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domingo, 10 de noviembre de 2024

RUDOS VS TÉCNICOS

 Occidente se creyó que se estaba al borde de la Tercera Guerra Mundial, porque se trató de lo siguiente: la puede provocar la supuesta "amenaza rusa", por lo que, para evitarla, claro, hay que hacer negocio, es decir, venderle armas a Ucrania, de a montón. Se crea una "impresión", se actúa sobre el miedo -salvo el placer que a alguno le cause una Tercera Guerra Mundial con tal de salir del tedio-, y, lo más genial, se encuentra un nuevo mercado. Hasta ahora, no ha habido tal guerra, y hace rato que no se habla gran cosa del tema. No sirve de mucho la creencia izquierdista en "ya ven, se los dije". No es que el capitalismo sea malvado. Simplemente, busca lo suyo, que es la ganancia. Y no queda claro qué ganancia puede haber si se acaba el mundo. La Unión Europea (UE), Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) están cerca de Rusia para tragarse el mayor número de mercados posible|, y por si acaso, como lo propusiera el presidente William Clinton en los años '90, pudiera hacerse con Rusia lo que con la Unión Soviética, provocar una implosión. Se dirá que es por el bien de Rusia, para liberarla de un "autócrata", cuando de lo que se trata es de tener acceso directo o indirecto a los inmensos recursos naturales rusos. Ni siquiera importa que quien esté al frente de Rusia no esté en sus cabales: a Occidente nunca le importó la gran afición del presidente ruso Boris Yeltsin por la bebida, en los años '90. Algunos rusos no están mejor: el ex integrante de "contrainteligencia" y hoy analista Daniel Estulin, experto en fallar en sus pronósticos, cree que el problema entre Occidente y Rusia empezó como hace mil años o algo así, tras el cisma de las Iglesias católica y bizantina. Ya estamos como en la guerra de Yugoslavia: en problemas "insondables" por "ancestrales". No parece que en estas condiciones se pueda parar. Tampoco es entendible para qué inquietarse por el fin del mundo en una guerra mundial, si es algo contra lo que no se puede nada. Si acaso, podría darse una escalada y el riesgo de un conflicto nuclear limitado, pero no mucho más, salvo por error. Ni siquiera sirven de mucho los argumentos sobre el "mundo ruso", como supuesto pretexto para algún expansionismo ruso: en este caso, Rusia habría seguido hasta Odessa y Transdnistría. Simplemente Rusia ni siquiera se ha tragado Ucrania, ni siquiera con el argumento del pasado común de la Rus de Kíev. Y no porque no pueda: hace rato que Ucrania ya perdió la guerra en el Este de Ucrania -que ya es territorio ruso-, nada más que no hay motivo para no seguir vendiendo armas mientras se pueda. Desde antes de 2022, estuvo claro que Ucrania nunca consideró como propia la región del Donbás: no había nada más fácil que escuchar a algún ucraniano del centro del país hablar de Donetsk -una de las principales ciudades del Donbás- como una verdadera porquería. En vez de incluir al Donbás, en vísperas de la intervención rusa Ucrania estaba preparando nuevas masacres. Una de las cosas que desafortunadamente distinguen a los ucranianos hoy es el poco aprecio por su propia gente, al grado de mandarla a hacerse matar sin ninguna posibilidad de victoria.

