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miércoles, 28 de julio de 2021

MÉXICO SE PONE APOTEÓSICO

 Ni el presidente argentino, Alberto Fernández, ni el mexicano, Andrés Manuel López Obrador, son personas especialmente cultas, por lo que pueden acabar incluso diciendo incoherencias. Desde luego, tampoco hay modo de oponerles al presidente venezolano Nicolás Maduro, quien tampoco destaca por su cultura. Tal vez la diferencia con López Obrador es que a éste aún le queda, luego de todos los retrocesos desde 2006, un peculiar "colmillo" que lo mantiene en un "buen sentido".

     Fernández dijo hace poco una tontería típica y expresiva, la de quien cree que los argentinos son todos descendientes de inmigrantes de más o menos reciente data (finales del siglo XIX, principios del XX), algo que es falso. En total obsequiosidad ante un español, Fernández aseveró que los mexicanos descienden de los aztecas y los brasileños salen de las selvas, por lo mismo por lo que "los argentinos descienden de los barcos". Es un viejo chiste y no algo memorable del escritor y ensayista mexicano Octavio Paz, contra lo que dijo Fernández queriendo lucirse. Ya se le había notado: en visita a México, en un acto en la ciudad de Iguala, no podía aunque trataba citar a más de dos próceres independentistas latinoamericanos, San Martín y Juana Azurduy, hasta el cansancio. En cuanto a los venezolanos, hace rato que, culturalmente hablando, decidieron hacerse una idea muy estrecha de América Latina con sus Premios Libertador, bastante ambiguos, puesto que en nombre del anticapitalismo pareciera que reivindican una América Latina que no es la mejor y que sí tiene en cambio mucho de fantasía, desde el "barroco" hasta la teoría de la dependencia, si bien Claudio Katz o Atilio Borón son capaces de trabajos muy serios cuando alcanzan a salir de la endogamia de la cosa nostramericana, que reproduce en pequeño el acaparamiento y la incapacidad de diálogo de los "demócratas liberales" (si bien Borón es también una excepción con el detalle de sus críticas al escritor peruano Mario Vargas Llosa). Puede que en el fondo no sean Katz ni Borón, sino la forma en que llegan a ser "hablados" por poderes que desafortunadamente piden incondicionalidad en vez de lealtad, por lo que no se les puede decir gran cosa.

      Cierta ala del lópezobradorismo ya no tiene empacho en desbarrar y se ha inclinado desde ya, para la sucesión presidencial, por la activista y jefa de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, quien en un acto reciente y para "hacer memoria" rebautizó la "Plaza de la Noche Triste" (donde el Conquistador Hernán Cortés lloró su derrota transitoria al pie de un árbol) por "Plaza de la Noche Victoriosa", como si en serio los mexicanos fueran descendientes de los aztecas (en realidad es sólo válido para los Sheinbaum, los Ebrard y los Clouthier, como lo ha entendido la oposición) y hubiera que darles el gustito de una victoria sobre los españoles. Por lo demás, se trata de un sinsentido: quien se quiera sentir, como José Alfredo Jiménez, que es "descendiente de Cuauhtémoc" (da click en el botón de reproducción, más abajo), puede muy bien regocijarse en una "Plaza de la Noche Triste" de que aquella negra noche Cortés se haya puesto a chillar, sin que sea necesario el cambio de nombre.

     Por lo que se pudo ver, López Obrador estaba leyendo un texto en la reciente conmemoración del natalicio de Simón Bolívar, a la que fue invitada Isabel Allende, tal vez para darle gusto a la señora madre de Chocoflán. En sus disparates, López Obrador, nada original, nombró a Cuba la Nueva Numancia (ocurrencia que viene por lo menos del escritor Carlos Fuentes) y pidió que sea declarada Patrimonio de la Humanidad, sin que quedara claro si iba en serio o era una ironía sobre el parque automóvil cubano y sus "almendrones" de los años '50. Está bien, como lo dijo López Obrador, la Organización de Estados Americanos (OEA) no sirve a los intereses latinoamericanos, etcétera. Pero el mandatario mexicano terminó de decir disparates cuando dijo que América Latina debería unirse "como la Unión Europea" (una imposibilidad absoluta, al grado que cuesta saber de dónde salió la "idea"), pero además sin enfrentarse a Estados Unidos, porque no se puede "con Sansón a las patadas". López Obrador puso a la vez como ejemplos positivos la defensa de la soberanía y el T-MEC (Tratado México- Estados Unidos- Canadá de libre comercio), como si no se tratara de una contradicción, y de remate, se ofreció a Estados Unidos como aliado frente a China (!).

      Estas incoherencias, que Maduro celebró como algo "apoteósico" (!), se aderezaron con lo que realmente es: una cita de René Pérez Joglar ("yo siempre digo lo que pienso"), del puertorriqueño Calle 13, y una canción también de Calle 13 interpretada por alguien de apellido notoriamente azteca, Lila Downs. La secretaria mexicana de cultura, Alejandra Frausto, tuvo razón al decir que se atestiguaba un "momento histórico": digamos que Puerto Rico como sueño de Bolívar, pero sobre todo el banderazo para el giro Demócrata de dos de los presentes, además de la señora, Sheinbaum y el canciller Marcelo Ebrard. Por si alguien no lo notó, en materia migratoria esta vez López Obrador le fue a hacer el caldo gordo al presidente estadounidense Joseph Biden después de haber concordado un buen rato con lo contrario y el mandatario Donald Trump. Desde luego que en más de una cosa el mandatario de México es ignorante, pero hace rato que alguna "mano invisible" se sirve de ello para empujar hacia una nueva forma de norteamericanización del país.



EL BALBOA QUIERE DÓLAR

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