El presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, alertó en la reciente Asamblea de la Organización de Naciones Unidas contra "los nuevos populismos", tanto de derecha como de izquierda, que lucran con la crisis, crean miedo y odio y pretenden satisfacer ambiciones personales. No hubo ninguna mención concreta, aunque lo cierto es que en algunos círculos intelectuales oficialistas mexicanos se cree tener identificados a esos populismos.
En México nunca ha existido populismo de derecha, a diferencia de lo que llegó a ser el peronismo en Argentina y parcialmente el getulismo en Brasil. Lo que hubo en México fue un populismo de izquierda, creado por el general Lázaro Cárdenas, que fue aprovechado en la posguerra para mantener a las masas corporativizadas y por ende "quietecitas". En la actualidad, esta forma corporativa propia del populismo no tiene mayor fuerza en la vida política mexicana, ni siquiera en el gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI), aunque subsisten las pugnas entre corrientes dentro del oficialismo, algo característico de cierto populismo (lo que le permite por ejemplo al peronismo argentino pasar de derecha a izquierda y al lulismo brasileño.hacer algo similar en sus alianzas para gobernar). Si acaso, lo que hay de populismo en México queda muy parcialmente en el mismo PRI, en la medida en que los populismos se llegaron a plantear -en el nombre de la nación- como el sempiterno "fiel de la balanza" entre izquierda y derecha. Situarse en el medio de corrientes de izquierda y de derecha no deja de tener algo políticamente "populista", aunque no demagógico.
Tampoco hay corporativización en gobiernos como los de Ecuador y Bolivia. Si acaso, esta corporativizacón existe en forma transfigurada en Cuba -algo sobre lo que valdría la pena detenerse, sin olvidar la admiración de Fidel por Perón- y parcialmente en Venezuela, aunque no es fuerte ni siquiera en Nicaragua ni en El Salvador. En suma: el populismo es en gran medida cosa del pasado, salvo para jugar a "ahí viene el coco" y adjetivar en vez de reflexionar.
No hay peligro "populista de izquierda" en México. Si la alusión era a López Obrador, líder del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), el peligro está en su entorno, en el cual difícilmente podrían encontrarse cuadros políticos con un mínimo de seriedad y capacidad para gobernar a México, salvo contadas excepciones. AMLO (Andrés Manuel López Obrador) ha mostrado no tener estatura de estadista (ni tener la más remota idea de lo que es el mundo fuera del activismo), por lo que un "gobierno" de Morena sería, en el mejor de los casos, lo que en México se conoce como "un desmadre", muy poco deseable -salvo en las filas del mismo Morena. Como sea, Morena no tiene capacidad de corporativizar a la sociedad mexicana, suponiendo que este movimiento tenga alguna otra capacidad que la de acumular las pifias y los pequeños resentimientos y rencorcitos sociales -que no llegan ni a odio- de la clase media baja capitalina (chilanga) contra la autoridad, la que sea.
Si ya la injerencia de la ex secretaria de Estado estadounidense Hillary Clinton en la reforma energética mexicana reafirmó la muy lamentable "puertorriqueñización" de México (que de todos modos llevó a la práctica sobre todo el derechista Partido Acción Nacional durante doce terribles años), la iniciativa de adiestrar "cascos azules" en suelo mexicano -también presentada por Peña Nieto en Naciones Unidas- no es mejor, así sea para misiones no muy riesgosas e incluso relativamente positivas (Haití, Sájara Occidental, Líbano...), en la medida en que -se discutió en el pasado en México- contradice potencialmente la Doctrina Estrada (férreamente defensora de toda soberanía nacional, de la mexicana como de las demás en el orbe). Como sea, la intervención del mandatario mexicano en la Asamblea mencionada pasó, como está ocurriendo en la política exterior mexicana (salvo en la gravedad de la reforma energética), sin pena ni gloria.
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