      Donald J. Trump es un hombre de negocios, y ha propuesto a través de allegados suyos un plan de paz para el conflicto ruso-ucraniano. El plan comprende crear una zona desmilitarizada de mil 200 kilómetros a lo largo de la línea de conflicto; que Rusia se quede con 20 % del territorio ucraniano, y que Ucrania se comprometa a no entrar en la OTAN durante cuando menos 20 años. Por si parece que es una concesión excesiva a Rusia, el plan comprende emprender la reconstrucción de Ucrania, en la que ya están haciendo cola poderosas empresas occidentales (hay un plan general de BlackRock), y además, seguir armando a Ucrania, para que no pierda el complejo militar-industrial estadounidense. Rusia se quedaría con lo que, a fin de cuentas, no es sino en buena medida un movimiento defensivo; y, a través de la venta de armas y la reconstrucción económica, Estados Unidos, en vez de andar perdiendo el tiempo en una causa perdida y en riesgos de escalada que no llevan más que a un "topón", podría hacer un negociazo. No lo ha tenido ni Obama. Se trata así no de "ceder al autócrata", y ni siquiera de responder en algo a las peticiones del mandatario ruso Vladimir Putin de que la OTAN dé marcha atrás, sino de no pelear lo que no se puede ganar (Rusia ha vuelto a demostrar su superioridad militar hipersónica sobre Estados Unidos y la OTAN), y buscar sacar el beneficio a través de lo que queda de Ucrania, que para el caso es el 80 % del país que hace mucho rato que disfruta de ser un cuasi-protectorado estadounidense. Como parte de los planes de Trump están en eventualmente juzgar la corrupción de la familia Biden en Ucrania, podría resultar en que, a cambio de gigantescas inversiones en Ucrania, se pida de este país que deje de "desaparecer" lo que recibe entre unos cuantos privilegiados ucranianos, para ser menos corrupto. Como se dice coloquialmente en México, Estados Unidos de paso "le comería el mandado" a la UE.

      Lo dicho es una posibilidad. A grandes rasgos, salvo como Estado nación, Ucrania saldría ganando en modernización, y tal vez algo más de capitalismo aminoraría cierta fuerza de los "señores" neo-nazis que tampoco son toda la sociedad ucraniana. Se trata en parte de "congelar" las cosas, y no de un "pivote hacia Asia" que anunció el presidente Barack Obama. El interés de Trump, como no parece entenderse, es hacer negocios, y no ir a soltarle el arma nuclear a China -o si acaso a México. Se trata de tomar las medidas necesarias para evitar que China obtenga ventaja tecnológica sobre Estados Unidos, y hacerlo mediante medidas comerciales. De alguna forma, ya se hizo en el pasado, en los '80, con Japón, para orillar a este país a los Acuerdos Plaza de 1985 y para que no se adentrara mucho en el mercado estadounidense ni en América Latina, siendo que hoy la entrada de China en la región también inquieta a Estados Unidos. Está por ver si, simplemente, Trump logra tiempo para "enfriar" a la competencia económica. Los cálculos geopolíticos son parte de lo que en Francia se conoce como "cálculos politiqueros". En cuanto a "hacer Historia" por cualquier cosa, no es el estilo de Trump: está más interesado en hacer negocios, aunque no parezcan darse cuenta quienes ya se tragan cualquier cosa sin fijarse ni a qué "sabe". El interés de Trump es que se haga negocio en Estados Unidos, antes que de estadounidenses en detrimento de Estados Unidos, en el exterior. Antes de que Estados Unidos, que la tiene difícil para la MAGA (Make America Great Again), se lleve a quien se deje al despeñadero, ya que más de uno está agarrado de Estados Unidos como si fuera del Arca de Noé, y sin pensar que pudiera estarse subiendo a algo más parecido al Titanic. Si Estados Unidos, LA potencia capitalista por excelencia, se ciñe a los negocios y la técnica, limitando su carácter imperial, ya será de agradecer y de recordar que, al mismo tiempo, Trump es muy estadounidense, es decir, un hombre de negocios RUDO como tal, no exento de majadería e ignorancia, lo que no es absolutamente nada nuevo (da click en el botón de reproducción).



viernes, 8 de noviembre de 2024

¿VAN A AHUECAR EL ALA?

 Alguna gente en América Latina se agarra del presidente electo Donald J. Trump como de un clavo ardiendo. Es por ejemplo lo que hace el presidente ecuatoriano Daniel Noboa. No parece entenderse de qué se trata, ya que está por verse si a Trump lo van a dejar gobernar. Quienes, como lo ha dicho el mandatario ruso Vladimir Putin, tienen interés en que no logre gran cosa pueden buscar inmovilizarlo. Es lo que no entiende una parte de la derecha latinoamericana, que practica lo mismo que podría intentarse contra Trump. En el mandato pasado, no lo dejaron, e incluso parte de su equipo le dió la espalda..

