A juzgar por revelaciones e informes desclasificados recientes, es poco probable que Manuel Antonio Noriega, líder de las Fuerzas de Defensa de Panamá en los años '80, haya sido "hombre de la Central de Inteligencia Americana (CIA)", como tampoco lo fue, por cierto, el presidente mexicano Luis Echeverría. Que una persona con un alto cargo en un gobierno tenga contactos con la CIA no quiere decir que esté en la nómina del organismo. El agente Philip Agee, quien hace mucho terminó delatando a la CIA, dijo en su momento que Echeverría tenía más bien malas relaciones con la agencia, a diferencia del presidente mexicano Gustavo Díaz Ordaz. Como lo reconocieron los estadounidenses, Noriega fue un intermediario entre la CIA y dirigentes latinoamericanos. Cabe recordar que el 16 de diciembre de 1969, un golpe militar derrocó en Panamá a Omar Torrijos, quien pudo volver y retomar el gobierno gracias a la ayuda prestada por Noriega. Torrijos nombró a Noriega como enlace de Inteligencia con Estados Unidos. Digamos que es muy difícil estar en ciertos puestos y no tener contactos con la CIA. De acuerdo con lo que revelara recientemente el diplomático y analista internacional panameño Julio Yao, fue un Memorando "Secreto-Sensitivo" estadounidense del 4 de abril de 1986 el que decidió desacreditar al general panameño acusándolo "de estar al servicio de los servicios de inteligencia de Cuba y de Estados Unidos".
Ahora se saben algunas cosas más. En el verano de 1986, Noriega se reunió en Londres con el teniente coronel estadounidense Oliver North, quien jugó un papel destacado en la trama Irán-Contras. North buscó que Panamá ayudara a los contras con actos de terrorismo en Nicaragua, a cambio de dinero. Noriega se rehusó y respondió que Panamá seguiría apoyando los esfuerzos de paz regionales del grupo de Contadora.
El 18 de marzo de 1988, cuando ya estaba en marcha la ofensiva económica y política contra Panamá, donde se perfilaba un doble poder, William Walker y Michael Kozak, del Departamento de Estado estadounidense, le ofrecieron a Noriega dos millones de dólares para que se fuera de Panamá. Noriega se negó. A la cita acudió el doctor Pieczenic, psiquiatra, para analizar la conducta de Noriega, y aquél concluyó: "el general está más firme y claro que Kozak y Walker. Estos dos son los verdaderos locos". Se ha echado al olvido todo el proceso popular que buscaba otra salida para las dificultades de Panamá, y que se expresaba por ejemplo en las calles con la Federación Nacional de Empleados Públicos (Fenasep) y el Consejo Nacional de Trabajadores Organizados (CONATO), enfrentados al civilismo: el poder parecía inclinarse por los intereses populares en noviembre de 1989, cuando Noriega quedó al frente de la Asamblea Nacional de Corregimientos, congelada desde 1983. Hay todo un periodo por analizar entre 1987 y 1989 y que fue bloqueado de la memoria entre quienes fueran llamados "torrijitos".
Yao ha aportado mayores datos sobre el paso de Noriega por la Nunciatura Apostólica de la Santa Sede en Panamá, donde buscó asilo. El Nuncio traicionó a Noriega obligándolo a que se entregara a los estadounidenses, aunque Noriega había pedido asilo en España y lo había conseguido. El Nuncio no hizo que se respetara la sede del Vaticano y violó la Convención de Ginebra de 1961.
La "dictadura" de Noriega no existió. Simplemente la Asamblea Nacional de Representantes panameña, ya en pleno enfrentamiento con Estados Unidos, designó por el 15 de diciembre de 1989, 5 días antes de la invasión, a Noriega jefe de gobierno con poderes extraordinarios e indefinidos, declarando el "estado de guerra". El 7 de mayo previo habían tenido elecciones que fueron canceladas entre otras cosas por la injerencia abierta de Estados Unidos y por el típico papel jugado por la Organización de Estados Americanos (OEA). Por lo que ha dado a conocer Yao, una parte de los "torrijitos" (lo prueba a la larga la trayectoria del canciller Jorge Eduardo Ritter) estaba ya del lado estadounidense mientras que probablemente Noriega, a lo sumo dictador por cinco días, lo que no es mucho, se olvidó de la frase de Torrijos: "se juega con la cadena, pero no con el mono". La invasión del 20 de diciembre de 1989 no fue un golpe de Estado, sino una invasión, al grado que el triunvirato entrante juró en una base militar estadounidense. De todos modos, no se puede entender nada de lo ocurrido sin información lo más concreta posible y tomando en cuenta lo sucedido en la correlación de fuerzas interna en Panamá entre 1987 y 1989 (foto, arriba, miembro de los Batallones de la Dignidad panameños). Un poco de música popular para ponerle ritmo (da click en el botón de reproducción).