Que Rusia haya supuestamente invadido Crimea en defensa de los "rusos étnicos" no es un argumento sólido. Más bien parece una trampa para ir metiendo a Rusia en el camino yugoslavo, aunque no es seguro que Moscú caiga, pese a la intoxicación que sufren incluso algunos medios oficiales rusos, tentados por una "Gran Rusia", pretexto ideal para que los occidentales lo utilicen.
No toda la población de Crimea es "rusa étnica", y la que lo es constituye una mayoría (58%), pero tampoco abrumadora. Hay un 24 por ciento de "ucranianos étnicos" y un 12 por ciento de tártaros: juntos, son un nada desdeñable 36 por ciento la población de la península. Hasta el momento, no parece que los ucranianos en Crimea hayan ofrecido una gran resistencia; tampoco los tártaros. Y no parece que los rusos tengan prisa por expulsar a los otros dos grupos. No existe ni una imagen de resistencia al supuesto "invasor", ni una "masacre" del invasor contra alguna de las dos minorías. De hecho, la única invasión que se ha producido en Crimea es la un dron estadounidense tipo MQ-5B que pertenece a una brigada militar de espionaje con sede en Baviera, Alemania. La brigada fue llevada a principios de marzo a la región ucraniana de Kirovograd, que se encuentra así, para decirlo suavemente, con una "presencia extraña", una de las tantas de los occidentales en suelo ucraniano.
La declaración de independencia de la República Autónoma de Crimea y Sebastopol la define como "multiétnica" y la compromete -textualmente- a "preservar la paz entre las etnias y las confesiones dentro de su territorio". No hay nada que defina a esa república como "rusa", aunque la idea sea sumarse a la Federación Rusa, donde habita mucha gente que no es "rusa étnica". Por lo demás, bastantes ucranianos viven en Rusia y, que se sepa, nadie ha ido a molestarlos. El argumento jurídico para Crimea es un derecho reconocido por la Corte Internacional de Justicia sobre Kosovo, en 2010.
Quienes esperan una "Gran Rusia" en Moscú no hacen bien, si esa grandeza es la del "ruso étnico". Estados Unidos le tendió esa trampa al fallecido Slobodan Milosevic en Yugoslavia, y está probado que la potencia se sirvió de serbios como Radovan Karadzic, a quien el diplomático estadounidense Richard Holbrooke prometió impunidad con tal de que siguiera atizando el fuego en Bosnia-Herzegovina. El entorno de Milosevic cayó en otra trampa cuando, bajo la presidencia de Dobrica Cosic, el millonario serbio-californiano Milan Panic ocupó el cargo de primer ministro yugoslavo. Toda concesión yugoslava en aras de la paz fue tomada en Occidente como debilidad y se le atribuyó a Milosevic el deseo de crear una "Gran Serbia", como se habla hoy del regreso de la "Gran Rusia", algo que algunos rusos deberían parar.
Aunque en un principio llamó al auxilio de Occidente, el líder de los tártaros de Crimea, Mustafá Dzhamilev, finalmente dió por buena la decisión de la República. En cuanto a los ucranianos que viven en Crimea, no hay informes de un éxodo masivo a Ucrania; sí los hay en cambio de los muchos -militares incluidos- que se cambiaron de bando y no están contra Rusia, aunque sí contra el gobierno actual instalado en Kíev.
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