      Los dos elementos que pueden actuar en contra de Trump son los de siempre, un poco por doquier: los medios de comunicación masiva globalistas, que de hecho ya empezaron la campaña contra el presidente electo; y el aparato de Justicia, que hace rato que le siembra de todo al magnate vencedor. Así fue durante el mandato anterior, sobre todo con el invento de que Rusia había hecho quién sabe qué para favorecer a Trump, sin que a la larga se demostrara nada. Trump ha dicho explícitamente que se ha enfrentado a los intereses del "Estado profundo", por lo que tiene en contra a la Central de Inteligencia Americana (CIA) y a la Oficina Federal de Investigaciones (FBI), sobre todo que Trump sabe sobre el asesinato de John F. Kennedy, o sobre las andanzas de Hunter Biden, hijo del presidente Joseph Biden, en Ucrania, entre otras cosas. En los intentos de atentado contra Trump en su reciente campaña hubo alguna que otra rareza del FBI. Por lo demás, el portal Zero Hedge mostró hace rato cómo, en la "toma del capitolio", los partidarios de Trump fueron objeto de una provocación y llevados a una trampa. La pelea no es muy limpia que digamos. La Justicia en Estados Unidos es buena, a ciertos niveles, mientras no estén en juego grandes intereses de negocios ni la imagen de grandes personas, salvo un outsider como Trump, más allá de que pueda haber en su equipo "halcones" indeseables. De la misma manera en que se declaró sin tapujos contra el "Estado profundo", Trump había dicho en una ceremonia en West Point que era tiempo de que Estados Unidos dejara de librar guerras en lugares que a la gente ni le importan. Hasta aquí, en la medida en que Trump cumplió y estuvo sin guerras, es difícil saber dónde quedó la izquierda que, en principio, debiera defender la paz. Trump no es la clase de persona que dice una cosa y hace otra a diferencia de lo que hacen sistemáticamente los Demócratas: Kamala Harris, por ejemplo, contra el cambio climático y al rato dejando pasar el fracking. Los Demócratas como Bernie Sanders reconocen lo sucedido, que también debiera ser motivo de reflexión para una izquierda a la que sólo parecieran quedarle imposturas de viejas glorias gastadas: los trabajadores se fueron con Trump, en un país de desigualdades flagrantes donde el 60 % de la población vive al día, lo que quiere decir que el "alma de Estados Unidos", la "clase" media, no es lo que algún día fué, además de que ni siquiera hay buen acceso a la salud y a medicamentos que son caros. Hay quienes al parecer sólo ven de Estados Unidos la fachada de modernización financiera, y ni siquiera se incomodan por el hecho de que sea un "limosnero con garrote": el nivel de vida estadounidense, que ha bajado para gran parte de la población, se mantiene a costa de parasitar al resto del mundo que se deje. Nunca se tuvo en cuenta tampoco que Trump había dado buenos resultados económicos, dentro de ciertos límites: no, el asunto es trepar para una parte de la población, no mayoritaria, sobre las espaldas de los demás, y hacer pasar el arribismo por conducta deseable. Hillary Clinton era una criminal, pero no importó su grave involucramiento en guerras como la de Libia o la de Yugoslavia, a la que empujó a bombardear. Fue William Clinton quien desde los '90 quiso que se desmoronara Rusia como lo había hecho la Unión Soviética. Barack Obama, Nobel de la Paz, fue el presidente con más tiempo en guerra. O no se sabe, o más bien no se quiere saber: es el capitalismo del fraude. Según ha dicho Sanders, las cosas empeorarán con la Inteligencia Artificial. El "progresismo" no reflexiona demasiado, ni tiene teoría de nada, salvo excepciones, y está a remolque de los medios de comunicación masiva, además de preocuparse ante todo no del público, convertido en "audiencia", sino de "quedar bien" con los amigos para garantizar ciertos privilegios. Es lo mismo con los llamados "demócratas liberales": gente que se posicionó desde los '90 para trepar y que considera que los privilegios le son ""debidos", para lo que ofrecen golpear incluso a ciegas. Es también la gente boomer y del 68 que se cree exenta de rendir cuentas, aunque con derecho a pedirlas a medio mundo si bien el tiempo pasa para todos. A partir de los '90, es gente beneficiada con la fachada financiera y con el adelanto tecnológico, pero que no parece darse cuenta de que hay problemas de valores que no se limitan a descalificar a quien no se deje cooptar: el negocio con lo que sea no lo es todo en la vida, ni ""los derechos y las libertades", ni les histoires de cul. La gente no votó a Trump porque "sólo se sabe la posición del misionero", ni mucho menos por "misógino". Encima, los medios no argumentan, sino que denuestan a quien es franco y directo, más allá de una que otra extravagancia. Puerto Rico sí está en estado "basura" en las finanzas; Kamala Harris sí tiene la típica sonrisa gringa de falsedad, y decirlo no es misoginia; Hillary Clinton sí es moralmente repugnante, porque es totalmente doble, y más de un mexicano sí es un asesino que contribuye a meter droga en Estados Unidos, ya que de lo contrario México no tendría los homicidios que tiene. Lo demás es de fariseos, la especialidad Demócrata. El problema no son ellos, sino quienes desde el "Estado profundo" los han patrocinado para cooptar con demagogia a una población medianamente harta. Ahora es probable que se trate de no dejar gobernar. (da click en el botón de reproducción).



