Una de las cosas mejor logradas por los medios de comunicación masiva predominantes es vender la creencia en "evidencias" científicas, cuando en realidad la ciencia suele ser un lugar más bien alejado de los "consensos", aunque puede establecer verdades incuestionables (claro que si alguien quiere decir que la ley de la gravedad es una narrativa, es libre de hacerlo...). Así las cosas, no cabe mucho espacio para negar el cambio climático, pero la discusión sobre su origen exclusivamente humano dista mucho de lograr el "consenso": son admitidas las ideas del científico yugoslavo Milutin Milankovic, en el sentido de que las modificaciones climáticas guardan relación con cambios en la órbita terrestre y la inclinación del planeta. Probablemente no haya lugar para escandalizar con el "fin de la especie", lo que no impide buscar racionalizar el uso de los recursos naturales y el hábitat. Lo falso está en que todo es asunto de "descarbonizar" el mundo.
Cabe señalar que no faltan en el mundo actual ideas extravagantes: que se esté en un "capitalismo cognitivo", según algunos, y por ende dependiente de algo intangible (no se puede "tocar" la mente) no quiere decir que los teléfonos móviles y las computadoras no hayan sido fabricadas por manos muuy concretas y determinados materiales. En este orden de cosas, las energías renovables, por "limpias" que se presuman, deberían al menos evitar competencias algo "sucias" (como ha venido ocurriendo en Bolivia) por el litio, el coltán, el cobre, el cobalto, el silicio o las llamas "tierras raras", salvo que se crea que los vehículos eléctricos o los paneles solares y las turbinas de viento son "intangibles" (!). La jefe de gobierno de la capital de México, Claudia Sheinbaum, puede creer en las energías renovables y los coches eléctricos, sin encontrar ni buscar mayormente la menor solución a los problemas graves de tráfico. Son las delicias de la "felicidad individual que crea la felicidad del mayor número" a las que está pasmosamente reducida la izquierda: que cada uno tenga feliz su coche particular puede resultar en que la felicidad se acaba en embotellamientos de horas, sin que el Estado pueda hacer nada contra los negocios y una clase media "feliz" de ostentar sus carruajes del siglo XXI.
En este orden de cosas, la "transición energética", algo en realidad más complicado que ponerse a gozar de la tierra, el sol y la mar, está en malas manos y sin planificación de envergadura. El cambio climático como negocio nació en 1988 con Margaret Thatcher, primera ministra británica, a la cabeza, para impulsar la creación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, ligado al Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA): los sindicatos mineros y otros industriales le estorbaban a la "Dama de Hierro". Dicho grupo no es de científicos, sino de "políticos del clima", de la misma manera en que acaba de haber "políticos de las vacunas" negando las controversias sobre algunas de las inyecciones contra la Covid-19. Y las Conferencias sobre las Partes (COP) para el clima no logran aterrizar, salvo para tratar de vender (coches eléctricos, por ejemplo). Estados Unidos se apoderó del Grupo en los años '90 e impuso el Protocolo de Kioto, con Albert Gore al frente y sus "derechos de emisión de CO2" para las industrias. Luego, ya fuera del gobierno, Gore, de la mano con Goldman Sachs y BlackRock, buscó crear la Bolsa del Clima de Chicago. No fue muy lejos, pero Gore se puso a percibir una remuneración por cada intercambio de derechos de emisión de CO2, llenándose los bolsillos a un ritmo muy superior a las transformaciones reales. Redactó los estatutos de dicha Bolsa un jurista: Barack Obama. Por lo visto, los advenedizos Demócratas no supieron perderse ni un negocio. Lo que no queda claro no es el cambio climático ni la necesidad de depredar menos el medio ambiente, para lo que el propio capitalismo encontró la fórmula del "desarrollo sustentable": es la imperiosa necesidad de que ciertos asuntos pintados como de extrema gravedad, suponiendo que en realidad lo sean, queden en manos de grandes negocios, al igual que políticos y dizque expertos puestos a repetir y ejecutar cin ineptitud, pero además, a la mala. En lo que se intenta una nueva desestabilización de Bolivia (da click en el botón de reproducción).