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viernes, 18 de marzo de 2022

HAPPY HOUR

 No son pocos los que se enredaron con la invasión rusa a Ucrania, que no es una ocupación, sino una operación militar especial. No se enredaron los llamados "demócratas liberales", que saben a la sombra de qué poder están. Se enredó la izquierda, por creer que la caída de la Unión Soviética no traería consecuencia alguna y por no saber cómo "etiquetar" al gobierno ruso de Vladimir Putin.

       Algunos líderes latinoamericanos forman parte de la Internacional Progresista creada por el Demócrata estadounidense Bernie Sanders y gente como el ex ministro griego Yanis Varoufakis, del movimiento paneuropeo DIEM25 (Movimiento Democracia en Europa). Sanders enfiló muy derecho detrás de las sanciones contra Rusia impuestas por el presidente estadounidense Joseph Biden. Sanders aprovechó de paso para insistir en que hay que acelerar el paso de energías fósiles a "verdes". Varoufakis declaró por su parte que había que ayudar a Ucrania, condenar a Putin y hacer que la Organización para el Tratado del Atlántico Norte (OTAN) dé marcha atrás, como para sugerir una posición "equidistante" entre las partes. Lo que quiere decir este tipo de declaraciones en los hechos es que hay que obedecer a Estados Unidos -ayudar a Ucrania y condenar a Putin- y desobedecerlos, con algo imposible: ¿en serio cree que la OTAN va a dar marcha atrás, después de tantos beneficios conseguidos?

      Es esta posición equidistante trataron de colocarse muchos otros, como el igualmente progresista Grupo de Puebla. De la misma manera que el Papa Francisco, el Grupo de Puebla salió de repente a condenar algo que no sucedió: el 26 de febrero se indignó por "el uso unilateral de la fuerza y las graves consecuencias humanitarias que generan los ataques realizados durante la madrugada por parte de la Federación Rusa a la capital de Ucrania, Kíev". Esta ciudad, salvo en una torre de telecomunicaciones, no ha sido objeto de ataques rusos para no caer en una trampa: los ucronazis repartieron armas a la población civil y Rusia busca minimizar las bajas civiles ucranianas. Fuera de lo anterior, el Grupo en cuestión se limitó a pedir una solución "multilateral y pacífica".. Es un viejo reflejo tercermundista al que se pusieron también periódicos como el mexicano La Jornada o el de muy mala fe argentino Página 12, que se sacó de la chistera una rivalidad entre "dos imperialismos": se trata de buscar "márgenes de maniobra" -que acaban en rentas de posición- en los pleitos entre los "grandes" para conseguir alguna ventaja. Fue con esta marrullería que por décadas el tercermundismo le hizo creer  a la Unión Soviética que la revolución estaba a la vuelta de la esquina. Efectivamente, por lo demás. la Federación Rusa actual no es la Unión Soviética. Así se enredó medio mundo, hasta el  ultraizquierdista uruguayo Raúl Zibechi, que tiene un lugar en un portal oficial ruso: aquél salió para variar a defender a todos los pueblos contra todos los gobiernos, otra manera de ponerse "equidistante". Algunos comunistas cayeron en despistes parecidos: el partido Comunista de Chile condenó por igual a la OTAN que a Rusia, aunque sin llegar a las posiciones antirusas del Partido Comunista Francés y su líder, Fabien Roussel. Por lo visto, ni quienes han colaborado abiertamente con los rusos quieren ser confundidos.

     En América Latina y a riesgo de una censura que tuvo lugar, el líder cubano Miguel Díaz-Canel denunció el cerco militar contra Rusia. Nicaragua y Venezuela, cada país a su manera, se colocaron del lado ruso. Los "demócratas liberales" saldrán con algo sobre los regímenes "autoritarios", pero también se puede hablar de los países que son agredidos por Estados Unidos y sus "socios y aliados" y saben, por ende, lo que es un cerco. No queda muy bien claro cómo se puede omitir la existencia de estos cercos al hacer la historia de diferentes países, salvo que se justifiquen aquéllos. El otro líder que fue tajante fue el ex presidente boliviano Evo Morales al condenar sin miramientos a la OTAN y atreverse a mencionar la palabra "imperialismo"..

