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jueves, 10 de noviembre de 2022

MÉXICO: EL CENTRALISMO Y SUS TRAMPAS

 El libro de Elena Chávez, El rey del cash, probablemente no tenga mayor importancia, así sea utilizado para determinados fines.

     Con todo, un dato interesante, y ya sabido, es la manera en que la señora llegó a la vida de Andrés Manuel López Obrador, ya siendo éste viudo, y pareciera que sin mucha complacencia de sus tres primeros hijos. Hubo alguna forma de mediación por parte de José María Pérez Gay, intelectual mexicano ya fallecido, y alguna vez educado en Alemania, además de ser admirador del muy especial imperio austro-húngaro.

      No es nada personal, sino cosa de que, en sus escritos en el periódico La Jornada, Pérez Gay no se caracterizaba por la honestidad al tratar sobre Yugoslavia o incluso sobre Rusia, sino que se hacía eco de los medios de comunicación masiva dominantes sin la menor distancia crítica: se equivocó por imprudencia sobre lo ocurrido en Srebrenica, pero además no fue de muy buena fe que digamos con Slobodan Milosevic. Curiosamente, las andanadas de Pérez Gay, que a la postre resultaron ser falsedades, quedaron recogidas en un portal de izquierda, el de Rebelión. Está también un homenaje al ecuatoriano Bolívar Echeverría, cuyas ideas sobre el barroco están sesgadas y desconocen fuentes elementales. De formación alemana también, Echeverría y señora -Raquel Serur, en segundas nupcias- eran parte de la "palomilla". Pérez Gay distorsionó más de una cosa en sus recuerdos escritos sobre Echeverría, gente del antiguo obispo de Copilco.

      Lo que tal vez no podía ser era que, ya con López Obrador en la presidencia, Serur, sin ninguna experiencia diplomática, recibiera la embajada de México en el Ecuador, en lo que se antoja más un premio a la amistad que a la capacidad profesional para el cargo. No fue todo, puesto que la viuda de Pérez Gay, Lilia Rossbach, se encontró también con un puesto, de embajadora mexicana en Argentina. Tampoco tiene experiencia diplomática. Es el tipo de pifias que se repitieron en los nombramientos de embajadores en Panamá, Nicaragua y Venezuela, entre otros con Pedro Salmerón, Jesusa Rodríguez y demás. No se trata de corrupción en el sentido de ilegalidades, pero sí de actos de amiguismo y de influyentismo, moralmente reprobables. No está de más insistir en que ésto ocurrió también con el nombramiento de Francisco Ignacio Taibo Mahojo (Paco II para sus amigos) al frente del Fondo de Cultura Económica y con las "100 Raqueles Sosa" a la cabeza de las Universidades del Bienestar Benito Juárez García. Sería grave que el actual presidente mexicano crea que premió lealtades o convicciones, sin ver el ingrediente mencionado más arriba. No hizo más que mostrar el complejo de un provinciano ante el mundo cortesano de la Ciudad de México y sus engaños. También en otros terrenos hubo "extraños" resbalones, y no forzosamente por lo que dijeran los medios: Félix Salgado Macedonio se había mostrado incapaz de gobernar Acapulco y, por si no se recuerda, había dicho a voz en cuello que renunciaba a enfrentarse en el puerto turístico con el crimen organizado. Como sea, Evelyn Salgado, la hija, resultó electa gobernadora de un estado tan violento y complicado como Guerrero. También en política, López Obrador mostró una "extraña" concepción de las lealtades y las convicciones, para lo que hay que rematar con el nombramiento de un psiquiatra, ex Secretario de Salud y ex zedillista como Juan Ramón de la Fuente como representante de México en Naciones Unidas. No son formas de conducta muy distintas de las del antiguo régimen, con sus nombramientos diplomáticos para "figuras", fueran Octavio Paz o Carlos Fuentes.

     Puede entenderse que la señora no quisiera ser Primera Nada, ni ocuparse del DIF (Desarrollo Integral de la Familia), como puede creerse que no busca cargos para el siguiente sexenio. No se retiró empero a sus asuntos, sino que se sirvió de su lugar de "esposa de..." para apersonarse en eventos diplomáticos, en Argentina, Chile o Colombia, por ejemplo, al más alto nivel, y sin que nadie en los medios se lo reprochara, tal vez a sabiendas de sus parentescos. Nadie preguntó cómo se sufragaron esos viajes, pero no es lo principal, sino la concepción de las cosas: influyentismo, de nueva cuenta, es decir, obtención de concesiones o privilegios a la sombra del poder. Así ha sido, López Obrador: su "honestidad valiente" le permitió gobernar con un tipo de franqueza que el mundo cortesano detesta, pero, de distintas maneras, le hizo a este mundo caso en demasía y hasta llegar a los problemas descritos. La iba mejor con sus cautas amistades tabasqueñas, fueran Enrique González Pedrero o Julieta Campos, tal vez con mejores credenciales para ocuparse alguna vez de Turismo en el gobierno del todavía Distrito Federal. O con Adán Augusto López Hernández, secretario de Gobernación, cuyo estilo franco también choca contra la tradición centralista capitalina y todos los males que hacen de la Ciudad de México el lugar ideal para corromperse, si no se tiene seguridad en lo propio. 



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