Morris Berman, escritor y ensayista estadounidense, sostiene que el promedio de sus compatriotas no sabe qué es pensar, ni tiene prisa por enterarse. Al contrario, ahora la ignorancia es muestra de estatus, puesto que de ideas o de política nada más se ocupan los tontos de candileja -idealistas- o quienes están "para servirnos", puesto que "para éso les pagamos" (no mucho, por cierto). Más allá de su muy voluntario idiotismo, el estadounidense promedio de lo único que está enterado es de la cantinela sobre "sus derechos". Estos se han convertido en el modo de justificar el ir por el mundo agarrando -en contante y sonante, o de perdida, a crédito- sin dar nada (la vida en rosa es la subsidiada, así que "posmesalto", lo mismo que el político oficialista con la Constitución: ¿el artículo 27? "Posmesalto"). Para que ésto funcione, lo único que se necesita es que haya una "derrama". Dinero para todos, gratis: !ya!
Lo que mejor han logrado los tres grandes países del populismo -rebajado a demagogia-, México, Argentina y Brasil, es clonar a la clase media estadounidense, en versión "clase C" o nuevo rico mexicano. Parte del truquito consiste en hacer creer que mercado interno es lo mismo que mercado nacional, como si estuviéramos todavía en los pocos años nacionalistas -muy pocos- posteriores a 1945, cuando había de los dos mercados, con producción nacional y también transnacional, incluso en México. Así que, para ser emergentes" y "persistir", nada mejor que reactivar el mercado interno incentivando la inversión extranjera en todo, desde la soja hasta el petróleo: si el estadounidense cree que la riqueza la crean los ricos (por lo que Obama los salvó primero a ellos en 2008), el subdesarrollado, en nombre de la globalización, cree que la riqueza la crean las empresas transnacionales. Lo que nos queda es convertirnos en qataríes: "promotores" o "gestores" (sponsors) de la entrega de todo para que haya derrama, claro, para unos bastante más que para otros. Esta visión del mundo, basada en el consumo y la renta, considera que el trabajo es un costo -si menor, mejor. El trabajo no crea riqueza: crea problemas, con los sindicatos, por ejemplo.
En Argentina, que no le pide gran cosa a México en materia de corrupción, los marginales ya aprendieron la lección: si arriba se vale, abajo también, así que a saquear, en Córdoba, por ejemplo. La policía argentina, a veces, no cree en algo muy distinto: si se vale arriba y abajo, pues en medio también, así que a asociarse con delincuentes y narcotraficantes para cobrar por "administrar" el problema sin resolverlo, exactamente lo que hace Estados Unidos por el planeta. Como se entenderá, a este ritmo sin duda alcanza para todos. Brasil, por su parte, está a la espera de la derrama futbolera, otra fuente de ingresos desde el exterior (así como México vive de remesas, turismo, inversión extranjera y pronto tendrá una nueva actividad foránea, la petrolera). En todos estos países, el "ciudadano" promedio -el que tiene derechos y decide qué le gusta y qué no, según le oferten, ya que el cliente siempre tiene la razón- está como el de Estados Unidos: calcula sin pensar en nada, o creyendo incluso que pensar, la verdad, es arriesgadísimo, por lo que, vaya, es mejor "persistir". ¿Qué, los condenados de la tierra en Córdoba quieren un BlackBerry, una Tablet, una pantalla LCD y ropa de marca? Pues bien, desde la izquierda y con tal de "persistir", no critiquemos al ladrón de arriba: afirmemos que, después de todo, el de abajo "también tiene derecho". ¿Por qué no habría de quererlo?
Obama ya dijo que, lo que es "Dilma" (con este modito de tutearnos que es todo un manoseo) puede "venir cuando ella quiera". Tampoco es la carapintada de la Casa Rosada quien va a desafiar a la chatarrización estadounidense. Lo que es más, la especialidad de Brasil y Argentina es convertir en Verbo y gesto (y chatarra) cualquier intento -del presidente Rafael Correa, de Ecuador, por ejemplo- por concretar la integración latinoamericana, de tal modo que se pierda en palabrería. Aunque el sinverguenza diga otra cosa, nada tienen que ver estos populismos -Evita es Bebita, che, decíme "Beba Perón"- con los que alguna vez crearon soberanía nacional en los hechos.
Si alguien cree que Estados Unidos se siente en aprietos con los tres grandes de "Nuestra América", no. Ni ante las izquierdas hay temor: difícilmente teme el imperio que Jesusa, Elenita y el espíritu de Monsi lo vayan a poner en jaque. Todo empieza más bien a parecerse a una gigantesca República Amorosa donde se vale cualquier manoseo, torteo o como se quiera llamar, que formas más vulgares las hay.
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