miércoles, 6 de noviembre de 2024

GRACIAS POR PARTICIPAR

El triunfo de Donald J. Trump en las elecciones estadounidenses no es nada más cuestión de lanzarse a calcular "en qué beneficia o tiene 'un precio'", o qué relación guarda con la preocupación de muchos estadounidenses con su nivel de vida, sobre todo a raíz de la inflación.

       Los votos para la candidata Kamala Harris muestran que no tuvo el "carisma"" que se le atribuyó alguna vez a Hillary Clinton, por lo que el voto de las mujeres se dividió, pese a la ventaja de Harris (Trump obtuvo el voto de 44 % de las mujeres). Esta no arrasó entre hispanos ni asiáticos, entre quienes creció el apoyo a Trump hasta llegar en ambos casos a cerca del 40 %. Una parte de la población negra, aunque no muy importante, votó por Trump. Harris se llevó consigo un voto abrumador de las mujeres negras, sin que haya manera de ir más allá de una supuesta "cultura" y tocar los problemas sociales de los negros, con cierta frecuencia proclives a la marginalidad de los guetos. Así que, más allá de colores, Harris juntó a buena parte de marginales, que llevan largo tiempo siendo Demócratas, sin que se pueda tocar tampoco el origen del partido Demócrata. Se agregó el estilo hippie/californiano, y el voto de dos ciudades importantes sede de servicios financieros y que pueden dar una fachada de bonanza: Nueva York y Chicago, ciudad ésta que representa el 65 % del voto del estado de Illinois. Se agregó la gente educada de Vermont y Bernie Sanders y la marihuana de Colorado. Junto a los grandes negocios financieros y tecnológicos, de Wall Street y las empresas GAFAM (Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft), con apoyos como los de George Soros o Bill Gates, está la gente con buenos estudios, ligada a las nuevas modalidades de triunfo en los negocios, a la marginalidad universitaria bien pagada y al cosmopolitismo y los arribistas del consumo. Harris ganó en el "estado cultural" de Wisconsin.

