Occidente ya ha anunciado que le dará dinero al nuevo gobierno de Ucrania.
Al mismo tiempo, Occidente ha anunciado que se quedará con el dinero del ex presidente Viktor Yanukovich y de 15 ex altos funcionarios ucranianos. Los activos de todos estos funcionarios serán congelados durante un año por la Unión Europea. El argumento es que Yanukovich y demás malversaron fondos estatales y, encima, que no respetan los Derechos Humanos. Si se encuentran otros responsables de estas violaciones a los DH, también serán congelados sus fondos. De igual modo, están anunciadas sanciones contra Rusia, que incluyen sanciones "económicas y monetarias". La Unión Europea ha anunciado el congelamiento de activos bancarios rusos. El Departamento estadounidense del Tesoro probablemente vaya a "congelar" otros tantos fondos de funcionarios rusos que tal vez sean acusados de violar las leyes internacionales.
De este modo, y como nadie ha dicho que "el dinero de Yanukovich le será devuelto al pueblo ucraniano" o que se le dará a los rusos demócratas, el guión seguido es el libio (como ya había ocurrido en Yugoslavia y Panamá, también, según lo demostró en su momento el economista panameño Juan Jované): Occidente prácticamente confiscará sin devolver el dinero de todos estos delincuentes, los Yanukovich y asociados.
Acto seguido, Occidente, por esos milagros de los circuitos monetarios internacionales, le prestará a Ucrania "su dinero suyo de los ucranianos": prestará, no "devolverá". Así, los aliados, como se llaman entre sí mismos, habrán juntado dinero ucraniano para prestarles a los ucranianos su propio dinero, bajo la forma de crédito (Fondo Monetario Internacional, organismos y agencias similares). Como es crédito, los ucranianos tendrán que pagarlo (intereses, por lo menos, sin contar con el eventual desmantelamiento de lo que queda de la economía ucraniana) y devolver con creces su propio dinero a los "socios" que se lo quedaron. Para decirlo más claro: los ucranianos tendrán que pagar por el dinero que les robaron.
Los aliados otorgarán este dinero llamándolo "ayuda", y una de las cosas más bonitas -siente uno algo así como ternurita- está en que los ucranianos y las ucranianas creen que este dinero les será regalado. Ni siquiera les ha pasado por la cabeza que lo tendrán que devolver, y por si fuera poco, pagándole a un ladrón por haberles robado.
Si alguien cree que Estados Unidos no sabe hacer negocios, está equivocado: es el mejor país del mundo para hacerlos, y lo hacen de tal modo que, por momentos, hasta dan ganas de saber "cómo lo hacen" -o cómo le hacen. Bien decían algunos argentinos: "gringos, go home. !Llévenos!".
Los ucranianos, así se crean príncipes polacos (en la parte occidental, al menos), se precipitan a estos negocios, que se hacen al estilo del Far West, con la algarabía y la preciosa inocencia del sioux que se acerca a fumar la pipa de la paz con Custer. Que al fin y al cabo, el tonto es el de la tribu de más atrás, hacia los Urales.
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