparto lopezobradorista no llegó, salvo para otros sectores de la población. Desde que fue arrancando la crisis, en los años '80, apareció que la cobija no alcanza para todos. Lo que se expresa entre el voto de castigo a través de la oposición (Xóchitl Gálvez), del alto abstencionismo y del voto por el oficialismo es un anhelo de honestidad, pero también de gente competente, que era lo que se buscaba en Ebrard (sin modificar la integración con Estados Unidos). Gálvez no logró galvanizar porque en los tres partidos de Fuerza y Corazón por México lo que quedan son hábitos del antiguo régimen: de grupos en el PRD, de madruguetes en el PRI o de burdas manitas de puerco en el PAN, el viejo folclore así se diga que "el cambio viene", que "se sabe gobernar" o que se tenga de apoyo a una pléyade de intelectuales y artistas que creen poder seguir acaparando (igual que los del oficialismo, salvo contadas excepciones).

      Si de libertad se trata, los periodistas que lo pidieron fueron protegidos por el gobierno, de Guillermo Sheridan a Azucena Uresti, entre otros, sin que se les impidiera seguir echando pestes contra el mismo gobierno. No sólo hubo completa libertad de expresión, hasta llegar al laxismo, sino que López Obrador no insultó a nadie (a diferencia del sonoro "pendejo" que le asestó al presidente Héctor Aguilar Camin, quien tanto extraña los "apapachos" en dinero): nadie le dijo a Carlos Loret de Mola que es "una mierda", ni a Carlos Alazraki que es "un vejete", ni a Sheridan que es "el kakas", ni demás lenguajes floridos de una oposición, que se pretende "educada", a diferencia del “ pueblo”. No existió la menor censura. En lo que dice la oposición, no hay mucho de dónde escoger: o bien sabe que no dice la verdad pero es de mala fe, es decir que tiene fe en los efectos de la mentira (como coartada para el efecto), el engaño o el fraude; o bien no sabe lo que dice y está loca, no por un decir, sino porque lo propio de un loco es que no sabe que lo está. En ningún caso conviene ponerse a argumentar: el loco monologa y el de mala fe encuentra en lo que le dicen el pretexto para seguir creyendo en lo bueno de la mentira, si hace efecto y parece surtir efecto. Es igual de inexplicable que López Obrador haya perdido el tiempo rebatiendo a intelectuales tan "quemados" -como se dice coloquialmente en México- como también lo están bastantes de los que apoyan a la autodenominada Cuarta Transformación (por cierto: ¿Olga Sánchez Cordero es intelectual, académica o artista?). Es también exponerse el hacer "mañaneras" en un país muy presidencialista, donde se cree, para mal o para bien, que no se mueve una sola hoja de un árbol sin la anuencia presidencial. En fin, a López Obrador le encanta hablar y hasta sermonear, no sin paternalismo. Le "dieron por su lado" hasta los suyos, sin hacerle el menor caso en varios temas, notoriamente para buscar cambiar los hábitos psicológicos del llamado "neoliberalismo". Cero. Cero igualmente con la NEM (Nueva Escuela Mexicana). Y cero en los inventos de la “ marea rosa” que cada vez saca lo mismo y persiste pese a todas las evidencias en contra, desde que López Obrador se candidateaba para la capital: “ te van a expropiar tu vivienda”. La explicación está en reformas a artículos constitucionales que no existen. Engaño y fraude: fuera de maniobrar para encontrarle el flanco débil al oficialísmo, la oposición no mostró en ningún momento algún proyecto de país, constructivo, salvo para disputarle a Sheinbaum la entrada de inversión extranjera masiva, una coyuntura más. La oposición se ganó sus resultados. Debe tomarse en cuenta que hubo una abstención significativa, además de que parte del voto a la oposición fue de castigo, más que de convicción, a tal grado llega la descomposición en Acción Nacional, la muy lamentable del PRI (Partido Revolucionario Institucional) y la del PRD (Partido de la Revolución Democrática). Por si acaso, otro dato: la oposición (Movimiento Ciudadano) se quedó con Jalisco.

      No tiene ningún sentido hablar de "dictadura", saliendo a gritarlo a voz en cuello en la calle, sin la menor represión, ni de "narcogobierno" (ni Acción Nacional ni el PRI son los mejor colocados para "sembrar", como policías judiciales de antaño, este tipo de acusaciones), ni realmente de "autoritarismo" para descalificar como "no democrático" a López Obrador, quien no destruyó el INE (Instituto Nacional Electoral) ni impidió elecciones ni que se expresara quien quisiera y como quisiera. No se trata más que del guión de una parte de los interesados en Estados Unidos en que México quede en la inercia (después de todo, la periodista Anabel Hernández sembró lo que algunos estadounidenses necesitaban y jugó un papel más político que otra cosa). En materia de combate al narcotráfico, a grandes rasgos se siguió en lo mismo: quitarle rivales al "cártel que todos quieren" porque no extorsiona ni secuestra, e invierte en la economía. Se sabe por la misma Anabel Hernández que la decisión no es nacional, sino de Estados Unidos, donde el cártel predilecto opera a sus anchas. El sexenio que amenazaba con cambiarse a Belinda y Christian Nodal volvió a la banda y Grupo Firme, con lo que ya son 24 años al mismo ritmo, con Claudia Sheinbaum y Eduin Caz amagando con más y con Peso Pluma, que cree hacer música (más gente de Badiraguato). Siempre la confusión de lo popular con lo populachero (y hasta el olvido, según lo señaló El Independiente, de la colaboración de Carlos Monsiváis y Elena Poniatowska con el innombrable).