      Si bien es cierto que Rusia violó la soberanía ucraniana, no queda claro por qué todo un sector de la izquierda optó por la "equidistancia" y por poner a "las partes" en un pie de igualdad que no existe: la cercada es Rusia, no la OTAN. Como lo demostrara el extinto estudioso comunista italiano Domenico Losurdo en La izquierda ausente, las fuerzas de izquierda estuvieron ausentes durante décadas de lo que podía verse venir como cerco a la Federación Rusa. Hay asuntos más graves, puesto que no nada más callaron: los hubo dispuestos a repetir el tema antiserbio de la "limpieza étnica" en los Balcanes sin reparar siquiera en un mapa, para constatar que eran los serbios los objetos de dicha limpieza, de Krajina en Croacia a Kosovo; mejor era hacerse el que no entendía nada; otros no sacaron la cabeza por el líder libio Muamar el Gadafi y sus indudables logros sociales; estuvieron ausentes quienes pudieron haber defendido al gobierno sirio de Bashar al Asad de lo que fue un intento por repetir el crimen en Libia; nadie quiso poner énfasis en el decisivo papel ruso para liquidar en Siria al Ejército Islámico. Tampoco se puede olvidar la alegre arremetida de todos contra Sadam Husein. ¿De qué se cree que iba el asunto de Afganistán?¿Y el sistema de escudos antimisiles de Polonia y Rumania hasta Japón y Corea del Sur? ¿Hay alguien que persista en no querer ver un mapa y negar que estas agresiones eran la antesala de una mayor contra Rusia? ¿Hay quien crea que Estados Unidos carece de una perspectiva realmente internacional de las cosas? Está escrito por lo menos desde 1997 por el halcón Demócrata Zbigniew Brzezinski.

      Lo que colmó el vaso es la opción occidental (y japonesita) de ir hasta poner en tela de juicio la existencia misma del Estado ruso, salvo que alguien se crea que lo que está en juego es el estado mental de Putin, el derecho de las ucranianas a ligar con coronas de flores en la cabeza o el del presidente  ucraniano Volodímir Zelenski a seguir siendo un excelente actor.. No es cuestión de izquierda o derecha, sino de otro tipo: ¿se quiere vivir con Estado o sin Estado? Sin Estado, o casi, salvo para golpear, es, valga la redundancia, el estado ideal para el gran capital transnacional, la alta finanza y la izquierda libertaria.

      Los problemas de conciencia de quienes no tuvieron inconveniente en el desplome de la Unión Soviética están ahora a la vista, puesto que más de uno ve en Putin una papa caliente que es preferible no tener en las manos. Es lo de menos: cabe preguntarse si los rusos tienen el derecho a organizarse en un Estado o si no lo tienen, al grado de que puedan ser amenazados con la decapitación del mismo, para dar paso al caos controlado. No es cuestión de regatear si "más" o "menos" Estado, sino de sus funciones rectoras mínimas. Quien no las quiera considerar puede ver cómo se vive en América Latina: por distintas razones, cualquier habitante sabe perfectamente bien que no cuenta con protección elemental frente a una mezcla de violencia e indiferencia desbordadas. Es el resultado de abdicar de todo Estado. Y es lo que se tiene en oferta para Rusia, que por motivos diversos no quiso resignarse a perderlo todo, y a la que se quiere hundir con Ucrania como simple pretexto. ¿De dónde salió el interés repentino por Ucrania? La inmensa mayoría de la izquierda, insensible a la caída de la Unión Soviética, no tiene ahora conciencia de que la apuesta no tiene nada que ver con Ucrania, sino con la posibilidad abierta de hacer colapsar a Rusia. No se trata de fuerzas políticas responsables, sino que han asimilado en algunos aspectos que lo importante es hacerse de ganancias. Adelante con el intento de "capitalismo con rostro humano": a la sombra del gran capital financiero, es apostarle a pedir lo imposible.

      John F. Kennedy decía que "la victoria tiene cien padres y la derrota es huérfana". Se dedujo de la derrota soviética, de la que no se quiso sacar aprendizaje alguno para la izquierda (los "demócratas liberales" se limitan a sembrar el miedo so pretexto del "terror"), que Rusia seguiría un camino similar. Lo único que puede decir la izquierda de la Rusia actual es "capitalismo con oligarcas" -baste preguntarle a Fabien Roussel- y cosas por el estilo, o "capitalismo de Estado". Como no se da un centavo por los "perdedores", la izquierda se agarró de China como de un clavo ardiendo. China no usa ningún vocabulario marxista pese a declararse país socialista, y ha ensayado a su manera la "equidistancia". No deja de haber algo raro entre los occidentales (y japonesitos): arremeten contra un "capitalismo con oligarcas" y se muestran más bien tolerantes con un país como China, de partido único, y además de filiación comunista. Siendo entonces China "el enemigo", no queda claro por qué las grandes potencias capitalistas se lanzan contra Rusia. Biden no dirá del líder chino Xi Jinping que es un "criminal" o "criminal de guerra".

     No queda claro, salvo para Evo Morales (en Rusia hay mucho de qué apoderarse), qué mosca le picó a Putin para agredir a la muy inocente Ucrania o a la OTAN para acercarse a Rusia cuando ya no existe "amenaza roja". ¿Hay que creerse cualquier cosa? Cuando se abandona toda posibilidad conceptual y de examinar la naturaleza de las cosas, no queda más que quedar extraviado: no es de extrañar para quienes, izquierda incluida, salvo excepciones ( y también las hay en la derecha) decidieron en 1989-1991, como resultado de lo que se jugó en la segunda posguerra, mirar para arriba y no para adelante. He aquí lo que promueven incluso portales cubanos:



LO QUE HAY QUE TENER (THE RIGHT STUFF)

 La Internacional Progresista (IP) del político Demócrata estadounidense Bernie Sanders se ha tragado a buena parte del progresismo latinoam...