Ya está anunciada para 2023 una nueva y difícil recesión capitalista, que por cierto no excluye dificultades en China. No es cosa de apocalipsis, sino de tratar de saber cuánto tiempo puede durar un sistema casi único con promesas que no puede cumplir. No se avizoran grandes hambrunas en el horizonte, las pocas guerras que hay son finalmente muy localizadas (como lo es la del Este de Ucrania), las capacidades para tratar con enfermedades avanzan, pese a los intereses de las grandes farmacéuticas (como ocurrió con el negocio de las vacunas en Occidente contra la Covid 19) y tal vez haya que relativizar un poco la creencia del habitante de la Ciudad de México en la existencia de catástrofes climáticas cada vez que el termómetro se desvía de los queridos 20 grados centígrados.
No es que no haya que avanzar en cuidados del medio ambiente, pero otra cosa es lanzarse a querer resolverle el problema ecológico a quienes han sido históricamente los encargados de dañar el entorno, para volverlos "sustentables" y "limpios", de tan "limpio" que suena frente a la "suciedad" de los combustibles fósiles, que en realidad están para quedarse algunas décadas más. La "urgencia" del cambio a energías renovables es del gran capital financiero, que encarna en gigantescos fondos como BlackRock, seguido de algunos otros (Vanguard, State Street, etcétera). ¿Qué es lo que está sucediendo? Que estos fondos buscan "cambiar la apuesta" recompensando las "energías renovables", pero también castigando y hundiendo la producción de petróleo, carbón y gas, lo que incumbe por lo demás a Rusia, que ofreció otra cosa, sobre todo con el gas, que no es "sucio". No es nada más lo anterior: es también hundir a la industria que depende de estas materias primas, pareciera ser que sin reparar demasiado en las consecuencias sociales. Habría que saber si un asunto tan delicado puede ser guiado por la alta finanza, dispuesta a mover el dinero de "los mercados" y "la confianza" de los combustibles fósiles, castigados, a las nuevas energías, que hasta ahora se han mostrado hasta cierto puno ineficaces, salvo para hacer ciertos negocios.
La "reconversión" fue planeada desde antes de la crisis sanitaria por la Covid 19, asociando a BlackRock, Naciones Unidas (Agenda 2030) y el Foro Económico Mundial, que trabaja curiosamente mano con mano con el organismo internacional en la Agenda (Cero carbono). El acuerdo está firmado desde junio de 2019.
El presidente estadounidense, Joseph Biden, se puso de acuerdo desde 2019 con BlackRock para la "transición". El gran asesor económico de Biden, Brian Deese, no es sólo gente de BlackRock: es quien ayudó al mandatario estadounidense Barack Obama a lograr el Acuerdo de París de 2015. Dicho sea de paso, la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, estaba antes de asumir el cargo en el equipo del Foro Económico Mundial.
La inflación y la crisis energética no son el resultado de la guerra entre Rusia y Ucrania, sino de decisiones pensadas desde antes para encarecer cierto tipo de energía como preludio para difundir y vender lo que hasta ahora no termina de demostrar su eficiencia. Como no hay en lo descrito conspiración ninguna, sino intereses en juego, confundiendo la "solución" para la alta finanza con la solución para todos, tampoco es seguro que la última receta de unos cuantos sea la panacea, nada más por ser "novedad". Estados Unidos, por lo demás, no se está inclinando por el Green New Deal de manera realmente clara. Si hay Iglesia, ¿qué se gana con ponerla en manos de Lutero? Apocalipsis es el último grito de la moda de ciertos intereses cuyo lema es: "yo, o el diluvio" Lo que viene, por lo pronto, es una nueva prolongación de una crisis económica que data de finales de los años '60, y que quienes contribuyeron a crearla, sacando al mismo tiempo su parte de beneficio, no han conseguido resolver. Suponiendo que sea de su interés y no más bien eternizarse en la "gestión de la crisis" misma. Biden al frente (da click en el botón de reproducción).