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domingo, 25 de abril de 2021

EU, CON LOS DERECHOS Y LAS LIBERTADES...DE DELINQUIR

A raíz del juicio al policía estadounidense Derek Chauvin, se ha podido establecer con mayor precisión qué conducta tuvo el negro George Floyd el día de su muerte, en la ciudad de Minneapolis, Estados Unidos.

     Floyd entró a una tienda a comprar un paquete de cigarrillos. Pagó con un billete falso, pero ahora se sabe que no fue denunciado de inmediato. El encargado de vender, un muchacho llamado Christopher Martin, fue a buscar a Floyd, afuera de la tienda, para avisar de lo ocurrido. El negro no hizo el menor caso. Estaba en un coche con un proveedor de drogas, un  dealer. Es sólo después de que Floyd no hiciera caso que desde la tienda se llamó a la policía. No queda claro por qué la policía debiera haberse ido sin hacer nada ante varios asuntos de delincuencia, pero aquí empieza "el liderazgo de América" del que presume el presidente estadounidense Joseph Biden. En el juicio de Chauvin, el dealer encontró los suficientes subterfugios para escapar a cualquier declaración y no ser investigado. En cuanto a los dueños de la tienda, de origen palestino, recibieron un buen número de amenazas de muerte y Martin prefirió no volverse a presentar a trabajar. Martin se sintió culpable al grado de declarar casi que por su culpa ocurrió lo que ocurrió: "si no le hubiera aceptado el billete a Floyd, esto no hubiera sucedido”, dijo. Nadie ha dicho que no se pueda pagar con un billete falso y la "gente cabreada" de Black Lives Matter se encargará de que se haga otra ley, la de la calle: no te metas con un negro.

      El jurado hizo a un lado los antecedentes de Floyd, que ya había delinquido en Texas, incluso poniéndole una pistola en el vientre a una mujer embarazada para amenazarla en un asalto. La actual pareja de Floyd, un completo irresponsable que no se ocupaba de sus hijos, reconoció que ambos eran adictos a los opioides y que Floyd ya había sido internado por ello. No es el dato interesante: en 2019, poco antes de ser arrestado, Floyd sufrió una crisis hipertensiva y estuvo cerca de un infarto por drogas, algo que lo tuvo al borde de la muerte. Le pasó, digamos, algo que podría interpretarse como similar a lo más reciente. Al jurado le importó un comino. Esta vez, resulta con todo que Floyd llevaba en el cuerpo dosis de fentanilo triples a la dosis fatal (se trata de una droga 50 veces más peligrosa que la heroína y que afecta en el cerebro los centros responsables de la respiración). El fentanilo afecta la respiración y puede provocar un paro respiratorio. La droga también provoca movimientos agresivos y lo cierto es que Floyd no quiso entrar en la patrulla al ser arrestado, alegando ser "claustrofóbico" (lo que no le impedía estar con su proveedor en otro carro). Dicho sea de paso, se estableció que Floyd acostumbraba "tomarse unas pastillitas" en caso de arresto, tal vez para "bajarse los efectos".

     La autopsia dice que Floyd murió de un ataque cardíaco (más precisamente, cardiopulmonar, que es lo que provoca una sobredosis de Fentanilo). No se encontraron "presiones amenazantes para la vida", no en el cuello ni que pudieran bloquear la respiración. La manera en que el policía Chauvin tenía la rodilla puesta en el cuello de Floyd no amenazaba su vida. Por lo demás, Floyd se cargaba también en su cuerpo morfina y metanfetaminas. La secuencia de lo que le ocurrió a Floyd es la típica del Síndrome de Delirio Excitado, que puede terminar en la muerte.

     Los policías que arrestaron a Floyd llamaron a los paramédicos desde antes de que corrieran los minutos finales para su muerte. La desorientación que mostró al tratar los policías de meterlo en la patrulla ya estaba presente cuando el de la tienda le dijo a Floyd lo del billete falso. Cuando se dió el reporte desde la tienda a la policía, se advirtió que Floyd parecía intoxicado. Chauvin no hizo nada fuera de protocolo, aunque pudo haber una que otra modificación (sentar a Floyd en un muro, etcétera) dado el estado del drogado.

     Los jueces tuvieron encima toda la presión del lumpen de la calle y de los políticos "contra el racismo", de tal modo que, por el simple hecho de ser negro, un delincuente puede llegar a héroe y, por el de ser blanco, un agente del orden cumpliendo su deber (no lo es ser un dulce) puede ser tratado como un delincuente. Ningún juez querrá ser objeto del trato que da Black Lives Matter a quienes no se congracian con los negros.

      Apenas llegado al gobierno, el presidente estadounidense Joseph Biden, quien por cierto llamó a la familia de George Floyd, se reunió con ella en Houston, Texas, y rezó "por el veredicto correcto" (gran prueba de la independencia judicial estadounidense frente al Ejecutivo, sin duda muy respetuoso...), devolvió a los programas escolares dos cosas que el anterior mandatario, Donald Trump, había quitado: la insoportable teoría de género y la riesgosa teoría racial crítica. Biden llamó "un paso gigante contra el racismo sistémico" una sentencia contra Chauvin que más parece una coartada para la delincuencia, así se pueda decir, desde otro punto de vista, que Floyd fue víctima del sistema que lo empujó a ser un pobre tipejo. Desde que Biden formó su gabinete, festinando a las minorías, alguien recordó que la democracia es para la mayoría, sin que deban omitirse aquellas. Contra todas las creencias, el territorio de Estados Unidos es un país de mayoría abrumadoramente blanca, de hasta 81 % de la población si se cuentan los latinos blancos.

      Huelga decir que los autodenominados "demócratas liberales" y la izquierda progretaria coincidieron en "rezar por el veredicto correcto", así se trate de un acto inhumano. Y es que lo humano o inhumano se decide ahora en estos casos, simplemente, por el color de la piel. Un policía negro matando a un delincuente blanco es tal vez el mayor acto de humanidad. ¿no? Porque ha estado sucediendo sin la protesta de nadie. 

      Para que no se crea que hay aquí racismo "sistémico", da click en el botón de reproducción:


 





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