Recientemente, Polonia acaba de volver a equiparar oficialmente a los "dos totalitarismos", el nazi y el soviético, lo que no fue muy del agrado de Moscú, capital rusa.
Y es que hay algo raro. Cuando la Alemania nazi invadió Checoslovaquia, Polonia aplaudió, con la esperanza de obtener territorios que consideraba que le pertenecían, entre otros en Silesia. El gobierno polaco de Jósef Beck aprovechó las circunstancias para llevarse ochocientos kilómetros cuadrados y un cuarto de millón de habitantes del distrito silesio de Tesin. Los polacos recibieron luego más concesiones (Zaolzie y los alrededores de Lesnica y Skalité). Sin intervenir, Francia y Gran Bretaña acusaron a Polonia de connivencia con los nazis.
Hubo más. Siempre en 1938, Hitler le contó al embajador polaco, Jósef Lipski, que tenía la intención de deportar a los judíos al Africa. El embajador telegrafió a su canciller en Polonia: "le dije a Hitler que si lo hacía, le erigiríamos un monumento magnífico en Varsovia", capital polaca. El actual mandatario ruso, Vladimir Putin, difícilmente se contuvo y llamó hace poco a Lipski "canalla" y "cerdo antisemita". El hecho es que, de entre dos supuestos totalitarismos, Polonia parece haberse inclinado a favor de uno y de la crítica al otro, lejos de cualquier neutralidad democrática "liberal".
En una visita reciente a Israel, Putin recordó que 40 % de los judíos exterminados durante la segunda Guerra Mundial eran soviéticos (por ejemplo, el casi millón y medio de judíos aniquilados en Ucrania o el 95 % de los judíos de Lituania). Recibiendo a Putin en Jerusalén para el aniversario de la liberación de Auschwitz, el ministro israelí de Relaciones Exteriores, Israel Katz, recordó que fue el Ejército Rojo soviético el que liberó al campo de concentración hace 75 años, algo por lo que se mostró muy agradecido. La madre de Katz fue deportada siendo una adolescente a Auschwitz, pero fue liberada por el ejército soviético y fundó luego un hogar en Israel.
No queda claro por qué algunos insisten en homologar a la Alemania nazi y la Unión Soviética negando una secuencia de hechos, como lo ha hecho por ejemplo el historiador franco-mexicano Jean Meyer (foto), enfermizamente anticomunista, y quien todavía no sabe que sus historias sobre la masacre de Katyn podrían revelarse a la postre falsas tras las revelaciones del historiador Grover Furr. Al parecer, la cuestión no es la verdad, sino "no quemarse" ni perder rating, puesto que a mucha gente le gusta oír que vive en el mejor de los mundos posibles.
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viernes, 24 de enero de 2020
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