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lunes, 31 de marzo de 2014

SOLO EN COSTA RICA...

Al encontrarse muy por debajo de su contrincante en las encuestas, sucedió que Johnny Araya, candidato del Partido Liberación Nacional a la presidencia costarricense, prácticamente dejó de hacer campaña, algo inédito. Luis Guillermo Solís, el favorito, del Partido Acción Ciudadana (PAC), luego de triunfar en el Valle Central decidió ir en la segunda vuelta por los votos del mundo atrasado de la costa (Limón, Guanacaste, Puntarenas).
     El ascenso de Solís se suma al de otros que han destronado a las partidocracias, como ha sucedido en Venezuela y el Ecuador, pero también en Bolivia y en el Perú. El fin de esas partidocracias no ha significado que el electorado cambie de clientela, salvo en Venezuela, ni un vuelco a la izquierda tal y como era conocida hasta hace poco. En Costa Rica por lo menos -y algo parecido hay en parte en el Ecuador-, existe cansancio ante la corrupción que se sostuvo por su capacidad para "rotar" grupos y redistribuir. Lo que propone Solís en Costa Rica es otra cosa: en la lucha contra la corrupción, despolitizar la gestión estatal, de tal modo que los funcionarios sean reclutados por mérito en la función y no por ser los incondicionales de una persona (algo de ésto hubo en el pepefiguerismo) o de una facción disfrazada de partido político, pero sin siquiera una doctrina clara. Liberación Nacional perdió prestigio por la corrupción en los gobiernos de Laura Chinchilla y el de un Oscar Arias sobre el que hay mucho qué contar en Centroamérica. Liberación Nacional, además, perdió vocación nacionalista al permitir una mayor injerencia estadounidense en Costa Rica. Despolitizar la gestión estatal no es volverla "tecnocrática": es simplemente crear mecanismos que erradiquen la costumbre de tener funciones que hacen de todo (como saltar de un rubro presupuestal a otro), menos funcionar. El programa de Solís llama así a que el servidor público sea éso, servidor del interés general, y con vocación de servicio. Para lo anterior, el servidor en cuestión debe rendir cuentas y el ciudadano estar en capacidad de pedírselas.
     En la economía, ante las dificultades del café -exportación tradicional y conocida de Costa Rica- y algunas en el turismo, Solís se propone reactivar el mercado interno, fortaleciendo a pequeñas y medianas empresas nacionales, recuperando la agricultura (para garantizar soberanía y seguridad alimentarias) y permitiendo la inversión extranjera si crea encadenamientos productivos, en vez de instalarse como simple maquila. Solís buscará igualmente erradicar la pobreza extrema.
     A diferencia de la izquierda, el programa de Solís no hace de asuntos secundarios -las mujeres y los animales- la prioridad, aunque no los desatenderá. Y a diferencia de Sánchez Cerén en El Salvador, Solís no tiene un programa de corte asistencialista condicionado -así sea mentalmente- por organizaciones gubernamentales que, en Guatemala y en territorio salvadoreño, hicieron de las armas y la pobreza un folclor y otro motivo hippie más (del tipo dígale "compañerita" a la primera dama). El programa de Sánchez Cerén es "soplado", no creado, por más que haya buscado una tenue alianza en El Salvador Adelante, por si acaso fuera posible rescatar el mercado interno en un país de remesas.
     En el PAC, no pocos vienen de las tradiciones positivas de Liberación Nacional; se puede ir para adelante con más institucionalidad, no con menos, que es, dicho sea de paso, lo deseable para un país como México.

FANÁTICAMENTE MODERADOS

 En varios países de América Latina, la izquierda, que tiende más bien a ubicarse en el centro-izquierda (del que no queda excluida Venezuel...