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jueves, 15 de junio de 2023

PERÚ CRÓNICO

 De los países andinos, el inestable hoy es el Perú, con tres presidentes que no han podido terminar sus mandatos: Pedro Pablo Kuczynski, Martín Vizcarra y Pedro Castillo. Algunos más han estado sujetos a investigaciones (Ollanta Humala, el prófugo Alejandro Toledo y Alan García, que optó por suicidarse). Lo que parece un problema con el poder Ejecutivo va más allá, dada la fragmentación del Legislativo y la corrupción del aparato Judicial.

     Hasta cierto punto, este estado de cosas le conviene a Estados Unidos. No está de más recordar lo siguiente: Kuczynski (2016-2018) es peruano-estadounidense, y Toledo estuvo refugiado en Estados Unidos antes de ser extraditado al Perú. El hecho de que se haya anunciado recientemente que unos mil soldados estadounidenses estarán varios meses en el país andino, en distintas localidades, para ejercicios militares y entrenamiento de fuerzas armadas y policía locales no es del todo nuevo. Algo similar tuvo ya lugar en el 2015. En América Latina hay 76 bases militares estadounidenses, sin que nadie les pida salir. El último en atreverse a pedirle a Estados Unidos que se fuera -en este caso, de la base de Manta, en la costa- fue el presidente ecuatoriano Rafael Correa. No hay mayor ánimo antiimperialista en América Latina, al grado que el presidente colombiano progresista Gustavo Petro no ha dicho nada de las siete bases militares estadounidenses en Colombia ni de la adhesión de este país a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), con un estatuto especial, lo que contraviene la declaración de América Latina como zona de paz. De todos modos, la operación estadounidense en el Perú ha sido tomada como aviso a China, aunque no es seguro que lo sea, pese a que el país sudamericano es considerado importante en la Cuenca del Pacífico: el saliente mandatario ecuatoriano, Guillermo Lasso, hombre de Estados Unidos, estuvo haciendo todos los negocios que quiso con China, al grado de concluir un Acuerdo de Libre Comercio entre este país y el Ecuador, sin que quedaran implicadas buenas prácticas ambientales ni laborales. Lasso se reunió con el presidente chino Xi Jinping en dos ocasiones.

      Dina Boluarte, presidente peruana, aseguró la caída de Pedro Castillo asesorada por "la embajada". De todos modos, la inestabilidad peruana se remonta a un pasado no muy remoto y no superado.

     En efecto, cualquiera de izquierda en el Perú se arriesga al "terruqueo", la acusación de "terrorismo" por alguna afinidad real o supuesta con el que fuera el grupo maoísta Sendero Luminoso. De la época del combate a éste queda la fuerza del fujimorismo. Cualquiera que desde la izquierda plantee cambiar algo en sero es acusado de "terruco", lo que le bloqueó en mucho el camino a Castillo, en particular en ideas como la de hacer una "segunda reforma agraria". El partido Perú Libre, que candidateó a Castillo, fue igualmente acusado de todo, y Nuevo Perú, partido de la llamada "izquierda caviar" de Verónika Mendoza, ligado al progresismo, se ha ocupado más de congraciarse con modas que de cambios de fondo. Castillo no tenía mucho  en qué respaldarse y, en la medida en que fue haciendo concesión tras concesión, Perúy Libre lo siguió apoyando, pero pidiéndole que dejara de ser militante. Castillo se estaba acercando al mundo "caviar", contra convicciones propias, y al del "oenegeísmo". Es la gran diferencia con Ecuador y Bolivia, donde hay izquierdas fuertes (Revolución Ciudadana y Movimiento al Socialismo, con todo y sus problemas). Frente a la debilidad de la izquierda peruana y el progresivo debilitamiento del fujimorismo por escándalos de corrupción (de Keiko y Kenji Fujimori, cuyo padre, Alberto Fujimori, permanece en prisión), no quedan en el Perú más que partidos fundamentalmente interesados en repartirse algún botín, de lo que da cuenta la cantidad de congresistas corruptos.

     Como lo demostró la crisis sanitaria de la Covid 19, en la cual Perú fue uno de los países más perjudicados en el mundo, mientras políticos van y políticos vienen no hay manera de ocuparse de las necesidades de las mayorías (el sistema educativo peruano, por ejemplo, es de los peores de América Latina), por más que se tengan indicadores macroeconómicos buenos. La Constitución fujimorista impide cambiar de políticos, y sería necesaria una Asamblea Constituyente, pero la inercia del pasado es muy fuerte. Tres presidentes tumbados (Castillo por "autogolpe"), dos más  bajo investigación (Humala y Toledo) y un antiguo en prisión (Fujimori) hablan de una inestabilidad peor que la que llegó a vivir el Ecuador antes de Correa. Dejando de lado a Humala, con quien la "izquierda divina" del progresismo fue injusta, queda probado que la derecha no es garantía de ninguna estabilidad. (da click en el botón de reproducción).



EL BALBOA QUIERE DÓLAR

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