Tiene algo de sorprendente que varios candidatos del oficialismo a la presidencia de México estén yendo de un lado a otro del país sin programa de por medio. El único que ha dado a conocer el suyo, de manera muy general, es el ex canciller Marcelo Ebrard, con un libro.
El arranque no se dió sin problemas. Muy rápidamente, algunos se fueron por el lado mediático y al mismo tiempo de la "cargada" al antiguo estilo, creyendo que la favorita del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, es la hoy ex jefe de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum. Esta se las ingenió para presentarse de alguna manera como sucesora "natural" y aprovechando el ser mujer. Le llovieron adhesiones desde gubernaturas, del Movimiento de Regeneración Nacional (MoReNa), en particular de gobernadoras mujeres, en un tono más que laudatorio. A gobernadores se estaban arrimando presidentes municipales. Sheinbaum pidió detener momentáneamente el asunto. Si bien no ha habido corrupción en las altas esferas gubernamentales, salvo en los montajes de Latinus, no queda claro lo que ocurre en gubernaturas y municipios: las cuentas cuadran menos. Por lo demás, la "cargada" estuvo a punto de provocar un problema de faccionalismo. Tampoco queda clar por qué algunos periodistas creen adivinar que Sheinbaum es la favorita del presidente. Otra cosa es que se esté presentando hasta ahora como la más mediática.
Ante esta "cargada", López Obrador tuvo que juntar a canidatos y gobernadores para tratar de asegurar la unidad. Lo hizo también al antiguo estilo: una cena en un restaurante. No bastó para evitar que Ebrard hiciera una propuesta disparatada: crear la secretaría "de la 4T" proponiendo a uno de los hijos de López Obrador, Andrés López Beltrán, al frente. El tal Andy se deslindó de inmediato, entendiendo el significado (lo había, diga lo que diga Ebrard): colocarse de manera personal cerca del presidente, cuando estaba siendo alejado por los medios de comunicación masiva, al grado de empujar a la ruptura. Por lo visto, hasta hace poco la cuestión era de mayor o menor cercanía con el supuesto "hombre fuerte", como si se estuviera en tiempos del PRI (Partido Revolucionario Institucional). Es por lo mismo que se decidió no hacer mucho caso de otros dos candidatos, Ricardo Monreal, y Gerardo Fernández Noroña.
En los medios no existe el menor interés por el país. Algunos precandidatos de oposición han hecho señalamientos interesantes, pero para dar en el vacío, como en el caso de Lilly Téllez, pero también del priísta Enrique de la Madrid, para quien en el sexenio que enrumba hacia su término se ha hablado mucho (dos o tres horas cada mañana) y dejado lo demás al desgobierno. No es exacto, pero...es tan legítimo escucharlo como oír las críticas de Téllez, mujer, al lenguaje inclusivo, si acaso se estuviera debatiendo. Pero no es así.
El interés descarado de los medios es la ruptura con López Obrador, por distintos motivos, y para lo que hay dos candidatos útiles. En esta medida, y para evitar que se profundice el proceso -más allá del lópezobradorismo-, el hombre a bloquear es Adán Augusto López Hernández. Este, al igual que López Obrador, tiene algo que desagrada entre los sectores del país que, como decía Justo Sierra, son "alérgicos a la verdad": el hablar franco y directo, que en algún momento también disgustó de Luis Donaldo Colosio. Es, pues, el centralismo, el inveterado hábito del engaño y el entrometimiento de los medios para evitarle voz a la gente de abajo y seguir privilegiando el estatus. Ya lo dijo la Sra. Poniatowska, a quien nadie llama "Elenísima": es que uno tiene apellidos franceses y la otra es mujer. No hace falta ser muy ducho para percatarse de que Sheinbaum habla para no decir nada. Ebrard es otra cosa: correrse al "extremo centro", para beneficiar al mundo de los negocios y la clase media, a ver si así vuelve a "gotear" desde arriba, lo que no quiita la apreciación de Monreal, en el sentido de que el ex canciller tiene cierta visión de Estado. El resto, lástima, es creer que a un magistrado tramposo no se le puede decir "tabasqueñamente" "tinterillo de ocasión", o al líder de Acción Nacional "el segundo cortesisito". Es más añoranza del engaño guardando las formas, o decidiendo quién puede darse licencias y quién no: un intelectual del seductor de la patria puede decirle "pendejo" al presidente, en pleno insulto, pero se toma increíblemente por insulto la franqueza y la manera directa de hablar y, más aún, el no dejarse.
Queda por ver si MoReNa es independiente del "sistema". Lo que ha hecho López Obrador es otra cosa, contra todas las creencias de alta temperatura de que habrá "dedazo" o equivalente de "Maximato" (¿en verdad, no hay manera de salir del pasado?): dejar en liza a gente que pueda garantizar a la vez la continuidad de un proyecto -no de una persona- y el relevo generacional (la actual secretaria de Gobernación, Luisa Alcalde, estuvo haciendo un muy buen trabajo de equipo). Podría ser que se trate entonces de dejar preparado, hasta donde sea posible, un cambio de "sistema": no tanto para instituciones y leyes -no cuajan-, pero sí para salir del "país de un hombre" e, insistamos, asegurar la consolidación de un proyecto. El "lópezobradorismo" de Sheinbaum, los acomodos de Ebrard, las eventuales trampas en MoReNa (queda por ver si la población será consultada sin el filtro de los medios) y las especulaciones más priístas de los medios podrían errar, si se afianza el mérito y queda en segundo plano la clientela o su versión "grupo de presión". Ahora sáquenle a un chilango de la cabeza que no todo "trae intención". ni es, hay que reiterarlo, engaño (hacer creer algo para hacer pasar o pensar otra cosa). (da click en el botón de reproducción).