En un tuit muy reciente, del 4 de julio, el progresista Grupo de Puebla, que tardó en darse cuenta de lo que ocurre en el Perú, rechazó tajante afirmaciones del periódico mexicano El Universal en el sentido de que aquél estaría apoyando al gobierno de Nicaragua, presidido por Daniel Ortega Saavedra. Una gran parte de la izquierda por lo visto no quiere ser acusada de antidemocrática. Ni siquiera en los portales cubanos hay alusión a lo que sucede en Nicaragua.
Para demostrar en los hechos que tanto se piden que Ortega es otro Anastasio Somoza o incluso peor, habría que evidenciar que, como Tachito, Ortega es dueño de media Nicaragua y que por lo demás habla inglés con sus subordinados. En efecto, criado en Estados Unidos, Anastasio Somoza Debayle, casado con una estadounidense, ni siquiera se tomaba demasiado la molestia de hablar en español. Habría que demostrar igualmente que la represión de 2018 fue la causante de los muertos, cuando en realidad una parte de la oposición instigó al lumpen a delinquir, a resultas de lo cual fueron heridos 400 policías sandinistas y 22 fueron asesinados. Se sabe quiénes alentaron a la delincuencia y se ha querido presentar las cosas como si no se hubiera tratado más que de violencia del Estado contra la sociedad civil, el eterno y maniqueo guión. Incluso hay cosas poco edificantes, como la Iglesia dando refugio a los vándalos, o un video en Youtube de un sacerdote ordenando en la ciudad de Masaya quemar a un policía y complaciéndose en el hecho. Por si fuera poco, se sabe que en cada intentona "la embajada" quiere poner a sus títeres y disolver la Policía y el Ejército. Los comandantes históricos Dora María Téllez y Hugo Torres, recientemente arrestados, hicieron alguna vez campaña a favor del gobierno estadounidense y el banquero de derecha Eduardo Montealegre, candidato del derechista y ultracorrupto Arnoldo Alemán (mediano productor cafetalero, llegó a ser considerado entre los 10 jefes de Estado más corruptos del mundo). Suponiendo que el gobierno de Ortega fuera una dictadura, al parecer incluso ex sandinistas como Téllez y Torres escogieron la alianza con el lumpen y lo más corrupto de la política. Alguien debería definir a qué "auténtico sandinismo" fueron leales este tipo de líderes. Lo mismo puede decirse de Mónica Baltodano. Es porque al parecer tampoco hay mayor interés en difundir los logros del gobierno de Ortega, que no han consistido en saquear Nicaragua: de ser el cuarto país más desigual de América Latina durante la época de Violeta Barrios de Chamorro y sus sucesores (hasta la vuelta de Ortega), el país centroamericano se colocó ni más ni menos que entre los cuatro menos desiguales. Hay algo que debiera llamar poderosamente la atención de quienes se dicen de izquierda: es el país de Occidente con mayor propiedad para los trabajadores (detentan el 80 % de la propiedad y 50 % del Producto Nacional Bruto, muchas veces bajo formas asociativas, cooperativas y familiares), el más seguro de América Central pese a lo ocurrido en 2018 (por encima de Costa Rica, con 3.5 homicidios por 100 mil habitantes contra 11.2 de los costarricenses) y con un nivel de analfabetismo bajísimo (3 %). Desde la vuelta de Ortega al gobierno, el salario mínimo ha subido 10 veces más que en 17 años de derecha en el poder.
De los más de 200 muertos del año 2018, muchos fueron sandinistas, capturados y secuestrados. El gobierno de Ortega liberó después a los detenidos “opositores” por lo ocurrido, en acuerdo con instancias internacionales que contribuyeron a presentar las listas de los encarcelados. Por lo demás, quienes ahora hacen ruido distan bastante de representar a toda la oposición de Nicaragua, y se les da bombo porque son conversos o porque son de familias de larga tradición oligárquica. Hay críticas al gobierno de Ortega que pueden ser entendibles, pero otra cosa es presentar a criminales como gente democrática y en la izquierda ignorar los indudables logros del régimen sandinista, que por cierto han despertado el apoyo de estadounidenses de buena fe. Indicios de que Ortega sea "otro Somoza" o "peor que Somoza" no hay, y no queda claro por qué está permitido decir cualquier cosa con toda impunidad en los medios de comunicación masiva escudándose en la libertad de expresión. Lo más alegre son los alegatos a nombre de los hechos y los “datos duros”que nunca se presentan o que se distorsionan a gusto. Mejor nos quedamos con otro clásico de Nicaragua (da click en el botón de reproducción):