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martes, 20 de julio de 2021

MÉXICO: EN PROCESO

 

Recientemente, el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Arturo Zaldívar, volvió a dar cuenta del estado que guarda el aparato de Justicia en México. "En los tribunales de México, dijo Zaldívar- persiste la corrupción y quien afirme lo contrario miente descaradamente". Para el magistrado, los órganos jurisdiccionales no tienen cercanía con los ciudadanos, que no reconocen en ellos una legitimación social, sino que se les visualiza como entidades normalmente vinculadas con los poderes fácticos y económicos". La gente "percibe a los jueces como ajenos a su vida diaria y son susceptibles de incurrir en corrupción. Requerimos -prosiguió- tribunales que sean más sensibles, más cercanos a la gente, que comprendan el dolor humano que hay detrás de cada expediente". Desde luego, las declaraciones de Zaldívar no tuvieron ningún eco, ni entre los autodenominados "demócratas liberales", que por boca de gente como el ensayista Enrique Krauze creen que México era un "país de leyes" hasta que llegó el actual mandatario Andrés Manuel López Obrador, ni entre los intelectuales del oficialista Movimiento de Regeneración Nacional (MoReNa). Ambos parecen creer que el poder les garantiza impunidad. Mientras tanto, el Fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero, pareciera más dedicado a resolver problemas personales, mientras|"duermen" casos como el del ex director de Pemex, Emilio Lozoya, y el de la ex funcionaria Rosario Robles, sin que se le pueda dejar en claro a quien no lo tiene, y los hay, sobre todo en las clases medias, así sea por conveniencia, que en sexenios pasados se dispuso, como casi siempre (y no como desde 1988, salvo que se olvide por ejemplo el sexenio de José López Portillo, 1976-1982), del dinero del Estado para ganancias particulares y fraudes monumentales, asuntos sobre los cuales la oposición no se pronuncia ni por error. Ya será algo si logra prosperar una nueva denuncia contra la derechista (Acción Nacional) Isabel Miranda de Wallace, Premio Nacional de Derechos Humanos (!), señora siniestra acusada ahora de simulación de pruebas. La señora fue alguna vez candidata a gobernar la Ciudad de México: el silencio de la oposición es llamativo, y está más ocupada en encontrarle los "flancos débiles" a Gertz, que como sea hasta ahora no ha dado el ancho. Es en este contexto de inoperancia total del aparato de Justicia que algunos morenistas creen que el asunto se arregla con escarmientos "ejemplares", como la posibilidad de juicios a  varios ex presidentes, algo que por lo demás López Obrador no quiere. Los intelectuales de MoReNa no son populistas, pero tampoco ajenos a querer ganarse las cosas con demagogia (halagos y falsas promesas, por difíciles de cumplir).

       Es en medio de esta situación que López Obrador llamó a crear una clase media con sentido humanista. El eco en MoReNa y sus intelectuales fue nulo. Al parecer, como lo dijo no hace mucho el intelectual Pablo González Casanova, lo deseable para la gente pobre sería que tenga una vida...como la intelectualidad de izquierda o algo así. Salvo Alvaro García Linera, el ex vicepresidente de Bolivia, y el ex mandatario ecuatoriano Rafael Correa, casi nadie ha querido ocuparse del tema en América Latina, ante unas clases medias volátiles. No ocuparse del aparato de Justicia es igualmente grave: en el Ecuador, después del mandatario Rafael Correa, el estado de Derecho fue completamente destruido; en Brasil, el presidente Jair Bolsonaro logró encaramarse al gobierno en medio de la total corrupción del aparato de Justicia; en Bolivia, el mandatario Evo Morales fue sacado del gobierno con maniobras ilegales, y así.

