Como ya se había señalado en alguna ocasión, el neurólogo y psiquiatra Boris Cyrulnik, inventor de la ahora tan llevada y traída "resiliencia", estimó alguna vez en 200 mil el número de habitantes de una ciudad para que en ésta no haya psicópatas. Es posible pensar que la psicopatía es hoy algo bastante extendido, dado el alance de la urbanización. Psicópata no es quien se muestra en las pantallas de Hollywood con su preferencia por todo lo que sea horror y sexo como formas de "entretenimiento". Aquí se habla del psicópata narcisista o del perverso narcisista, que es alguien que no tiene mayor idea de los límites, que tiene un ego a prueba de toda alteridad y que no alcanzaría a "sentir" el daño que puede hacer a los demás (por lo que es el típico incapaz de reconocer y enmendar un error): es el que carece por completo de empatía, pero que puede ser eventualmente inteligente y seductor. Tal vez se malinterprete si se habla de "mal", pero se trata de una persona dañina (no sirve de mucho ponerse a hablar de gente "tóxica" sin entender de qué se trata). Para el estudioso francés Thierry Patrice, el malvado no tiene mayor percepción del sufrimiento que inflige a otro; cabe agregar con todo que puede también tener rasgos de sadismo, lo que supone conciencia del daño que se busca hacer. A veces ocurre que el que daña no toleraría que se lo hagan, o que lo ha sufrido y está "roto".
¿Habrá quien recuerde al presidente estadounidense Ronald Reagan y su designación del "Imperio del Mal"? Los soviéticos le tenían miedo, porque no podían entrever hasta dónde podía llegar. Ya que se habla como sea de "mal", para Patrice el malvado necesita de un espectador que calle o sea indiferente, pero que tácitamente apruebe, si no está en contubernio. El malvado se sirve así de un fenómeno colectivo para convertir a su víctima en chivo expiatorio, con dichos contubernios o aprobaciones tácitas. Por lo demás, el malvado se ceba sobre alguien que tiene algún valor y algo que es codiciado. El malvado resiente en el fondo la falta de lo que codicia o "sufre" por el valor del otro. Es, dicho sea de paso, lo que está en juego en la relación con Rusia, a través del típico fenómeno de proyección/inversión en el que el presidente ruso, Vladimir Putin, es la nueva versión del "imperio del mal" o el "villano favorito". Tiene un valor, el de ser frontal (a diferencia de los malabarismos de los chinos), lo que, otra vez en proyección/inversión, lo hace aparecer como factor de "confrontación" y "amenaza", el "conflictivo". Y gracias a la fuerza de los medios de comunicación masiva, se encuentra cómo armar el espectáculo permanente -de la "amenaza"- para que más de uno asista sin decir nada, por contubernio, por miedo o por indiferencia, cuando no por inconciencia/ignorancia y por COMODIDAD, lo que llevó hace pocos días al analista Alfredo Jalife-Rahme a sugerir de nuevo que se pare de pronosticar la "Tercera Guerra Mundial" a la ligera y como si fuera pelea del "Canelo" contra Pacquiao o algo así, porque de una conflagración así podría suceder que no haya vencedores ni vencidos. Por lo demás, no se "siente" el daño que se pueda infligir a Rusia, y al mismo tiempo se le inflige por cierto miedo: al alcance de la crisis de los países centrales, "sufrimiento" al que se teme. La parte de codicia está en buscar acceso a los gigantescos recursos rusos. Así que no es película de horror y sexo: es, ideología mediante y con sensación de superioridad, la personalidad psicópata de la época en acción, a la que se iría sumando en cierto grado Donald J. Trump, presidente estadounidense, por lo pronto para ver si China e India dejan de comprar petróleo ruso, al igual que algunos europeos. Lo de Ucrania es un pretexto, puesto que el inicio del cerco data de 1997, si no es que desde antes.
Hablar con una personalidad así es imposible porque, como se dice, le "da la vuelta a todo", en lo que es de lo más ducho el presidente ucraniano Volodímir Zelenski, aunque no es el único perverso, si se trata de torcerlo todo. Basta con ver a las brujildas de la Comisión Europea, como Úrsula von Der Leyen o la alta representante de Exteriores, Kaja Kallas, mujeres con pulsión de muerte, mientras la UE (Unión Europea) se inventa provocaciones rusas en Polonia o en Rumania. Es poco probable que esas personas no sepan que son falsedades, pero se trata más bien de poner a prueba a Rusia, de "tantear" las formas de un eventual conflicto y de repetir machaconamente el ritual para el espectáculo mediático, ganando contubernios o silencio cómplice. No queda claro hasta dónde está Rusia consciente del miedo o la cobardía que anida en los países centrales: miedo a no salir de la crisis y cobardía de "echarse de a montón" para aislar a Rusia. Se trata ya de una patología. Lo que puede decirse es que, a nivel oficial, Rusia ha hecho suya la idea de Iván Ilyn, filósofo ruso exiliado en los años 20 del siglo pasado: el derecho de resistir al mal mediante la fuerza. Se trata, a grandes rasgos, del derecho a la legítima defensa. Lo que no termina de quedar claro es hasta dónde puede quedar deformada la percepción de la situación en los países centrales, y hasta donde alcanza a ver la percepción rusa, ya que no es un asunto de diferencias culturales, ni de movidas, jugadas y más geopolíticas al infinito, sino de pérdida de referentes y de sentido: ¿entienden el sentido de lo que hacen quienes pronostican "la Tercera Guerra Mundial" o quienes no piden algo de moderación (cuando menos) de la UE y la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte)? (da click en el botón de reproducción).