Como era de preveer, el actual gobierno de Ucrania, a pesar de haberse declarado contrario a todos los "totalitarismos", únicamente la emprendió contra los comunistas.
Ese mismo gobierno solapa ni más ni menos que el entrenamiento de niños para labores paramilitares, en un "campamento de verano" cerca de Kiev, capital ucraniana. Los infantes son instruidos muy en serio por miembros del batallón Azov, que sigue portando -pese a la prohibición del gobierno ucraniano- el emblema que pertenecía en la segunda Guerra Mundial a la división Das Reich de las SS. Más en concreto, este símbolo proviene de las creencias "esotéricas" de los nazis -que las tenían-, y es la runa Wolfangel o "gancho de lobo".
Los paramilitares, que ya han actuado en el Este de Ucrania, no están solos. Junto con otros, el batallón Azov forma parte de la Guardia Nacional ucraniana, asociada con la Guardia Nacional de California y entrenada por estadounidenses y británicos, según Manlio Dinucci en Il Manifesto.
A los niños se les enseña a disparar y a odiar, de tal modo que juran: "mataremos a todos los rusos". Este es el tipo de cosas de las que el "ciudadano" promedio occidental ni se entera, aunque lloriquee por todos los refugiados del mundo (sin distinguirlos de una tarjeta navideña de Unicef), incluyendo a niños kurdos/sirios ahogados y debidamente manipulados para la fotografía por soldados turcos. Que Occidente promueva -siempre en la estrategia de cerco contra la Federación Rusa- "golpes blandos" desde Macedonia hasta Moldavia, con mayor o menor éxito (en Macedonia falló, en Moldavia está por verse mientras la Organización del Tratado del Atlántico Norte, la OTAN, apoya la "revolución de color" latente), el entrenamiento en Bosnia de miembros del Estado Islámico, los cánticos protofascistas en las calles croatas y otros usos de lumpenpaíses, no es algo que llegue a la conciencia del propietario de clase media europeo o estadounidense, incapaz de imaginarse que algún día alguna consecuencia de sus acciones podría hacerle el efecto bumerán. Así que no hay inconveniente en utilizar menores de edad para formaciones paramilitares neonazis, en algo muy similar a lo que hizo Hitler muy cerca del final de la guerra, por más que la escala, eso sí, sea muy menor cerca de Kíev.
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