        El voto para Trump, además de incluir a buen porcentaje de mujeres, latinos y asiáticos, predominó en áreas rurales, suburbanas de "clases medias" afectadas por la inflación, en el "cinturón del maíz" (corn belt) y entre gente de bajos estudios, dejando de lado a los negros, lo que deja suponer que, más allá de la inmigración, del aborto o de la "basura" puertorriqueña, hay valores en juego: es más probable que la gente de trabajo que no logra salir adelante haya votado por Trump y se esté preguntando por qué es más importante decidir sobre el uso de los genitales que sobre el del trabajo. Alguna gente se pasó por alto que Trump declaró: "amo a los hispanos: son muy trabajadores". Aunque Harris prometió bajar impuestos y el costo de la vida, parte de los trabajadores nunca tomó a bien la deslocalización de empresas hacia afuera de Estados Unidos. Unos dos tercios de los trabajadores blancos habría votado por Trump. Los camioneros se inclinaron por Trump. No es que Trump sea candidato de la clase trabajadora, y los Demócratas miman a los sindicatos. Es que no es entendible que, siendo el partido Demócrata el que dice estar por los trabajadores, haya negociado con William Clinton el TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte) y con Barack Obama el Acuerdo Transpacífico, además de rescates gigantescos de grandes empresas, pero sin que ello se reflejara en el nivel de vida de los trabajadores. A final de cuentas, los Demócratas contribuyeron a dividir a Estados Unidos: prometieron y dieron al traste con sus promesas, como si no se tratara más que de un trampolín para advenedizos alrededor del gran capital. Los Demócratas, en el fondo, dejaron a los trabajadores sin muchos estudios "debajo del autobús", para privilegiar la expansión de empresas estadounidenses en el exterior, además de frecuentes guerras, algo que no es tan del agrado de los estadounidenses.

      Por franjas de edad, la gente en edad productiva votó más por Trump que por Harris, sobre todo entre 45 y 64 años, sin desdeñar un 56 % de votos entre los de 30 y 44 años. La gente en edad productiva y casa y con hijos votó más por Trump. Felicidades a la comunidad LGBTTTIQ+A (etcétera...)  por votar como los negros, al más del 85 % por Harris. Por cierto, tampoco se crea que a mayor educación, algún fanatismo pro Harris: más del 40 % votó Trump.

     Y las clases medias (alrededor de 80 mil dólares anuales), hacia abajo por Trump y hacia arriba por Harris. Simplemente, el "sueño americano" está fracturado: a una mitad no le va mal, y en particular a quienes están cerca del gran capital encumbrado desde los '90; algunos están para que no les termine de ir mal, como los negros o los LGBTTTIQ+A (o como sea); otra gente (sin que haya forzosamente un fuerte sesgo religioso: casi el 80 % de los judíos votó Harris y casi el 40 % de los protestantes, además de cerca de la mitad de los católicos) podría estar perdiendo, o con pocas expectativas de salir adelante, y algo cansada de la "discriminación positiva", es decir que se favorezca no al trabajo, sino al color de piel, el género o la edad (la chaviza, feliz con Harris). Pareciera que hay gente más inquieta por su trabajo que por el modo de consumir, más allá de las ocasionales extravagancias de Trump y de sus millones. Los blue collars (baja clase trabajadora suburbana) se largaron con Trump. Otros trabajadores con mayores estudios y "cognitivos" se quedaron a gozarla entre californianos, gente de Chicago y Nueva York y educada de Boston. El grado de división no supone un éxito duradero de Trump, sino que hay gente que, digámoslo así, no tiene los mismos gustos de sabores: les saben algo mal los privilegios de una parte de la población en nombre de tal o cual "excepción" (da click en el botón de reproducción).



YA LLEGAMOS A DONDE ÍBAMOS

 Jair Bolsonaro, ex presidente de Brasil, y el mandatario salvadoreño, Nayib Bukele, se equivocaron al felicitar antes de tiempo a Donald J. Trump, triunfante en las elecciones estadounidenses. La elección no ha sido calificada. Se trató de un triunfo que no impide que Estados Unidos sea un país dividido en el voto popular, prácticamente partido a la mitad. La candidata Demócrata, Kamala Harris, pudo haber sido la candidata de los hippies californianos, los cosmopolitas neoyorquinos, los marihuanos de Colorado (estado donde es legal la "plantita") y alguna que otra cosa más. Desde los años '90, salvo en un paréntesis, se ha impuesto la alianza entre los libertarios y los grandes negocios transnacionales contra el Estado y la nación, y es esta ala la que ha terminado por dividir a la gente, no candidatos como Trump. No es propio de la tolerancia llamar "motivo de división" el desacuerdo.