      De manera increíble y en gran parte por la persistente presión de los medios de comunicación masiva, salvo pocas excepciones, se abrió tres años antes de que termine el sexenio el tema de la sucesión presidencial mexicana, con la sola sensatez de la secretaria de Economía, Tatiana Clouthier, quien dijo no estar para fantasías. Es de lo más extraño que López Obrador haya manejado nombres y, peor aún, incluido a los zedillistas Esteban Moctezuma y Juan Ramón de la Fuente. El hecho es que el asunto se dirimirá por encuesta y la intelectualidad oficialista ya se precipitó, puesto que hay dos favoritos: el canciller Marcelo Ebrard y la jefa de gobierno de la capital de México, Claudia Sheinbaum. El aspirante morenista Ricardo Monreal está bloqueado. Puesto que se habla del tema de la sucesión, en ambos casos, Ebrard o Sheinbaum, sería el triunfo de una parte de la clase media y de una visión "a lo Democrata" del país, sin el ingrediente popular que ha sabido poner López Obrador, a veces sin quererlo. Dadas las trayectorias de ambos, habría un giro hacia el centro -pese al activismo de Sheinbaum- que es por lo que está presionando la oposición, que quiere justamente seguir con el gobierno para las clases medias que es lo que instauró hace rato el Partido Revolucionario Institucional, desde "el último presidente de la Revolución Mexicana", para quien lo recuerde (así se autodenominaba, no sin razón, López Portillo, antes de la llegada de los tecnócratas al gobierno con el presidente Miguel de la Madrid, 1982-1988). No es otra cosa lo que está diciendo un inconsciente como el del intelectual Roger Bartra, que cree sin que haya prueba alguna que el México de hoy es para López Obrador el de los '60 o '70. Nada de pueblo, por favor, en realidad ni por asomo "populista", el "alma de México", como la de Estados Unidos, según el presidente Joseph Biden, está en la clase media. Ebrard o Sheinbaum probablemente terminarían creando cierta "base solvente" para un gran capital en proceso de reconversión y en búsqueda de "salidas" para una crisis duradera. Queda por saber qué se afianzaría de lo logrado por López Obrador, a reserva de volver sobre el tema después, ya/ que alguien como Hernán Gómez Bruera ha logrado crear buen material para hacerse una idea de la situación 

     Hasta cierto punto, López Obrador logró cumplir con lo que deseaba una de sus personalidades favoritas, el revolucionario michoacano Francisco J. Múgica, para quien la política debía ser "éso" que se hace se hace entre los políticos y el pueblo y no "éso" que se hace entre políticos. Es lo que no se le ha perdonado a López Obrador, pese a que ha perdido tiempo e investidura defendiéndose de ataques de intelectuales que en más de un caso están ligados a delincuentes, como es el caso del pseudoperiodista y mentiroso patológico Carlos Loret de Mola, que busca mostrar, sin lograrlo, que "también" hay corrupción en el actual gobierno y alrededor de la persona de López Obrador. Juan Manuel Magaña y Laura Barranco ya demostraron que Loret de Mola miente ante la Justicia, aunque éste quiera echar una cortina de humo y omita que solicitó que se repitiera una escena del montaje Vallarta-Cassez ("está chingón, ¿será posible que se regresen?", dijo Loret consciente si no de un montaje, sí de una escenificación, mientras el equipo sabía que el hoy detenido y siniestro Luis Cárdenas Palomino torturaba a Israel Vallarta). Al parecer, la oposición no se ha dado cuenta de lo que significan las detenciones de los súperpolicías del sexenio de Felipe Calderón (2006-2012), Genaro García Luna y Cárdenas Palomino. Significan que la seguridad de los mexicanos estaba en mano de delincuentes.

     Con Ebrard o con Sheibaum (por la que apuesta el ala "activista" morenista), no es de descartar que se rompa "éso" que se hace entre políticos y pueblo para tratar de recuperar a parte de la clase media, sobre todo de la Ciudad de México, que optó por darle la espalda a López Obrador. El hecho es que la autodenominada "Cuarta Transformación" no trata de ruptura con el capitalismo, ni de los trabajadores, y ni siquiera de "populismo", sino de erradicación de la corrupción en el Estado, lo que no es poca cosa: es sobre esta base que deberá ser evaluado el gobierno de López Obrador, sobre lo que se propuso y no sobre lo que no se propuso, y en el fondo no debieran contar Ebrard o Sheinbaum, sino lo que propongan y su capacidad para dar resultados. Es lo que se espera desde aquel famoso lapsus de Socorro Díaz en una transmisión de mando presidencial, cuando dijo del mandatario Carlos Salinas de Gortari: "el presidente de los Estados Unidos de la Palabra hará uso de los mexicanos...". Lo que ha estado haciendo la oposición, sin dejar de lado a la intelectualidad morenista, es lo mismo. Del gobierno hay que detenerse en los resultados y es demasiado pronto. Es una lástima que esta intelectualidad no se interese más que por el poder, aunque a veces se detenga -muy rara vez, en realidad- en la ética del proceso, entregada por lo demás en parte a merolicos como el insufriblemente vanidoso Enrique Dussel ( en la foto, López Obrador).


 

 

FANÁTICAMENTE MODERADOS

 En varios países de América Latina, la izquierda, que tiende más bien a ubicarse en el centro-izquierda (del que no queda excluida Venezuel...