El teléfono móvil es como cualquier instrumento técnico, incluyendo la Internet, para la que no se educa, porque educar es "conducir" (e-ducere), y hoy puede parecer "autoritario". ¿Quién y con qué derecho puede pretender "conducir" a otro?
El teléfono fijo, algo en desuso, no siempre era bien utilizado, pero era doméstico, o si estaba en la calle, cabe notar que con la idea de reserva para hablar, en mayor o menor grado, con cabina, ni se diga en los países con inviernos difíciles. Así, en el espacio público que era la calle, los teléfonos fijos estaban hechos de tal modo que no fueran motivo para enterarse de vida, santo y seña de cada uno, si bien había bromas, por ejemplo sobre la manera de parlotear de un albañil ('qué? no pus ¿por qué? Nooo, qué. O bueno, ¿qué?, o ¿de qué o qué?, y así durante largo tiempo). También había horas para llamar.
Algo cambió, es posible recordarlo, con el beeper, bastante típico de gente de negocios que a cualquier hora puede que le propongan uno o que le aparezca un cliente. Es el "estilo de vida" del ejecutivo de empresa, que debe estar localizable en cualquier momento para "la transacción" o alguna oferta. Después de todo, hasta hoy los bancos no respetan horarios y llaman casi en cualquier momento si alguien tiene "un excelente historial crediticio por lo que se hizo acreedor a una promoción que dura solamente este mes y que...". Ni se diga en caso de un mínimo atraso de pago: el teléfono suena a cada rato, así se trate de una mínima cantidad, o se molesta a un familiar también en cualquier momento, porque es ya plan de "cacería". El que tenía su pequeño beeper debía interrumpir lo que estuviera haciendo -aunque hubiera ganado en algo de libertad- si mandaban mensaje el jefe o la secretaria. ¿Era el problema del pequeño aparatito? No: lo era del negocio que, como lo indica la palabra, debe estar 24/24, porque es neg-otium, ni el menor tiempo de "ocio" o libre, sino la necesidad de "rendir" a toda hora. Si acaso, alguna educación debiera consistir en mostrar que el celular tiene un uso distinto según quien lo tenga. Pero ya no era exactamente así desde la época del teléfono fijo.
Hay países como Ucrania o Rusia en los cuales el celular es casi manía nacional. En todo caso, no sólo se han difundido las comodidades del instrumento, sino que con ellas, el problema es que se ha propagado cierta conducta como si cualquiera fuera hombre de negocios, disponiendo y estando disponible a cualquier hora. La calle es ahora un mundo de ejecutivos de empresa cualquiera sea su condición, porque el celular es bastante igualitario y, bueno o malo, todo el mundo tiene uno. Se puede caminar por la calle y oír de repente cómo alguien detrás de uno vocifera "Lisette, ¿vas a pasar a la escuela por los niños sí o no?". Resulta incómodo voltear y ver que en un espacio público no queda claro ni siquiera si uno es Lisette y debe pasar por sabrá Dios qué chiquillos. Igual en lugares de venta: el que en el súper va pegado al "cel" y avienta el carrito porque ni siquiera se fija por dónde va. La mujer que arriesga un accidente en el tránsito porque, claro, "ahí va hablando esa señora por su cel" y se distrae. El que cruza la calle (esto es verídico) hablando por su "cel", gritando "va voy para arriba" y casi se le hace realidad cuando le pega un coche que apenas alcanzó a frenar al dar la vuelta: el chavo no se percató de nada porque, en resumidas cuentas, el uso de "negocios" del teléfono móvil hace perder el sentido del espacio, y más del público, hasta donde es compartido. Se deshacen todas las reglas. Y entonces se va estrechando el espacio público y la idea misma de lo que implica cooperar para convivir. Que coopere tu madre: estoy recibiendo una llamada de...y con el "cel" siempre es urgente.
El espacio privado, doméstico, también cambia. Hay chiquillos y chiquillas de México que ya no van del cuarto o recámara a la cocina para ver si ya está lista la cena, sino que se lo preguntan a mamá por WhatsApp. Hay parejas o familias que exhiben su aburrimiento e incapacidad para estar solos pegándose del celular en vez de interesarse mínimamente por el otro. La cena está lista y cada uno sigue imperturbable con su "cel" como si estuviera pendiente del curso de las acciones en la Bolsa de Tokio cuando cerró la de México y la de Nueva York. Es una manera -de tantas hoy- de hacer sentir que se es importante y que, como el señor ejecutivo o gerente, se lo es porque se está realmente muy muy ocupado. Es conocido que en México se mira el "cel" para fingir que no se está solo. Sí claro: uno tiene "un millón de amigos" y en cualquier momento uno de ellos puede querer "cantar más fuerte". Hasta pasar al "cel" fetiche con "apps" para todo. Igual, es útil: avisar que se está retrasado, que se tuvo un contratiempo, concertar una cita, un comentario rápido, lo que se quiera: no es el instrumento en sí, es el que se cree "hombre de negocios" y, como diría la canción, luego "todo lo quiere con socios". Con este uso, la propagación del "cel" sin educación -tampoco es la especialidad del hombre de negocios- da en algo entre "un mundo maravilloso" (se supone que para la comunicación) y lo que por momentos se parece bastante, en la calle o en casa, a un asilo de alienados. (da click en el botón de reproducción).