       Lo interesante del triunfo de Trump es que muestra la reacción de un país donde hay gente exhausta por el deterioro moral impuesto por los libertarios y el económico por los grandes negocios transnacionales, que no solo traen "bienestar". No se trata nada más de un asunto antimigrantes, que fue totalmente secundario, antes de que en América Latina se pegue el grito en el cielo; contó más la inflación, que ha afectado a las clases medias y "bajas", en particular suburbanas, y contó también más el tema del aborto (el voto de los hombres "hispanos"/latinos fue más para Trump, habiendo aumentado en general el voto de los "latinos" para Trump, hasta el 41 %). Trump ganó en el "cinturón del óxido" (rust belt) agotado por décadas de crisis de la producción industrial, salvo en parte de la región de los Grandes Lagos. Es de señalar que, salvo en California, Trump se impuso en dos estados de fuerte presencia "hispana", Florida y Texas. En ambos estados, la ventaja de Trump sobre Harris fue importante.. La ventaja notoria para Harris fue en California, un estado que ha impulsado la "moda" a nivel internacional, de armar "guerras culturales", ser "políticamente correcto" y no llamar a las cosas por su nombre, vestirse como si el mundo entero fuera playa de Malibú y ser al mismo tiempo altanero. California, por su riqueza -entre otras cosas, es la sede de Silicon Valley-, es casi un estado en sí mismo, aunque también es el de Estados Unidos que tiene más multimillonarios y altas tasas de pobreza en comparación con otros estados de la Unión Americana. Es el "modelo" global: detrás de la apariencia de igualdad en la ropa playera casi universal están la fuerte desigualdad, importantes bolsones de pobreza y el deseo "cultural" de mandar a la gente a ser a tal punto de mente "abierta" (open minded) que cualquier otra cosa es silenciable, o "fascista".

      Dicho sea de paso, la anterior victoria del presidente saliente, Joseph Biden, fue dudosa y en más de un aspecto fraudulenta. Se atribuye al empresario Elon Musk, quien hace algún tiempo se adueñó de Twitter (ahora, X), de estar entre quienes se las ingeniaron para que los Demócratas no volvieran a trucar los votos. Fue un tema silenciado por los grandes medios de comunicación, que al igual que Twitter le impidieron en las elecciones anteriores hablar a Trump. El "Estado profundo" se ha servido en particular de la Central de Inteligencia Americana (CIA) y de la Oficina Federal de Investigación (FBI) para complicarle las cosas a Trump.

      El actual presidente electo tiene sus últimos cuatro años por delante, ya que no puede volver a postularse. Será de interés ver si, al igual que en el mandato pasado, se impone la paz, ya que Trump no hizo guerras, mientras que, aunque no fuera siempre directamente, los Demócratas impulsaron el conflicto en Ucrania y el de Gaza (Trump solicitó de Israel que le pare a más tardar en enero). Si así fuera, al margen de un conflicto comercial con China, se tendría un mundo en paz, y algún principio de reorientación económica, aunque es probable que el llamado "Estado profundo" le haga la guerra en los medios a Trump, al igual que en el mandato pasado, para impedirle en lo posible gobernar. Es un tiempo muy apretado, y no debe dejarse de lado la división interna en Estados Unidos. Como sea, es un respiro porque, si es posible discrepar, cabe el hartazgo por el estilo californiano y la "libertad" que termina siendo sobre todo la de los grandes negocios, salvo excepciones como Musk. No puede tomarse un desacuerdo por un intento de "dividir y polarizar": si, para variar, se quiere dejar el asunto en cuestión de gustos, la moda californiana no es muy elegante que se diga (aunque sí da la impresión de igualdad en la uniformidad), el tema del aborto se puede debatir y favorecer la producción nacional no es, en rigor, algo "malo" si es de calidad: no es el gusto de algunos que el Sur esté sirviendo para robarse con mano de obra barata empleo que es legítimo crear en los países centrales, salvo que se considere normal vender la patria, en el Sur como en los países centrales. Al menos que no deba quedar más que el negocio. Parece que esta vez los marginales, los arribistas y el gran negocio transnacional no las tuvieron todas consigo. A ver si cesa un poco el surf en las calles del mundo, salvo las chinas. Y Melania Trump tiene más estilo que lo que fue a sacar Biden de la recámara. Mi gusto es. (da click en el botón de reproducción).



