De acuerdo con la Constitución mexicana (artículo 33), los extranjeros no pueden inmiscuirse en asuntos políticos del país. Hasta la fecha, no se sabe de ningún funcionario ruso que se haya pronunciado sobre este tipo de asuntos. Se creó en estos días, por iniciativa del Partido del Trabajo (PT), un Grupo de Amistad México-Rusia, ante el cual el embajador ruso, Víktor Koronelli, expresó el punto de vista ruso sobre lo que sucede en Ucrania, y agradeció que México no se haya sumado a las sanciones contra la Federación Rusa.
En las declaraciones del canciller mexicano Marcelo Ebrard y en la actuación de la representación mexicana en Naciones Unidas, se han seguido los principios de la Carta Magna: a través del titular de la secretaría de Relaciones Exteriores, el mismo Ebrard, México condenó la agresión rusa en Ucrania, llamada "invasión", en principio por instrucciones del presidente Andrés Manuel López Obrador. En Naciones Unidas, Juan Ramón de la Fuente, representante mexicano, condenó igualmente lo que llamó "invasión". De lo que se puede estar seguro es de que López Obrador no tiene ni la menor idea de qué se trata: es totalmente ignorante en materia internacional, aunque no debiera serlo dadas las facultades que la Constitución le atribuye. El artículo 89 constitucional obliga a López Obrador a dirigir la política exterior (X), de acuerdo con determinados principios normativos, que Ebrard y De la Fuente han seguido.
Frente a las declaraciones de un alto jerarca militar estadounidense, en el sentido de que México es algo así como el principal nido de espías rusos en el mundo, López Obrador se limitó a decir que los extranjeros en este país pueden hacer lo que quieran, menos delinquir (lo que es falso, de acuerdo con el artículo 33), y que México, que no es colonia de nadie (lo cual ya se sabe), ni de Rusia, ni de China, ni de Estados Unidos (esto último también se sabe), no tiene a gente espiando en Rusia, China ni Estados Unidos (bueno, no se sabía...!qué bien!). Si México es un país partidario de la solución pacífica de las controversias, no puede ayudar a llenar Ucrania de armas para que se arme una carnicería inmiscuyendo al mayor número de civiles posible; tampoco puede ayudar a las sanciones porque sucede que son contrarias al derecho internacional. Al parecer algunas potencias no tienen inconveniente en pasarse por el Arco del Triunfo el derecho establecido por la Organización Mundial de Comercio (OMC), pero no queda claro en virtud de qué facultad constitucional México tendría que sumarse.
El problema está en otra parte, que se omite: Ken Salazar, o mejor dicho, Kenneth Lee Salazar, nacido en Colorado, Estados Unidos, descendiente de una familia de españoles, no de mexicanos, y actual embajador estadounidense en México. Ken se posicionó recientemente sobre la reforma eléctrica mexicana en ciernes, a lo que, erróneamente, López Obrador,en el laxismo total, contestó que "con todo respeto, discrepa de aquél". El problema estriba en que Ken no está facultado para opinar sobre asuntos políticos de México, salvo que se quiera sugerir que el tema de la electricidad no es político, en cuyo caso no se entiende por qué lo discute una instancia como el Congreso. Ken acaba de lamentar el asesinato de periodistas en México, seguramente en el entendido de que se trata de periodismo y no de política. Ken acaba de dictarle a México qué posición tomar en el tema ucraniano, tal vez en el entendido de que la política exterior no es cosa de política, en cuyo caso no queda claro por qué se habla de "política" exterior. Ken con el Nuncio Apostólico; Ken en la Suprema Corte de Justicia de la Nación; Ken con el Partido Revolucionario Institucional (PRI); Ken con el gobernador de Tabasco; Ken promoviendo los derechos laborales en Silao, Guanajuato; Ken en una representación sindical en Matamoros, Tamaulipas; Ken con representantes del partido Movimiento Ciudadano (MC); Ken con el gobernador de Querétaro; Ken con la gobernadora de Chihuahua...Nótese que no trata los asuntos de gobierno a gobierno. Al parecer, ha cundido en México la creencia de que Estados Unidos será por décadas la potencia del futuro y que no queda más que arrimarse, sin que se entienda por qué debe ser en todo. ¿La soberanía mexicana reside en el virrey Ken o en el gobernador López Obrador, que le tiene tanto respeto que no puede aplicarle la ley, o al menos pedirle que no sea tan sinverguenza? No se trata ni siquiera de algún regreso a un nacionalismo vetusto, sino de no ser obsceno...