      Un gobierno es elegido para hacer la política del partido o la coalición que gane, no para gobernar "para todos", y en este sentido se vota, con una preferencia. No tendría caso votar por el Movimiento de Regeneración Nacional (MoReNa) para que haga la política de Acción Nacional. Es legítimo que un partido, para impulsar su política, quiera el Legislativo y el Judicial, salvo que no se entienda el asunto de los "pesos y contrapesos" repetido como para loros. De no ser así, la democracia sería "a la peruana", con los tres poderes, igualmente corruptos, estorbándose entre sí hasta paralizarlo todo (dizque por "hacer contrapeso"). Simplemente, López Obrador hizo "su" política, en particular para beneficio del sur-sureste. Ocurre que el gobierno no es el Estado, que a su vez expresa el interés general, y sería deseable que, si un Estado es débil, el gobierno tienda a fortalecerlo, más allá de opciones particulares para la nación. Con preferencias para "su" gobierno, incluso en el uso del presupuesto, el lópezobradorismo descuidó lo poco que queda de Estado y, así, afectó a sectores de la población no desdeñables, y que incluso votaron alguna vez por López Obrador. Quebrado el Estado como interés general o voluntad general, no podía ocurrir sino que el gobierno fuera parcial (para "el pueblo"). La autodenominada Cuarta Transformación no entiende nada del resquebrajamiento del débil Estado mexicano. Si acaso, quien más perfil tenía de estadista, Marcelo Ebrard, quedó descartado esta vez, en parte porque Sheinbaum fue fabricada por mercadotecnia.

      En materia de seguridad, la principal preocupación de la mayoría de la población mexicana, hubo algunos buenos resultados (en particular en secuestros y feminicidios, aunque no en extorsiones, a tipificar como delito grave), y no en homicidios, salvo en la Ciudad de México. Sigue sin parecer asunto directo de pobreza: las ayudas sociales llegaron con bastante efectividad a estados pobres, del sur, y al mismo tiempo se fue a incrustar entre aplausos el cártel favorito en el estado de Chiapas, que era el más tranquilo del país. Es difícil pensar que "Mi beca para empezar" sea el motivo de la reducción notoria de la violencia en la Ciudad de México, luego de que el jefe de gobierno anterior, Miguel Ángel Mancera, cerró mal, aunque sin las pifias de Alejandra Barrales.

      Quedan los proyectos estrella: un corredor interoceánico para beneficio estadounidense, un Tren Maya turístico dudoso, un AIFA (Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles) poco funcional, hasta ahora, y la refinería de Dos Bocas para dejar de "exportar naranjas e importar jugo de naranja", lo que es cuerdo, aunque no lo fueran tanto los costos de estos proyectos en detrimento de funciones del Estado, es decir, más de gobierno que de Estado. El asunto podría seguir, habida cuenta de notorias diferencias regionales en el voto, habiendo arrasado el oficialismo en el sur-sureste y en parte del centro; no le fué tan bien en el Bajío (Querétaro, Guanajuato, Jalisco, Aguascalientes y parcialmente Michoacán) ni en el norte, con excepción de Sinaloa y Sonora, además de Baja California. El problema con buena parte de la "clase media" sigue, a juzgar por lo cerrado del resultado en la Ciudad de México.

     En estos momentos, nadie plantea zafarse de la integración máxima con Estados Unidos, del que se está y parece que se estará más aún "tan cerca", mientras el país se queda "tan lejos" de Dios. Como Claudio X. González se describe "de centro progresista", debe ser el equivalente del Partido Nuevo Progresista puertorriqueño, mezcla de proDemócratas y proRepublicanos, conservador y liberal, proclive a no darle tantas vueltas a la anexión (si Estados Unidos quisiera...). En cambio, habiendo "hecho Historia" y tal vez queriendo seguir "haciendo Historia", el otro es popular, Partido Popular Democrático, más proclive al Estado Libre Asociado. No son pocos los países de América Latina partidos en dos y dándole vueltas a una noria que está afuera, aunque algo de ilusión puede crear en México el oficialismo. El actor mexicano Damián Alcázar, alguien derecho, puede apoyar exaltado a Sheinbaum porque "defiende la soberanía nacional", pero la oficialista ha afirmado que con Estados Unidos hay "un matrimonio que no puede divorciarse": quiere decir que no hay ninguna soberanía. O que Sheinbaum también va camino a no tener idea del significado de lo que dice. Eso es sinrazón. En su programa de gobierno, Sheinbaum carece -como quien se lo coordinó y "no cura ni una gripe"- de visión de Estado y de otra nación que no sea la de blusas de folclor de boutique.

      En política exterior, sin olvidar que el canciller fue Ebrard, alguien más capacitado que "la doctora", científica a fin de cuentas, López Obrador no hizo mal papel, ni ante Estados Unidos, ni ante los problemas latinoamericanos.

      Dos escollos que López Obrador no pudo franquear: los medios de comunicación masiva, a los que habría que agregar la propagación de mentiras en las redes sociales, y un aparato de Justicia que no funciona, lo que es muy grave. En lo de "Estado" Libre Asociado, habría que ir un poco más allá de lo "libre" y lo "asociado". (y seguimos con música puertorriqueña: da click en el botón de reproducción). Quedarse sin lo de “Estado” es más desintegración y descomposición, además de pugnas intestinas para beneplácito de los que están “tan cerca” o “tan dentro” de Estados Unidos. Pero para balance del sexenio, habrá sido como el anuncio: "póngale lo sabroso", así el chilito le haya resultado demasiado "picosito" a los del PRIAN. Fue un sexenio un poco rudo; el siguiente se anuncia más técnico.



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