sábado, 2 de noviembre de 2024

CON TOLERANCIA

 Alguna vez, un integrante del hoy casi inexistente PRD (Partido de la Revolución Democrática) señaló que no había mucho motivo para enojarse con una que otra oleada anti-inmigrante en Estados Unidos: lo ideal era que México fuera capaz de darle trabajo a su gente, de tal modo que no tuviera que irse al país vecino. En un sentido similar se pronunció el presidente Andrés Manuel López Obrador, argumentando que quien emigrara debía en todo caso hacerlo por gusto y no por necesidad. Algunas personas en México creen que con la migración se está "recuperando" lo perdido en territorio durante el siglo XIX, aunque es darle a la población de origen mexicano en Estados Unidos más importancia de la que realmente tiene, aunque esté muy presente en estados como California o Texas. Para la actual presidentA de México, Claudia Sheinbaum, los mexicanos en Estados Unidos debieran ser considerados "héroes": lo cierto es que, a diferencia del pasado, las remesas contribuyen en mucho a la economía mexicana.

     En México, en distintos sectores sociales, en particular de clases medias, llegó a haber hace ya un tiempo gran simpatía por la Demócrata Hillary Clinton. Ahora es menos por Kamala Harris, pero sigue cundiendo la animadversión por Donald J. Trump.| No es un secreto que éste no es favorable a la inmigración, y se ganó mala reputación en el Sur desde su idea del "muro" para contener a los migrantes en la frontera. Por si fuera poco, en el pasado Trump llegó a decir que la frontera servía para que la cruzaran "asesinos" , lo que provocó indignación. Alguna gente, incluida de izquierda, considera de lo más natural un supuesto "derecho" a instalarse en Estados Unidos, llegando hasta "el derecho a migrar". Teóricamente, sí: es otra "libertad". Ahora bien, nunca ha sido un secreto que los inmigrantes sirven en Estados Unidos para presionar salarios, a la baja, y en más de una ocasión en trabajos que no se acompañan de prestaciones, porque no las puede tener un ilegal. Es lo mismo con los inmigrantes en algunos países europeos, por lo que, cuando los sindicatos eran fuertes, se sabía que inmigración y patronal iban de la mano para presionar a la baja los salarios, incluso bajo el supuesto de que los inmigrantes harían trabajos que ni los locales quieren ("ni los negros", según otro de los desafortunados comentarios del presidente mexicano Vicente Fox). Hay grandes magnates, como el estadounidense de origen húngaro, George Soros, que fomentan corrientes migratorias a Estados Unidos (lo hizo cuando Trump era presidente) o a Europa (lo hizo a partir de la guerra en Siria, y llevando a Alemania a admitir cualquier cantidad de sirios). Cierto que los migrantes arriesgan mucho y trabajan muy duro, pero no es falso que hagan competencia a la población local, siendo ilegales o estando dispuestos a aceptar condiciones con menos derechos. Quiebran la capacidad de negociación salarial de los locales, sin que sea claro por qué debe aceptarse que sea así. El argumento del antiguo colonialismo, en algunos casos, tampoco es claro, como si se tratara de algún "derecho a la revancha", cuando lo que muestra la migración es que por algún motivo la gente no lucha ni se organiza en el país de origen. Encima, tampoco está ya para hacerlo en el país de acogida: nadie, ni siquiera quien habla de los migrantes como "héroes", se detiene a hablar aunque sea un momento de los esfuerzos de los inmigrantes mexicanos en el pasado para organizarse, como ocurriera con César Chávez o Reies López Tijerina. De lo que se trata hoy no es de organización ninguna: ni en el país de origen, un fiasco, y ya tampoco en el país de acogida, a diferencia de antes. Se trata más bien de una parte de la fuerza de trabajo que arriesga, pero que no lucha, sino que en vez de enfrentar se encuentra una escapatoria. Por lo demás, las remesas suelen ser un vehículo de extranjerización del país de recepción.

