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martes, 1 de noviembre de 2022

CALLA NO ESTÁN HABLANDO CONTIGO...

 Con declaraciones recientes en una reunión política, el ex presidente mexicano, Ernesto Zedillo Ponce de León (1994-2000), rompió él también las reglas del sistema: callarse terminado el sexenio respectivo, lo que no han hecho los ex mandatarios de Acción Nacional (PAN), Vicente Fox y Felipe Calderón. Tal vez no sea inocuo que todo el mundo se ponga a pasarse por alto las formas (mafias incluidas, puesto que no era costumbre meterse con familiares de rivales). En estos días, fue el Episcopado el que salió en defensa del Instituto Nacional Electoral (INE), sin regaño del lópezobradorismo.

     Zedillo pareciera perseguido por la ruptura de las reglas. Después de todo, llegó a la presidencia en 1994 por una regla rota en la sucesión presidencial, y al servicio del jefe de la Oficina de la Presidencia, Joseph Marie Córdoba Montoya, quien servía a la seguridad estadounidense a través de Brent Scowcroft. Zedillo salió de la presidencia saboteando lo suficiente a Francisco Labastida Ochoa, candidato oficial (Partido Revolucionario Institucional-PRI), para abrirle paso a la alternancia tan deseada en Estados Unidos, con la llegada de Fox. El "caos controlado" en México no iba sino a agudizarse, permitiendo al mismo tiempo el olvido del nacionalismo revolucionario, que era lo deseado por los estadounidenses, según lo habían plasmado en los años '80 en los Documentos de Santa Fe.

     La lumpenización del sistema mexicano venía de atrás: con gérmenes en la segunda posguerra, pero acentuada a partir del periodo de José López Portillo (1976-1982), nunca inculpado de nada, como tampoco su sucesor, Miguel de la Madrid (1982-1988). Su hijo, Enrique de la Madrid Cordero, tal vez recuerde algo, él que fue capaz con Emilio Gamboa de callar a su propio padre cuando, en entrevista con Carmen Aristegui, denunció cómo el seductor de la patria había hecho desaparecer buena parte de la llamada "partida secreta" presidencial. Dicha lumpenización se hizo clara a finales del sexenio 1988-1994.

      Al servicio de un gran banco extranjero terminado su mandato, Zedillo no fue ajeno al fenómeno lumpen. Resultó que su familia política estaba muy involucrada en el crimen organizado, en el estado de Colima, en concreto, con los Amezcua Contreras, "reyes de las metanfetaminas". Zedillo había nombrado al militar Jesús Gutiérrez Rebollo (posible candidato de Luis Donaldo Colosio a la Secretaría de la Defensa) encargado del Instituto Nacional de Combate a las Drogas. Lo que el alto mando se encontró fue el negocio de la parentela -padre y hermanos- de Nilda Patricia Velasco, colimense esposa de Zedillo con los Amezcua. Era demasiado: a Gutiérrez Rebollo se le sembró la acusación de contubernio con Amado Carrillo, "El señor de los cielos", para callarlo y mandarlo a prisión hasta la muerte. Nilda Patricia Velasco había llegado a intervenir en ayuda de negocios de tierras de sus parientes con el cártel de Colima, el de los Amezcua.

     Entretanto, era en realidad Liébano Sáenz, secretario particular de Zedillo, quien tenía vinculos con el narcotráfico, muy en concreto con...."El señor de los cielos", quien llegó a meter dinero en la campaña del mismo Zedillo.

      Es al lado de Calderón que Zedillo dió lo que es de esperar que sea su primera y última moralina sobre las desgracias del populismo. Algo así como su noche de debut y despedida. López Obrador no ha sabido recordarles a algunos ex presidentes las reglas del sistema, que por lo demás ofrece acatar a partir de 2024.

     Dicho sea de paso, el recientemente fallecido Luis Echeverría se atuvo, lo que no ha impedido que él, como algunos de sus allegados (Fernando Gutiérrez Barrios) sigan siendo objeto de  historias de mala fe que transmiten a las nuevas generaciones una confusión completa sobre el pasado priísta, como aquéllas en las que participan actores como Daniel Giménez Cacho y Karina Gidi, gente de "causas" que no parecen atinar a comprender cómo se hace ideología en la actualidad: mediante la dosificación de la confusión entre realidad y ficción, y no nada más en "Un extraño enemigo", un bodrio, mientras los nuevos investigadores ya no saben entender el nacionalismo revolucionario, como lo ha demostrado la revista Relatos e historias de México. No para santificar o demonizar, sino para entender las contradicciones del presente, salvo que se crea en verdad que estamos ante un big bang que se inició en 1968, o en el 2000. En fin, para Zedillo (da click en el  botón de reproducción).






     

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