A diferencia del movimiento del 1968 mexicano, empujado desde el principio con múltiples provocaciones para dar un golpe de Estado proestadounidense, el mayo del 68 francés no tuvo injerencia de Estados Unidos, aunque los soviéticos hubieran llegado a pensar que sí, con tal de sacar de la presidencia de Francia al general Charles de Gaulle. Hay pruebas de que Estados Unidos tenía una vasta red de contactos en Francia -no ha sido revelada- y trató de acercarse a algunos líderes estudiantiles, sin mayor éxito. No se ha revelado todo lo existente en archivos antes del 20 de mayo de ese año. Lo que sí hubo en el 68 francés fue infiltración de antiguos miembros de la Organización del Ejército Secreto (OAS, por sus siglas en francés) para empujar al choque con las fuerzas del orden.
Los reportes oficiales estadounidenses, incluyendo los del Departamento de Estado y de la Central de Inteligencia Americana (CIA), indican como sea que Estados Unidos veía con muy malos ojos a De Gaulle (a diferencia de los soviéticos), quien buscaba una política francesa con intereses propios y ajena a las presiones de la súperpotencia. Al mismo tiempo, Estados Unidos veía también con malos ojos la fuerza relativa del Partido Comunista Francés (PCF), aunque constataba que se había vuelto, según los servicios de inteligencia estadounidense, "más burgués y menos estalinista". En esas circunstancias, dado que las protestas estudiantiles iban a la vez contra De Gaulle y contra el PCF (si se quiere, a la vez contra el liberalismo original o republicanismo y contra el comunismo), los estadounidenses estuvieron dispuestos incluso a no ver una de las causas de las movilizaciones: los "comités Vietnam", favorables al país asiático en su lucha contra la ocupación de Estados Unidos.
Curiosamente, los servicios de inteligencia estadounidenses coinciden con los estudiantes: el malestar se debería en buena medida al "autoritarismo" de De Gaulle, quien es llamado por aquéllos "autócrata". Entretanto, dichos servicios mantienen contacto con el primer ministro Georges Pompidou, quien hace todo lo posible por calmar la situación. Estados Unidos apuesta también por la oposición socialista (socialdemócrata) frente a una situación considerada "explosiva": el 29 de mayo, el presidente estadounidense Lyndon B. Johnson es informado de que "una alternancia a la izquierda sería positiva en términos de política extranjera", y entre esas posibilidades está la del socialista Francois Mitterrand. Johnson es informado desde París, la capital francesa, por la embajada estadounidense que habla como si fuera la oposición. La CIA (por boca de Richard Helms, quien contribuyó con lo suyo al derrocamiento del gobierno chileno de Salvador Allende) critica "el desafío de De Gaulle a los obreros y los estudiantes"(!). Los mensajes afirman de que el general "ha retomado sus viejas costumbres de autócrata potente y carismático". La CIA se queja de que De Gaulle quiere mantener "la dominación de la derecha". Más abierta que la de Mitterrand es la carta del también socialista Pierre Mendés-France.
Como en México, los estadounidenses saben que no hay ninguna injerencia extranjera en Francia y que el bloque soviético se mantiene discreto, con la diferencia de que en el mismo México lo que se desarrolla es una poderosa acción encubierta estadounidense. Cuando ha pasado el mayo de 68 francés, los estadounidenses se sienten aliviados: parece tocar a su fin la "excepción gaullista". La colaboración franco-estadounidense se irá restableciendo incluso antes de que De Gaulle se vaya y Richard Nixon llegue a la Casa Blanca.
El primer ministro Pompidou había sido gerente general de la banca Rothschild. Encargado de suavizar las cosas durante mayo del 68, consideraba, según testimonios fidedignos, que los estudiantes que protestaban podían ser los tecnócratas encumbrados del futuro. El periodo de Pompidou como presidente (1969-1974) marcará el comienzo del laxismo, en particular con la "Nueva Sociedad" del primer ministro Jacques Chaban-Delmas, quien no hacía nada y tenía pavor de aparecer "a la derecha". Con Pompidou empiezan a colaborar también con el gobierno socialistas como Jacques Delors (por iniciativa de Chaban Delmas). Delors llegará más adelante a ser presidente de la Comisión Europea. Las cosas terminarán de "relajarse", desde luego, con la llegada de Mitterrand al gobierno en 1981, con una presidencia que durará lo suficiente (hasta 1995) para terminar de eliminar a los comunistas, permitirle la entrada en política a Jean-Marie Le Pen (Frente Nacional) y complicarle la vida a los restos del gaullismo (Jacques Chirac, quien había participado en los Acuerdos de Grenelle en 1968 entre patronato y sindicatos). Mitterrand viaja 6 veces a Estados Unidos, a los que guarda un gran agradecimiento: "les debemos lo que somos", llega a decir en 1984 en ocasión de una conmemoración del desembarco en Normandía el Día-D. Mitterrand será atlantista (partidario de una firme alianza con Estados Unidos dentro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte). Todo terminará finalmente con la actitud de "calma e interés" por la llegada de William Clinton a la Casa Blanca, luego de una buena amistad informal con George H.W. Bush.
Salvo Jacques Sauvageot (quien a lo sumo hizo una actividad política discreta a favor de Delors) y Alain Krivine, los líderes del 68 francés siguieron dando de qué hablar. El anarquista franco-alemán Daniel Cohn-Bendit terminó de eurodiputado verde. Alain Geismar terminó de inspector general de la Educación General con el ministro socialista Lionel Jospin (en cuya campaña presidencial de 2002 participó), luego de haber pasado por el maoísmo con una organización ilegal, Izquierda Proletaria. Todo fue tan logrado que Geismar pudo decir alguna vez, a propósito del presidente centro-derechista francés Valéry Giscard d'Estaing, quien legalizó el aborto: "incluso un hombre de derechas como él compartía algunas de nuestras ideas". Cohn-Bendit y Geismar se volvieron afines al actual presidente Emmanuel Macron, otro de la casa Rothschild. Lo mejor es que esta "izquierda democrática" haya terminado convertida más o menos en una casta divina que acabó por confundir libertad con la total permisividad y la transgresión. Cohn-Bendit, apologeta de la pedofilia, escribió un libro (Pequeño diccionario del euro) con el politólogo y político socialista Olivier Duhamel, recientemente descubierto en un asunto también de pedofilia con un hijo de Bernard Kouchner, ministro de Salud y Acción Humanitaria de Mitterrand. La "izquierda democrática" y hasta "verde" llevó a descubrir, sin cambiar nada y en medio de la putrefacción social, que todo está permitido aunque nada sea posible, como decía el simpatizante comunista Michel Clouscard. El patronato debe estar feliz y Macron con él.
En la foto, Cohn Bendit en 1968: