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lunes, 8 de marzo de 2021

EL SALVADOR: AHORA, POR MÁS RESULTADOS

 Otra vez las coincidencias: los autodenominados "demócratas liberales" y el progretariado han coincidido en sospechar del presidente salvadoreño Nayib Bukele, llamado ya "autoritario" por una que otra extravagancia, pero cuyo partido, Nuevas Ideas, acaba de arrasar en las elecciones municipales y legislativas de El Salvador, aún con un alto porcentaje de abstención, cercano al 50 %. Con el control legislativo, Bukele podrá ahora llevar adelante medidas que de otro modo le eran sistemáticamente bloqueadas.

     La derrota del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) fue estrepitosa, sin que por ello esta organización se decida al análisis y la autocrítica. Se prefiere el silencio, pero puede decirse que desde antes de que terminara la guerra, en 1992, los cuadros dirigentes de la agrupación estaban perdiendo su origen popular para ser remplazados por gente de clase media que en la paz encontró sobre todo el modo de ver por sí misma y acomodarse, sin renunciar al clientelismo. Es lo mismo que ha practicado la extrema derecha de la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), todo sin cambiar las condiciones de vida de la gente en un país que la guerra interna cambió económicamente: dirigente del FMLN preocupado por hacer análisis, el hoy extinto comunista Jorge Shafik Handal constataba que a raíz de la guerra El Salvador había cambiado de fisionomía socioeconómica y se había vuelto, entre otras cosas, un país de servicios, ya más allá del tradicional exportador y productor de café y algodón. Entre otras cosas mediante las remesas, El Salvador se volvió en extremo dependiente de Estados Unidos, además de hacerse un país más urbanizado y al mismo tiempo muy gravemente azotado por la violencia de miles de pandilleros.

     No deja de ser algo disgustante que Bukele se vuelva sospechoso de "neoliberalismo" o "promperialismo" y que en la cadena oficial rusa Russia Today, por ejemplo, se diga del mandatario que es algo así como un "producto a la venta" que la gente compra sin saber siquiera qué contiene, como lo sugirió Inna Afinogenova. Bukele ha obtenido hasta ahora buenos resultados en su gestión (en particular en materia de reducción de la violencia y de creación de infraestructuras) y sin duda podrá hacer más sin politiqueros bloqueando por bloquear las necesidades presupuestales. Tampoco es seguro que no haya programa: se trata de modernizar El Salvador buscando al mismo tiempo no superar todos los problemas sociales, algo imposible, pero sí buscando que los sectores más vulnerables jueguen en condiciones de mayor igualdad de oportunidades y no con la eterna cancha inclinada. De poco sirve ser insidioso y dar a entender, como lo hace por ejemplo El Faro a través de Carlos Dada, que después de todo Bukele no es más que un "ser caído" como todos, pero además un "narcisista antidemocrático". La democracia no trata de que "quepan todos por igual", el honrado y el corrupto, sino de que haya igualdad de oportunidades para una verdadera meritocracia y no para que se eternicen en el gobierno los más maliciosos, mañosos y ladrones porque "se les ha hecho justicia". Puede que el equipo de Nuevas Ideas/Gana de Bukele no sea el mejor, pero la gente se puede ir formando en el ánimo de servir y no de servirse. Hay gente para decir que en el equipo de Bukele se coló una que otra persona de la ARENA, pero no para señalar que hay ministros provenientes del FMLN (como María Ofelia Navarrete, María Chichilco) y efemelenistas con buenas expectativas, como Dagoberto Gutiérrez, con el muy buen tino de distinguir entre oligarquía y burguesía. Para Gutiérrez, quien se toma el trabajo de hacer análisis en vez de despachar calificativos a diestra y siniestra como El Faro, ocurrió con los Acuerdos de Paz que a la oligarquía se sumó una clase política dedicada a pelearse el presupuesto estatal y los puestos gubernamentales, además de los negocios empresariales ligados con la gestión pública. Los partidos se olvidaron de hacer política y se volvieron empresas, según Gutiérrez, lo que contribuyó a la despolitización de la gente. Tal vez sea la hora en El Salvador de lo que Gutiérrez llama "un capitalismo medianamente desarrollado" que nunca ha existido, pero que es preferible a la alternancia entre oligarquía y cleptocracia. No hay mayor lugar para esconderse: el FMLN no perdió ciertas concepciones oligárquicas del mundo, aunque quisiera entronizarlas a través de un Estado que ni siquiera supo gobernar.

     La actual democracia salvadoreña es un triunfo del antiguo FMLN. Pero la gente no luchó por algún tipo de cleptocracia o de clientelismo, y es legítimo entender que prefiera al menos un desarrollo "medianamente decente". El progretariado se puede quedar, como El Faro, en la colección de epítetos frente a una propuesta de cambio que acaba de ganar más del 70 % de los votos. El siguiente discurso (click en el botón de reproducción, para los hispanohablantes) muestra que, en todo caso, Bukele no es ningún tonto, y que es dable esperar resultados en vez de palabras (o ronquidos, en el caso del anterior presidente efemelenista Salvador Sánchez Cerén).


 


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