Un analista de izquierda constataba recientemente en un portal Web (también de izquierda) que, luego de lo sucedido en Ucrania, a Rusia no le queda más que sacar una conclusión: "Occidente no respeta a los débiles". El analista, como muchos de sus compadres europeos y como otros más tercermundistas, latinoamericanos incluidos, se lanzó a dar por supuesto lo que para muchos rusos no es tan obvio: que Rusia es un país débil. Suponerlo es adelantarse a los deseos de quien quiere debilitar a Rusia. ¿Desde qué punto de vista está "débil" Rusia?¿Desde el militar?¿Desde el económico? Si estuviera débil, no habría razón para querer debilitarla, salvo que se trate al estilo latinoamericano de golpear al débil, es decir, de humillar. Pero sucede que Rusia no es la Alemania de Versalles y que Estados Unidos tiene cosas más importantes que tratar -negocios- que el honor de los países. Decir sobre Rusia que no es respetada por "débil" es creerse que ese país es una banana-republic (y claro, con un presidente tiránico, algo también frecuente en el trópico y en las plantaciones, o cañaveral adentro).
Los estadounidenses, que sí saben de negocios, consideran -lo ha dicho por ejemplo el analista Stephen Kinzer- lo siguiente: una pérdida para Rusia es una ganancia para Estados Unidos, y cualquier cosa que gane Rusia, una pérdida para Occidente (es fácil de traducir a costo-beneficio). Es cosa de cálculo ante cualquiera que entre a competir, y no cosa de lamentarse entre galletitas y té o cafeteando: "ay, la pobrecita Rusia. Pues ni modo, es que ya le tocaba,si ya me lo había dicho mi tía Maru, la que no se casó".
Que sea negocio y competencia no quiere decir que se trate de algo limpio, y el "libre mercado" o la "libre competencia" son para quienes quieran creerse el cuento. El truco es declarar perdedor al competidor, de antemano, o hacerlo pasar como éso: aquí, como que la cosa ya es de tahúres, puesto que se abre el juego con las cartas marcadas.
Quienes vayan a pasarse estos tiempos jugando a la baraja geopolítica, al naipe geoestratégico o al póker mundial en la cantina global, reparen al menos en lo que está siendo pregonado en la mesa de juego: !hagan sus apuestas, señores, ahorita que ya perdieron!
Como error de cálculo -de entrada- del tahúr gringo, no está mal. Y a los analistas alrededor de la mesa no queda más que decirles: !picarones!
Ya vayan trayendo a los músicos, que en la prensa y la televisión no faltan. Y que gane el mejor (otra de estos tahúres del "libre" mercado, puesto que se creen de entrada los mejores).
Yo invito.
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