Para redondear la explicación recientemente sugerida sobre el 1968 mexicano, cabe remitir al documental 1968: la conexión americana, que muestra a la perfección a quienes orquestaron la provocación contra el movimiento estudiantil, básicamente desde el Departamento del Distrito Federal (DDF), en ese entonces a cargo del general Alfonso Corona del Rosal. Otros documentos explican que el 2 de octubre en Tlatelolco pudieron haber estado presentes unos 300 francotiradores del "Equipo Zorro" del DDF, un grupo paramilitar. En la plaza de las Tres Culturas, ese día 2 de octubre, el lugar fue desalojado en poco más de un minuto, pero la balacera tupida se habría prolongado por 90 minutos, ya sin estudiantes ni nadie más, de tal modo que el ejército tuvo que ponerse a resguardo. Horas más tarde hubo otras balaceras intermitentes. Llama la atención que el general Marcelino García Barragán, según el titular de El Universal del 3 de octubre de 1968, se haya apresurado a declarar que no iba a instalarse el estado de sitio. Se sabe que el presidente mexicano Gustavo Díaz Ordaz sondeó a García Barragán sobre la posibilidad de suspender las garantías constitucionales.
El tipo de provocación que tuvo lugar en Tlatelolco ya venía siendo ensayado desde antes. A finales de agosto del 68, luego de otra provocación por la cual en una manifestación estudiantil se había remplazado la bandera de México por una rojinegra en el Zócalo capitalino, el gobierno convocó a empleados públicos a este mismo lugar para un acto de "desagravio a la bandera". Se colaron estudiantes y al finalizar el mitin, tanquetas del ejército se lanzaron sobre los asistentes. Está documentado que aparecieron francotiradores en edificios cercanos al Zócalo, como en el de la Corte Suprema, algo que está filmado. Atención, los francotiradores disparaban a la vez contra la gente y contra las fuerzas del orden, exactamente como ocurrió en Tlatelolco. Los soldados respondían y había balas que rebotaban por ejemplo en el edificio del Hotel Majestic. Los soldados disparaban hacia la parte alta de los edificios. Dicho sea de paso: el día anterior, luego de que estudiantes volvieran a subir la bandera nacional, fueron provocadores del DDF quienes regresaron a colocar la bandera rojinegra.
Lo que interesa es señalar cómo es un viejo modo de proceder de los estadounidenses, aunque lo ejecuten otros. En Kíev, la capital ucraniana, la plaza Maidán es también una ratonera. y a finales de febrero de 2014 se instalaron en partes altas de edificios circundantes (Conservatorio, Hotel Ucrania...) francotiradores que acabaron por disparar a la vez a las fuerzas del orden y a los manifestantes. Se sabe que los francotiradores eran entre otros georgianos contratados para el caso y que quien orquestó el asunto fue el siniestro Andriy Parubiy, neonazi ucraniano que consultaba qué hacer con la embajada estadounidense. Es exactamente el mismo guión que tuvo lugar en México décadas antes, salvo que en Ucrania los extremistas de derecha consiguieron la caída del gobierno prorruso de Viktor Yanukovich.
Por el contexto, es posible pensar que en el 68 mexicano se buscó un golpe de Estado que se evitó con las justas, entre otras cosas gracias al tino del ejército y en particular de García Barragán, a cargo de la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA), aunque en la provocación estuvieran involucrados el general Luis Gutiérrez Oropeza, jefe del Estado Mayor Presidencial (quien engañó a García Barragán) y el general Mario Ballesteros Prieto, jefe del Estado Mayor de la SEDENA. Cabe señalar que el coronel Manuel Díaz Escobar, el hombre que colocó a los francotiradores del DDF el 2 de octubre en Tlatelolco, ya había montado un escenario similar, también con francotiradores, en San Luis Potosí contra el navismo en 1961.
Mucho de lo que se dijo durante décadas sobre el 2 de octubre de 1968 fue erróneo, pero creíble y por lo demás rentable para muchos. Se logró que importara más la credibilidad que la verdad. Algo similar sucedió con el caso del asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta en 1994: el investigador universitario Alejandro Tomasini Bassols logró demostrar en su momento ("Verdad y credibilidad: el caso Colosio", 30 de octubre de 2000) cómo el último fiscal del caso, Luis Raúl González Pérez (al que luego secundaría a toda prisa Héctor Aguilar Camín), tuvo el suficiente ingenio para pervertir por completo una de las pistas a seguir-la que conducía a Jorge Antonio Sánchez Ortega, agente del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN) - afirmando las cosas más absurdas, todo en medio de las contradicciones del implicado. Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad logró mostrar bastantes irregularidades más, pero la posible verdad es la solitaria cuando de lo que se trata no es de hacer saber, sino de hacer creer. Funciona. Así que ¿Luis Aburto Echeverría qué cosa? Llegó después de todo la felicidad (da click en el botón de reproducción).