      Hay cosas peores, puesto que es en Estados Unidos que se aprende el pandillerismo que luego se traslada al país de origen, como se nota en el atuendo y en el vocabulario, hasta provocar tragedias como la que tuvo lugar en el pasado en El Salvador con las maras. No es todo. Los migrantes sirven a veces al crimen organizado, de diferentes formas. Incluso sucede que el narco enganche a albañiles, carpinteros, jardineros o soldadores, por ejemplo, por unos 25 mil pesos, según el periódico mexicano Milenio para que bajo cubierto de visas temporales se "cuele" gente del crimen organizado, aprovechando cierto laxismo de visas y reclutadores en Estados Unidos. El hecho de que Estados Unidos no haga nada para frenar la distribución de droga en su territorio no exime a traficantes mexicanos u otros de América Latina de ser más o menos lo que dice Trump, para evitarse el fariseísmo de moda, desde que, por decirlo de alguna manera, hace pocas décadas soltaron a Barrabás, y la multitud, feliz de preferir a un delincuente que a un inocente, porque, a diferencia del segundo, que no a a ninguna parte, el primero "sí sabe cómo hacerlo". Lo volvió a publicar recientemente el periódico mexicano La razón: en México, a la vista, se enrola a los migrantes, incluso en caravanas, para trata y sicariato, lo que en el pasado llevó a una tragedia en San Fernando, Tamaulipas, o para meter droga en Estados Unidos. Tan no es secreto que hay películas que han exhibido lo que ocurre. Significa que, a falta de Estado capaz, lo que resulta organizado es el crimen. No queda claro en qué miente Trump. De distintas maneras, sea a través de pandillas, de remesas, de tráficos de distinta índole -de personas y de droga-, y de aceptación de cualquier riesgo, el mundo migrante ha tendido a tocar a la marginalidad: desde luego, para atracción universitaria, puesto que parte de la universidad pública va hacia el lumpen (como lo previera el estudioso Marcos Kaplan), pero también para descontento de sindicatos y luchadores sociales. Por más que arriesgue y que trabaje duro, una parte de la migración puede actuar como disolvente social, tanto en el país de acogida como en el de origen, mientras el universitario resulta ser el que cree sin saberlo que el cártel de Sinaloa le va a devolver Colorado, Utah y más a México. Fariseísmo es decir "ay, Dios mío, nos dijo asesinos" o ""ay Dios mío, quiere crear un muro", en vez de hacer o pensar algo para que la gente no tenga que migrar o delinquir. Si es "el derecho a migrar" y "la libertad de migrar", téngase por seguro que el crimen organizado sabe muy bien servirse de todas estas tolerancias. Hasta por casualidad puede saberse por ejemplo en dónde, con toda libertad y como si fuera un derecho, está instalado tal o cual cártel en el desierto para meter a la vez migrantes y droga a Estados Unidos. No significa ningún pacto en el que haya entrado Alfonso Durazo, gobernador de Sonora. Es nada más que, como para otras actividades, incluidas las que involucran al turismo, se considera "socialmente" que está "prohibido prohibir" (!qué buen lema para los negocios!) y que, así, hay zonas de tolerancia. Disminuirla ya es ser "autoritario" (da click en el botón de reproducción).







RUDOS VS TÉCNICOS

 Occidente se creyó que se estaba al borde de la Tercera Guerra Mundial, porque se trató de lo siguiente: la puede provocar la supuesta &quo...