Kenneth Lee Salazar emprende campañas por la energía renovable con la mayor desfachatez del mundo, puesto que ha sido un gran partidario del fracking, del que no se necesita mucha ciencia para saber que es devastador para el medio ambiente, sin que el mismo Salazar sea condenado por todos los partidarios de "lo limpio" en México. En fin: cualquiera puede constatar en la Web la agitada agenda de Salazar en México y contrastarla con la discreción de Koronelli, que, si se quiere, se puede atribuir a que tiene espías bien distribuidos por todo el territorio nacional. Al menos no es un sinverguenza que se la pase metido en asuntos políticos internos de México, al margen de la ley, contando con el vasallaje local. Queda entendido que cuando para muchos se está en lo más parecido no a una colonia, sino a un Estado Libre Asociado, no hay más ley que la del más fuerte. Es una pena perder el tiempo con España o Austria para complacer a la señora, que no asume sus funciones, pero se toma atribuciones diplomáticas sin que quede claro con qué respaldo legal.
Ya que ahora el Ejecutivo mexicano debe velar en política exterior por la observancia y la promoción de los Derechos Humanos (aunque no corresponde a la Doctrina Estrada), cabe señalar que México no tiene vínculos especialmente fuertes con Nicaragua (Ebrard invitó hace algún tiempo a la cancillería al opositor poeta y sacerdote nicaraguense Ernesto Cardenal), ni con Venezuela (hace algún tiempo la visita del presidente venezolano Nicolás Maduro fue prácticamente de "comes y te vas"), ni con Cuba, aunque con este país hay desde antes de 1959 un código de silencio no escrito. Si se va a privilegiar la dimensión de los Derechos Humanos, cabe señalar que el artículo 6 constitucional no se cumple: "toda persona tiene derecho al libre acceso a información plural y oportuna", como tampoco el 7, en el sentido de que "no se puede restringir (la libertad de difundir información, opiniones e ideas) por vías o medios indirectos, tales como el abuso de controles oficiales o particulares".
Lo ocurrido con la agencia oficial de noticias Notimex es otra pifia monumental del actual gobierno, que no se asume como tal. No es exacerbando el presidencialismo cada mañana temprano que se impide que una horda de particulares (lo que en más de un caso incluye al periódico La Jornada), con un poder económico concentrado, se dedique a repetir al unísono en un estructura de poder de comunicación y de control tan fuerte que casi nadie se atreve a la menor discrepancia, para no perder su lugar y "caer en desgracia". No existe ningún contrapeso (!Basta! desde luego no basta para absolutamente nada) y los canales televisivos "oficiales" no dan el ancho: es al punto que quien quiera tener acceso a una información plural y oportuna no tiene ninguna posibilidad de lograrlo, salvo que sepa arreglárselas en la Web durante horas para esclarecer algún tema, para lo que se requiere un tiempo que la mayoría no tiene. No existe ninguna "conversación pública": no lo son ni los chillidos y gritos a voz en cuello de casi todos los medios de comunicación masiva (todos, en materia de política exterior) ni las necedades de López Obrador. En fin: Ken sabe (foto). Y seguramente más que Koronelli, que a diferencia del primero no tiene en su legación a un ejército de !mil! funcionarios.