Un grupo muy reducido de "ideólogos" (si llegan a tales) lópezobradoristas acaban de llamar la atención en estos días en un documento sobre la parálisis del "patido-movimiento" oficial mexicano, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). "Morena, advierten, que debería vivir un momento de auge histórico, no se moviliza para defender a su gobierno. De hecho, está paralizado. Sus principales órganos de decisión no funcionan y una absurda guerra judicial interna carcome la vida democrática y hace que cualquier iniciativa de la base sea un calvario. Los conflictos internos están lejos del debate teórico, estratégico y programático y giran alrededor de estrategias electoreras y personalistas que nada tienen que ver con el interés de la nación". Ya se había mencionado en este blog que López Obrador cuenta con un 72 % de aprobación de la población, pero que apenas un 41 % ve resultados positivos en la lucha contra la corrupción, pese a que se han limpiado las altas esferas gubernamentales. Resulta que tan sólo un 36 % de la población ve con buenos ojos al Morena. En un régimen como el mexicano, muy presidencialista, el proceso en marcha, positivo en lo general, ha estado descansando en una sola persona, sin que se sienta un verdadero trabajo de equipo: ni abajo, ni en el partido-movimiento oficial. Es un hecho que en los mítines de "campaña" de López Obrador, en eterna campaña, no se ve ni una sola bandera del Morena, como tampoco cuenta mayormente en el gobierno de la Ciudad de México que encabeza #LadyProtocolos. El documento mencionado al principio resalta la necesidad de construir relevo generacional y formar cuadros, pero no los hay. "Morena debe ser un referente ético, no una olla de grillos", afirman con razón los "ideólogos".
En rigor, el problema es más serio si se considera que los mismos que hacen el llamado no son precisamente los mejores "ideólogos", menos aún para el Instituto de Formación Política del Movimiento en cuestión. Dicho Instituto no funciona. Y la cabeza de varios de estos "ideólogos" tampoco: los hay que no admiten la menor crítica a sus construcciones teóricas por lo demás abstrusas, otros que tienen una sed insaciable de vedettismo, algunos candidatos a inquisidores Demócratas y hasta anarquistas de milpa. Suelen ocuparse de sus ombligos y del que tiene el del poder, y no de los problemas de la nación, para lo que basta ver sus twitters. No es, en rigor, problema del mandatario mexicano, que como quiera tuvo que hacer mil y una concesiones para formar la alianza amplia que lo llevó al gobierno. Es la herencia de décadas de derruir, no siempre por consenso y a veces con violencia, toda forma de organización e incluso de colectividad en un país acostumbrado a no reaccionar más que de manera corporativa y anarco-libertaria. Habrá que ver.
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