Lo cierto es que el gobierno colombiano ha hecho todo el tortuguismo que ha podido para retrasar el cumplimiento de los Acuerdos (en particular en materia de entrega de tierras) pero, además, mantiene sus prácticas criminales: más allá de los 114 ex guerrilleros de las FARC asesinados desde la firma de los Acuerdos, tan sólo en el año 2018 fueron muertas 700 personas entre líderes sociales, integrantes de Juntas de Acción Comunal y campesinos, según cifras del Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep), jesuita, que hace notar que se ha buscado disfrazar estos crímenes políticos de asuntos de delincuencia común. Sumado ésto a la captura y recaptura de Santrich y la orden de captura contra otro líder de las FARC, Hernán Darío Velásquez, no escasean las pruebas de que el actual gobierno colombiano no tiene mayor voluntad de respetar la paz.
Resulta penoso que, ante la desconfianza natural de lo que hoy es la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, su máximo jefe, Rodrigo Londoño o Timochenko, haya cargado contra Márquez, acusándolo de "buscar el aplauso de un puñado de cabezas calientes", de aferrarse a la "ilusión de la caída inmediata del imperialismo norteamericano y el triunfo inminente de la revolución socialista mundial", y de tener una relación "extraña y peligrosa" con su sobrino Marlon Marín (Iván Márquez se llama en realidad Luciano Marín). Marlon Marín fue el hombre que hizo caer en una trampa a Santrich. Como por lo demás nunca ha habido una relación cercana, ni mucho menos "extraña y peligrosa" de Iván Márquez con su sobrino (al que sólo vió poquísimas veces en su vida y de quien receló), los dichos de Londoño son de mala fe (¿pero cómo se informa Londoño?) y colocan a Márquez al borde de la delincuencia, como tal vez quisiera hacerlo el gobierno colombiano de Iván Duque, que es el de un puñado de cabezas calientes. En defensa de Márquez, quien afirmó que "la paz está estancada", salió desde la cárcel Santrich, recordando que aquél está salvaguardando su integridad. Al parecer, a Londoño lo mareó el poder y la ultraderecha colombiana debe estar regocijándose de esta grave división entre los antiguos guerrilleros, que por lo demás no han amenazado con una nueva escalada de violencia. Simplemente han decidido protegerse (En las fotos, de arriba a abajo: Londoño, Márquez y Santrich).