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viernes, 9 de julio de 2021

HAITÍ: MÁS INDIFERENCIA, POR FAVOR...

 Es desde la época del dictador Jean-Claude Duvalier que se tenía noticia de la infiltración del narcotráfico en Haití. Era a principios de los años '70 y se trataba apenas de algo de marihuana desde Jamaica, pero luego el negocio fue ampliándose a la cocaína proveniente de Sudamérica.

     Con el fin de la dictadura, a mediados de los '80, los puertos haitianos se quedaron sin mayor vigilancia aduanera y el problema se complicó, agregándose el tráfico de armas. En algún momento, el presidente haitiano Jean-Bertrand Aristide buscó combatir el narcotráfico, pero fue derrocado. Su primer sucesor, el militar Raoul Cédras, fue más complaciente, por decir lo menos. La junta militar que estuvo tres años al frente de Haití luego de la caída de Aristide se sostuvo en buena medida gracias al dinero del narcotráfico y con el beneplácito estadounidense. Aristide regresó pero fue depuesto en una operación encabezada por Estados Unidos. Esta súperpotencia se había servido de criminales, no denunciados como tales, para derrocar a un mandatario, Aristide mismo, que no le convenía. Para el año 2000, Haití se había convertido en el centro de tráfico de drogas del Caribe. La fuerza multinacional instalada en Haití no paró el asunto. Luego del terremoto de 2010, los mismos Estados Unidos utilizaron Haití para afianzar el paso de droga, diciendo combatirlo, y aprovechando la debilidad del sistema judicial haitiano, muy corrupto e incapaz de sancionar duramente y hacer valer las penas por tráfico de estupefacientes. Al parecer, pese a numerosos ejemplos en América Latina, no queda clara la tendencia de Estados Unidos a favorecer el crimen organizado en la región y a gobiernos que lo protegen. Ahí están los casos del gobierno mexicano de Acción Nacional entre 2006 y 2012, que obedeció órdenes estadounidenses para favorecer al cártel de Sinaloa, hasta el del gobierno peruano de Alberto Fujimori metido hasta el fondo en el negocio de la cocaína.

     Es bastante simpático el "argumento" demócrata-liberal de que el problema con el socialismo era que "socializaba la escasez" -como lo haría Cuba-, mientras que se omite que Hatí tiene al 60 % de su población en la pobreza (no hay que alarmarse, es más o menos la misma tasa en México), a más del 40 % de la población económicamente activa en el desempleo y a casi 70 % de los que están empleados en el sector informal. No ha llegado el momento de que un comando armado se pasee por La Habana hasta llegar a la casa del presidente Miguel Díaz-Canel y balearlo.

     El hecho de que haya sido un comando con unos 26 colombianos, ex miembros del ejército de Colombia, que haya ido a plomear al presidente haitiano Jovenel Moise dice mucho. Haití ha caído desde hace rato en manos de bandas criminales -hay 500 mil armas en circulación, provenientes desde luego de Estados Unidos- que ahora se dedican en grande a controlar barrios enteros de Puerto Príncipe y al secuestro, llegando a exigir rescates de hasta 100 mil dólares estadounidenses. No es un fenómeno de la pobreza: estas bandas cierran los barrios cuando la gente busca salir a protestar (como lo hizo por el desvío gubernamental de fondos de Petrocaribe) y extorsiona a gente humilde (campesinos, vendedoras callejeras, agentes de policía...), poniéndose al mismo tiempo al servicio de facciones de la oligarquía.Quien fuera ministro de Justicia, Lucmane Délile, se había resuelto a enfrentar el problema de estas bandas, entre ellas G9 an Fanmi e Alyé, pero fue depuesto por Moise, quien por lo demás, antes de ser victimado, venía gobernando en solitario, por decreto y sin legisladores. La connivencia entre Moise y Jimmy Chérizier (a) Barbecue, un ex policía a la cabeza del G9, fue denunciada por medio mundo. El delincuente era tratado por la policía nacional como un "líder social" al repartir alimentos en barrios pobres como el de Delmas.Moise siempre dijo que estaba dispuesto a dialogar con la delincuencia y no hubo ningún escándalo internacional del tipo del que se le ha querido fabricar al mandatario salvadoreño Nayib Bukele.

     Tampoco es nueva la presencia de mercenarios en Haití. Un grupo de ellos, integrado entre otros por miembros de las fuerzas de operaciones especiales de Estados Unidos,  fue utilizado para mover millones a una cuenta de banco. Se llegó a generar la sospecha de que mercenarios estaban asesorando a Moise en la represión contra protestas callejeras.

     Nadie se molestó por el hecho de que Moise, con quien ciertamente se estaban peleando otros oligarcas (Dimitri Vorbe y Pierre Réginald Boulos), representara residuos del neoduvalierismo. Fue promovido por el presidente Michel Martelly, ex paramilitar a sueldo de Duvalier, y patrocinado por Estados Unidos. Diversos personeros del duvalierismo ocuparon puestos en los gobiernos de Martelly y Moise sin que saliera nadie a gritonear que eran "otros Duvalier" o "peores que Duvalier".

      Moise parece haber sido ejecutado en un ajuste de cuentas. Por cierto, no deja de ser extraño que apenas sucedido el hecho, en las circunstancias descritas, el presidente colombiano Iván Duque saliera a pedir la intervención de una "misión de la Organización de Estados Americanos". Tabou Combo (Da click en el botón de reproducción) en medio del caos.





 



 




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